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Un país de pandereta
pere Lladó 01/18/2021 | 23:27
Afortunadamente la sociedad catalana camina en paralelo a su gobierno. La coalición independentista da pena. Sólo sirve para divulgar sus discrepancias y repartir dádivas entre sus seguidores. Sí, porque la causa va ligada a los buenos salarios y contrataciones escandalosas, y no me refiero a las de Laura Borràs por su paso por el Instituto de las Letras Catalanas.
El último episodio lo protagonizan Jaume Roures, David Madí y Vicent Sanchís. Al final, TV3 ha comprado por 440.000 euros unos documentales de Mediapro sobre el proceso. Se trata de más material para hacer reaccionar a los hooligans secesionistas, que últimamente se han enfriado más de la cuenta. Y para calentarlos TV3 ya hará a lo largo de las próximas semanas el trabajo sucio.
Jaume Roures -un firme defensor del independentismo- pedía 800.000 euros por los documentales, pero Sanchís no quería pagar por un material que no le convencía, pero al final Tatxo Benet, David Madí y Meritxell Budó le dieron el visto bueno y así todos contentos. Unos con el contrato en el bolsillo y los otros haciendo hervir el puchero con programas que servirán para radicalizar las posiciones entre Cataluña y España y hacer proselitismo del 1 de octubre. Mientras, TV3 tira el dinero de todos y lo regala a simpatizantes del proceso, cuando el país no tiene sanitarios para poner vacunas ni neveras para transportarlas. De pena, la verdad.
Y encima son una panda de mentirosos. Hace un año Quim Torra anunció elecciones en una rueda de prensa donde denunció la falta de cohesión en su gobierno. Al final, nada de nada. Desde Waterloo desautorizaron al
realquilado aparcero, dado que las encuestas eran desfavorables a la gente de Puigdemont. Esto ocurría un 21 de enero y desde entonces Cataluña vive en una permanente campaña electoral y con una parálisis gubernamental escandalosa.
Ahora las elecciones se han trasladado al 30 de mayo y nadie ha justificado el cambio de fecha desde un punto de vista riguroso. No se puede garantizar que en febrero habrá más Covid que al final de la primavera. Carles Puigdemont continúa manejando el cotarro y ha impuesto el cambio de fechas. Pere Martí -el jefe de prensa de JxCat- ya lo ha dicho: «Ahora tendremos más tiempo para ganar bien». No hay que añadir mucho más. En aquella fecha los presos ya pisarán las calles y Laura Borràs estará a las puertas de su juicio por presunta corrupción. Más épica, imposible.
Las elecciones, a los miembros del gobierno catalán, en estos momentos no les iban bien. La apuesta del PSC por Salvador Illa los puso más nerviosos de la cuenta y ciertamente no tienen ninguna justificación creíble. Portugal hará elecciones y Alemania, también. Pero Cataluña es diferente. Es un país de pandereta.
Y uno se pregunta qué pinta Pere Aragonés, que cada vez que abre la boca pierde votos. ERC como siempre a remolque de JxCat. Desde la Generalitat se debían tomar medidas para garantizar las elecciones. Pero todo está por hacer.
Hace ya meses que Roger Torrent se decantó por el 14 de febrero, pero ha pasado olímpicamente del tema. Y ahora además ya se ha publicitado que cambian las reglas del juego. Esto es inadmisible en un país democrático, pero ya se sabe aquí se vive en una arcadia feliz con un grupo de ineptos incapaces de cumplir la decisión tomada en su momento de una convocatoria electoral.
Mientras tanto, serán cinco meses más de vivir en las nubes, con unos consejeros incapaces de dirigir con un mínimo de sentido común sus departamentos. Eso sí, todos continuarán cobrando y los diputados exactamente igual, aunque el Parlamento de Cataluña esté cerrado la mayoría de días. Por lo tanto, ya se sabe, mejor no correr riesgos que con el sueldo no se juega. Y aquí coinciden los independentistas con los Ciudadanos de Carrizosa. Pasen y vean.