Homenaje a la URSS

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Asimov
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Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

He rebuscado y parece ser que, como corresponde a un foro repleto de liberales (ya sean de derechas o de "izquierdas"), no existe ningún hilo dedicado a la URSS. Así que abro este como homenaje a aquel gran experimento económico que debería ser un referente y un objeto de estudio para todo aquel que apueste por superar el capitalismo (es decir, que sea REALMENTE de izquierdas).

La URSS nació de la primera revolución socialista de la historia y la más pacífica (en ella sólo murieron cinco marineros y un soldado), y, pese a sus muchos errores, deficiencias e incluso crímenes (como corresponde a cualquier sistema humano y no divino), consiguió erradicar la explotación capitalista de la mayor parte de la economía y hacer de Rusia el país más igualitario del mundo, con la menor diferencia entre quienes ganaban más y quienes ganaban menos. Convirtió a un país feudal en la segunda potencia mundial, hasta el punto de que la producción industrial soviética aumentó un 10.000% en apenas treinta años. Se eliminó el desempleo, disminuyeron las jornadas laborales (un obrero soviético en 1930 trabajaba 7,3 horas, dos menos que en la Rusia zarista) y el poder adquisitivo de los trabajadores no paró de aumentar durante casi toda la vida de la URSS. Se erradicó el analfabetismo y la miseria, y se instauraron por primera vez derechos sociales universales, gratuitos y públicos como la educación, la sanidad, las pensiones, la vivienda... Todo ello sirvió como base para instaurar en los países capitalistas occidentales el Estado del Bienestar, que al igual que la descolonización, los derechos de las mujeres o incluso la victoria sobre el nazismo, no puede explicarse sin la URSS.

Los historiadores del futuro, con la perspectiva que dan los siglos, estudiarán cómo la aparición de la URSS marcó un período de prosperidad y avances sociales en al menos una gran parte del mundo, del mismo modo que su fin dio comienzo a la decadencia que sufrimos actualmente.
"Nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos" (Karl Marx, 1850).

Hoy día importa más el quién que el qué, lo que se dice que lo que se hace, y quién lo dice que lo que se dice.
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Asimov
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Vamos a desmentir con datos toda la propaganda anticomunista sobre la supuesta falta de riqueza en la URSS, su supuesta miseria y demás. Y vamos a hacerlo aportando datos sobre su economía y sociedad:


a) Crecimiento económico:

El PIB soviético aumentó sin cesar desde 1922 (tras la guerra civil rusa) hasta el fin de la URSS, con la única excepción correspondiente al período de la segunda guerra mundial. Entre 1928 y 1975 la economía soviética creció a un ritmo de un 5,1% anual de media, y en 1989 era ya la tercera economía del planeta, después de Estados Unidos y Japón. En 1963 la URSS había conseguido multiplicar por 53 el volumen industrial de la Rusia zarista. La producción industrial soviética pasó en 50 años de sólo un 12% de la de Estados Unidos a una producción industrial del 80%, y a una producción agraria que correspondía al 85% de la de Estados Unidos. En 1970 la URSS se había convertido en la mayor potencia industrial del mundo, produciendo más acero, hierro, cemento y tractores que cualquier otro país. Incluso un informe de la CIA de diciembre de 1982 reconocía que la URSS había experimentado un crecimiento continuo y una mejoría en el nivel de vida de su población durante los últimos treinta años.

La renta per cápita de Rusia pasó de 1.235 dólares internacionales en 1916 a 7.112 dólares internacionales en 1989 (descontando siempre la inflación); esto es, la renta per cápita se multiplicó por 5,7 en 73 años, lo que equivale a un crecimiento anual promedio del 2,4% (en ese mismo periodo Estados Unidos multiplicó su renta per cápita 4,4 veces, es decir, un crecimiento anual promedio del 2%). El período de mayor crecimiento económico fue el comprendido entre 1946 (tras la segunda guerra mundial) y 1971, cuando pasó de una renta per cápita de 1.913 dólares internacionales a 5.667 dólares internacionales (un crecimiento anual promedio del 4,3%), siendo más modesto el ritmo de expansión posterior (entre 1971 y 1989 el país incrementó su renta per cápita un promedio del 1,2% anual).

Entre 1950 y 1970, el consumo per cápita de alimentos en la Unión Soviética se duplicó, los ingresos disponibles se cuadruplicaron, el consumo de productos perecederos se triplicó y las compras de bienes duraderos se multiplicaron por doce veces.

La industrialización soviética fue la más rápida que ha conocido el ser humano en toda su historia; ningún otro país, ni siquiera la Inglaterra del siglo XIX y primera mitad del XX, consiguió llevar a cabo una industrialización tan fulgurante y profunda. También fue la primera vez en la historia que un país alcanzaba tales cotas de desarrollo sin esclavizar a nadie o expoliar los recursos naturales de países subdesarrollados, como de hecho hicieron los países capitalistas occidentales.


b) Sector primario:

Las superficies cultivadas en la URSS pasaron entre 1922 y 1923 de 63 a 82 millones de hectáreas, aumentaron a 87 en 1924 y en 1927 ya sumaban 94,5 millones. La Unión Soviética se convirtió en la primera productora mundial de cebada (con 70 millones de toneladas), centeno (15 millones), avena (15 millones), lino (0,5 millones entre semilla y fibra), soja (0,5 millones) y remolacha azucarera (con 60 millones). También era el tercer productor mundial en producción de algodón (con 2,7 millones de toneladas) y en producción de trigo (entre 88 y 110 millones de toneladas).

En cuanto a la ganadería la URSS era la primera productora mundial de carne y productos lácteos, y segundo productor de lana lavada con un monto de 272 millones. Si se incluyen todos los tipos de ganado, las cabezas de ganado en 1990 ascendían a los 311 millones, entre las que destacaban las cabañas bovinas, ovinas y porcinas.

La avicultura también era importante, así como la cría de gusanos o apicultura que reportaba anualmente una producción de cerca de 4.000 millones de toneladas de seda.

En 1990 se capturaron 9,5 millones de toneladas de pescado, cantidad sólo superada por Japón. La URSS poseía una formidable flota en la que la mayoría de los buques eran barcos-factoría o barcos-congeladores.


c) Industria:

El primer plan soviético ideado para la recuperación y el desarrollo económico y nacional fue llevado a cabo por el GOELRO (Comisión Estatal para la Electrificación de Rusia), y constituyó uno de los planes de electrificación más ambiciosos que se hayan realizado jamás y precursor de los posteriores planes quinquenales soviéticos. Mediante dicho plan se llevó la energía y la iluminación a los hogares de varios millones de personas, en su mayoría campesinos, en un intento de eliminar la brecha entre el campo y las ciudades y poder dotar al país de la infraestructura necesaria para industrializarse. Así, de 0,2 millones de kW de potencia que tenían las plantas eléctricas rusas en 1913, se pasó a una potencia de 4,1 millones de kW en 1935; de producir 2 millones de kW de electricidad en 1913 se pasó a una producción de 28 kW en 1935; y de 33 plantas eléctricas en 1913 se pasó a 858 en 1927.

Una vez electrificada la Unión Soviética, los planes quinquenales elaborados por el GOSPLAN (Comité Estatal de Planificación) la industrializaron. La URSS pasó a ocupar el primer puesto mundial en producción de acero con 147 millones de toneladas, y en 1991 estaba en los primeros puestos mundiales en la fabricación de productos manufacturados como maquinaria agrícola, cemento, utillaje industrial, material eléctrico y ferroviario, herramientas, productos químicos y construcciones navales o aeronáuticas. Cada año salían de las fábricas soviéticas 559.000 tractores (más que en ningún otro país); 1.300.000 automóviles; 873.000 vehículos comerciales; 250.000 camiones y 1.100.000 motocicletas. La metalurgia soviética, muy diversificada, estaba situada también a la cabeza mundial. Disponía igualmente de una gran industria papelera, elaborándose anualmente 185.000 toneladas de pasta para la producción de papel gracias a los enormes recursos forestales de la URSS.


d) Índice de Desarrollo Humano:

El IDH es un indicador con el que se mide el desarrollo humano de las naciones, y en el que se tienen en cuenta la esperanza de vida de la población, los años promedio de escolaridad y el nivel de vida conforme al PIB per cápita. El IDH de Rusia en 1913 era de un 0,12, lo que representaba un 31,58% del nivel de Nueva Zelanda, un país con un IDH históricamente alto (de un 0,38 en 1913). En 1970 la URSS alcanzó un IDH de 0,5, lo que representa una cifra 4,2 veces superior a la de 1913 y un 92,59% del nivel de Nueva Zelanda (que en ese año tenía un IDH de 0,54). Tras el fin del socialismo y la adopción de la economía de mercado, el IDH de Rusia cayó hasta un 0,48 en 1995.


e) Igualdad económica:

La URSS se convirtió rápidamente en el país más igualitario del mundo, estableciendo unas diferencias salariales mínimas en comparación con el resto de países. En 1905 el 10% más rico de Rusia poseía el 46,88% de los ingresos (el 1% más rico poseía el 17,99% del ingreso total), mientras el 50% más pobre poseía el 16,74% y el 40% intermedio el 36,38%. Para 1980 el 10% más rico pasó a poseer el 21,0% de los ingresos totales en la Rusia soviética (el 1% más rico sólo poseía el 3,45%), el 50% más pobre el 31%, y el 40% intermedio el 47,97%. Cuando volvió el capitalismo a Rusia la situación se revertió de nuevo: en 2015 el 10% más rico de la Federación de Rusia poseía el 45,52% de los ingresos totales (el 1% más rico poseía el 20,24%), el 50% más pobre redujo su porcentaje al 16,99% y el 40% intermedio al 37,49%

El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en los ingresos, pasó del 0,55 en la Rusia de 1905 al 0,22 en 1980 (el país que actualmente tiene el índice de Gini más bajo es Islandia, con un 0,24) y volvió a aumentar con el capitalismo al 0,55 en 2015. Actualmente se estima que la desigualdad mundial es de 0,63: la renta del 20% de las personas más ricas del mundo es 28,7 veces más elevada que la del 20% más pobre.


f) Sindicatos:

Los sindicatos soviéticos tenían más poder que cualquier otro sindicato del mundo, realizando diversas funciones a varios niveles:

1- Laboral: negociaban los convenios colectivos, y supervisaban y aseguraban el cumplimiento de las normas vigentes. Podían vetar los despidos y destituir a los directivos. También eran responsables de la formación sindical de los trabajadores, mediante escuelas y cursos.

2- Político: participaban en el Consejo de Ministros para fijar las normas sobre salarios, seguridad social, sanidad y cualquier cuestión que afectara a los derechos de los trabajadores. Tenían iniciativa legislativa en los soviets (parlamentos) a todos los niveles, incluido el Soviet Supremo. Podían presentar candidatos a las elecciones a cualquier órgano legislativo.

3- Económico: participaban en la planificación económica e intervenían en los presupuestos públicos.

4- Cultural: crearon sociedades científicas, artísticas, deportivas o técnicas, de tal manera que en 1978 los sindicatos tenían más de 20.000 clubes y casas de cultura y más de 30.000 bibliotecas.


g) Salarios:

Los sueldos en la URSS no eran homogéneos, sino que se daban grandes variaciones dependiendo del puesto de trabajo y su cualificación. Si establecemos un índice 100 para el salario del trabajador peor pagado, un obrero ganaba entre 100 y 370, el capataz de 150 a 400, el joven ingeniero de 200 a 600, el ingeniero experimentado de 300 a 1.000, el director de una pequeña empresa de 500 a 1.000 y el de una gran empresa de 800 a 2.000. Los científicos e ingenieros que trabajaban en los laboratorios disfrutaban de buenos salarios y de la posibilidad de recibir primas por sus patentes de invención, por ello sus salarios oscilaban entre 400 y 2.500; los altos funcionarios y generales, por su parte, podían llegar también a 2.500, y algunos funcionarios privilegiados o técnicos muy sobresalientes podían llegar a un coeficiente 3.000.

Generalmente, los sectores que percibían mejores salarios eran los artistas, escritores, profesores, gerentes y científicos soviéticos de prestigio: de 1.200 a 1.500 rublos mensuales, en la década de 1980. Los altos funcionarios del gobierno, en cambio, ganaban alrededor de unos 600 rublos al mes, y los directivos de las empresas ganaban de 190 a 400 rublos mensuales. Los trabajadores percibían un salario medio de unos 150 rublos al mes.

A primera vista puede parecer una gran diferencia salarial, pero en realidad los salarios más altos eran, a nivel general, sólo diez veces más elevados que el salario medio de un obrero, y sólo en unos pocos casos esa diferencia llegaba a unas quince veces. En Estados Unidos, en cambio, los directivos de empresas mejor pagados ganaban en la década de 1980 unas 115 veces más que el salario medio de los trabajadores, diferencia que no hizo sino aumentar desde entonces hasta alcanzar en 2008 las 240 veces. En lo que respecta a España, en 2019 los máximos ejecutivos de las empresas del IBEX 35 cobraban 123 veces el salario medio de sus propias plantillas de trabajadores.

Por otro lado los salarios en la URSS jamás pararon de subir. En 1973 el salario mínimo era de 70 rublos, el doble que en 1963. En 1955 el salario medio era de 71,8 rublos, pasando a 86,7 rublos en 1962 y a 185 rublos en 1984. La mayor crecida salarial se produjo en el periodo 1928-1941, pues en el transcurso de cada plan quinquenal el salario se duplicaba. Si en 1929 el salario medio anual ascendía a 929 rublos, éste pasó a 1.570 en 1933, a 2.900 en 1937 y se eleva hasta los 4.067 de 1940. Estas cifras equivalen a cuadruplicar el salario medio en apenas una década.

El salario medio soviético era bastante más bajo que el de los países occidentales (150 rublos equivalían a aproximadamente unos 200 dólares), pero a pesar de ello los ciudadanos soviéticos poseían un nivel de vida bastante aceptable, aunque fuese menor al de los países occidentales. Eso se debe fundamentalmente a dos factores:

1) El aumento sostenido del salario social. Un número cada vez mayor de prestaciones sociales y productos básicos como vivienda, sanidad, educación, alimentación, transporte público, turismo, suministro energético y guarderías eran gratuitos o estaban subvencionados en su mayor parte. Los gastos reales de una familia soviética se reducían casi únicamente a ropa y comida (que también estaba subvencionada). Es cierto que en los países occidentales también disfrutamos de una parte de ese salario social en forma de sanidad o niveles obligatorios de educación gratuitos (aunque en muchos casos no al mismo extremo que en la Unión Soviética), pero no en el resto de sectores indicados.

2) La inexistencia de inflación. La URSS reguló todos los precios y llevó a cabo una política de estabilidad de los mismos, de tal manera que, a pesar de que entre 1960 y 1980 el salario mínimo se cuadriplicó, en el mismo período el IPC aumentó de media sólo un 1,52% anual (frente a un 7,52% anual que aumentó en Estados Unidos). Además los precios de los productos de lujo se fijaron por encima de su valor, mientras que los de los bienes de primera necesidad se fijaron por debajo de él.

Para hacerse una idea de cuál era realmente el poder adquisitivo de los ciudadanos soviéticos conviene conocer los precios de los productos básicos: un periódico costaba 0,02 rublos; un billete de transporte público 0,05 rublos; un kilo de patatas 0,10 rublos; una entrada de cine infantil 0,15 rublos; un paquete de cigarrillos 0,16 rublos; una barra de pan 0,20 rublos; un litro de leche 0,30 rublos; un litro de gasolina 0,30 rublos; una comida de comedor público 1 rublo; la cuota mensual de mantenimiento de la línea telefónica 1,5 rublos; un kilo de carne de cordero 1,80 rublos; un kilo de carne de ternera 2 rublos; una comida en un restaurante 3 rublos; un kilo de carne de cerdo 3 rublos; una bicicleta 39 rublos; una aspiradora 44 rublos; unos vaqueros de hombre 90 rublos; unas botas de invierno 100 rublos; un ciclomotor 135 rublos; unas vacaciones en las costas ucranianas 250 rublos; una motocicleta 300 rublos; un televisor en color 750 rublos; un automóvil barato 4.000 rublos; un automóvil Volga de lujo 15.000 rublos...

En definitiva, los salarios soviéticos no sólo eran más que suficientes para que los ciudadanos pudieran vivir dignamente (aunque sin demasiados lujos), sino que incluso les permitía ahorrar; en todo el país los ahorros personales en los bancos aumentaron de 10.900 millones de rublos en 1960 a 46.600 millones en 1970, pasando a 156.600 millones en 1980 y a 202.100 millones en 1984. Los ahorros personales por persona en la Unión Soviética ascendían a 739,48 rublos, de media, en 1984. Sin embargo, la deuda total del país (pública y privada) en 1990 era de 27.300 millones de dólares, alrededor de sólo un 1% del PIB.


h) Situación laboral:

El desempleo en la URSS fue prácticamente inexistente durante toda su historia, incluso en períodos como el de la gran depresión en el que Estados Unidos se enfrentó a un 23% de paro. Ni siquiera eran necesarias las oficinas de empleo, que sólo se crearon en 1988 en el marco de las reformas de la perestroika. E incluso en el punto álgido de tal proceso (1991) el desempleo en Rusia sólo llegó al 0,1%, alcanzando el 8,2% en 2009, una vez que la economía ya era plenamente capitalista.

Los trabajadores de la Rusia zarista trabajaban de 10 a 12 horas diarias y seis días a la semana (entre 60 y 72 horas por semana), y por ello uno de los primeros decretos adoptados inmediatamente después de la revolución de Octubre de 1917 fue establecer la jornada laboral de ocho horas diarias a lo largo de 40 horas semanales. Era un derecho que anteriormente sólo se había conquistado en Uruguay (en 1915) pero que después de la revolución bolchevique sería reconocido en la mayoría de los países occidentales, no sin una dura lucha por parte del movimiento obrero de cada nación: en Alemania en 1918; en Francia, España, Portugal y Dinamarca en 1919; en Bélgica en 1924; en Estados Unidos en 1937...

Los trabajadores que sufrían lesiones o enfermaban tenían garantizado su empleo y se les pagaba un subsidio durante su baja, un derecho en cuyo reconocimiento la URSS también fue pionera.

Las vacaciones garantizadas en la URSS eran de entre 12 y 48 días laborables, de entre 24 y 48 para los trabajos más duros y de 48 días para el personal docente. En la década de 1970 los trabajadores soviéticos tenían, de media, 21 días laborables de vacaciones (un mes), y los balnearios, los complejos vacacionales y los campamentos para niños eran gratuitos o estaban subvencionados.

En total, las horas trabajadas al año por persona empleada en la URSS en 1973 eran 1.791, frente a las 2.150 horas de España, las 1.804 de Alemania, las 1.930 de Suiza o las 2.042 de Japón.

Las pensiones en la URSS eran bajas, pero la jubilación se producía a los 60 años (o a los 25 años de servicio) en el caso de los hombres y a los 55 años (o a los 20 años de servicio) en el caso de las mujeres. En la mayor parte de los países occidentales (Estados Unidos, España, Canadá, Reino Unido, Finlandia, Países Bajos...) la jubilación se producía a los 65 años, y en otros países incluso más tarde (en Dinamarca, por ejemplo, se producía a los 67 años).


i) Vivienda:

Un fenómeno tan común en los países capitalistas como los sin techo no existía en la Unión Soviética. Los ciudadanos soviéticos tenían derecho a una vivienda digna, y, a diferencia de lo que sucede en los Estados burgueses, era un derecho efectivo. Al ser el suelo propiedad del Estado todas las construcciones corrían a su cargo y eran de su propiedad. Los soviéticos no podían comprar una vivienda en propiedad, sino que se las alquilaba el Estado por un precio simbólico. Además, en el acceso a la vivienda no había segregación según los ingresos. Con la excepción de algunos barrios que estaban reservados para los cargos oficiales elevados, en una misma vecindad podían coincidir directores de fábrica, enfermeras, profesores universitarios y porteros, todos viviendo puerta con puerta.

El precio de los alquileres de los apartamentos estatales permaneció invariable desde 1928. En el caso de un apartamento para cuatro personas dicho precio rondaba los 15 rublos mensuales en 1977, de los cuales sólo seis eran para el alquiler propiamente dicho y el resto estaba destinado al pago de la calefacción, el agua caliente, la electricidad y el gas. En 1985, de media, las familias soviéticas gastaban sólo un 5% de sus ingresos en el alquiler, frente al entre 20% y 30% que gastaban los estadounidenses y británicos en esa misma época, o el 40% que gastamos hoy los españoles.


j) Alimentación:

La alimentación de los soviéticos mejoró considerablemente desde la revolución, llegando a ser, según estimaciones de la FAO, la séptima mejor del mundo a mediados de la década de 1980. Según un informe de la la CIA de 1983 los soviéticos y estadounidenses consumían una cantidad de alimentos parecida, aunque la dieta soviética era algo mejor.

En 1913 el pan componía el 58% de la dieta de los rusos, mientras que la carne sólo representaba el 7%. En 1990 este porcentaje se redujo al 23% en el caso del pan, y aumentó al 13% en el caso de la carne, para luego descender al 29% y al 10,5% respectivamente en 1998, tras la adopción de una economía de mercado. En 1981 la URSS tenia un consumo de carne superior a países como Noruega, aunque inferior a otros países como la Checoslovaquia socialista.

Entre 1917 y 1980 el consumo de pescado de los soviéticos se multiplicó por 3,75 veces. En 1981 la URSS consumía 2,25 veces más pescado que Estados Unidos.

En 1913, con el zarismo, el consumo calórico per cápita de los rusos era de 2.109 kilocalorías diarias, pasando a 3.182 kilocalorías diarias en 1990, un 150,88% más. Tras la vuelta del capitalismo el consumo calórico por persona paso a ser de 2.471 kilocalorías en 1998, un 77,66% del nivel de 1990.

Esa mejora en la alimentación tuvo un efecto espectacular en la estatura de los soviéticos. La estatura promedio de los hombres rusos nacidos en 1913 era de aproximadamente 1,67 metros, inferior a los 1,72 metros de los hombres estadounidenses en 1910. A fines de la década de 1960, los hombres en la URSS y en los Estados Unidos alcanzaron una misma altura promedio, de aproximadamente 1,77 metros, y la altura femenina en la Rusia soviética excedió a la de las estadounidenses en aproximadamente un centímetro. Aumentar la estatura de los ciudadanos durante un proceso de industrialización fue algo inédito que no había ocurrido en el Reino Unido o en los Estados Unidos, por ejemplo, durante sus respectivos procesos de industrialización.


k) Sanidad:

La Unión Soviética fue el primer país del mundo que instauró un sistema sanitario gratuito y universal. Iniciado en 1920 a instancias de Nikolai Semashko, fundador del partido bolchevique y comisario (ministro) de Sanidad desde 1918 hasta 1930, el sistema fue mejorándose a lo largo de los años hasta que la Constitución soviética de 1977 consagró el derecho de todos los habitantes del país a ser atendidos en cualquier centro de salud y hospital del país de manera gratuita. La cobertura sanitaria, por tanto, era total para toda la población, y estaba considerado uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Su calidad llegó hasta el punto de ser pionero en las técnicas de trasplantes de órganos, y gracias a él la URSS consiguió erradicar completamente enfermedades como la viruela, la peste, el cólera o el paludismo, y redujo enormemente la incidencia de la poliomielitis, la difteria o la tos ferina.

En 1970 la URSS tenía la mayor proporción de médicos por habitante del mundo, contando con 23,8 médicos por cada 10.000 personas frente a los 15,8 de los Estados Unidos.

Entre 1913 y 1969 el número de camas de hospital en la URSS se multiplicó por 8,15 veces, pasando de 1,3 camas por cada 1.000 habitantes en 1913 a 10,6 camas en 1969 (frente a las 8,2 camas por cada 1.000 habitantes de los Estados Unidos).

En 1913 Rusia tenía 918 hospitales urbanos y 2.074 hospitales rurales, y en 1989 tenía 6.976 hospitales urbanos y 5.786 hospitales rurales (en 2012 las cifras se habían vuelto a reducir a 4.956 hospitales urbanos y 1.216 hospitales rurales).


l) Esperanza de vida:

La esperanza de vida de Rusia en 1900 era de 30,5 años, inferior a la media mundial de ese entonces, de 32 años. Tras la revolución la esperanza de vida aumentó hasta los 59,4 años en 1953, y hasta los 68,4 años en 1965 (15,2 años superior a la media mundial). En esa fecha la esperanza de vida había aumentado en la URSS con respecto a 1900 en 37,9 años y se había más que duplicado, mientras que la media mundial aumentó en sólo 21,2 años. En 1987 la esperanza de vida aumentó muy ligeramente, representando para ese año 68,8 años (5,3 años superior a la media mundial).

Tras la adopción de una economía de mercado la esperanza de vida en Rusia se redujo considerablemente, siendo en el año 2002 unos 3,8 años inferior al nivel de 1987.


m) Mortalidad infantil:

En 1913 la tasa de mortalidad infantil en Rusia era de 269 niños de cada 1.000, y en 1985 la cifra había descendido hasta 22 de cada 1.000, es decir, la tasa se redujo en más de 12 veces en 72 años. Aun así seguía siendo una tasa superior a la del resto de países desarrollados y de Europa del Este debido a que la tasa de mortalidad infantil de las repúblicas soviéticas de Asia Central era históricamente más elevada, lo que hacía subir la media del país (48,9 en Tayikistán, frente a los 13,1 de Bielorrusia o los 11,5 de Lituania, por ejemplo).


n) Educación:

El acceso a la educación, comenzando por la guardería y terminando por la universidad, era un derecho universal y gratuito en todas sus etapas salvo en la educación infantil, donde las familias debían pagar un 20% de los gastos. El estudiante universitario no sólo no tenía que pagar por la matrícula, sino que además recibía un salario para su propio mantenimiento. En cuanto al material escolar, lo proporcionaba el Estado de forma gratuita en todas las etapas educativas.

La tasa de alfabetización en la Rusia zarista era del 28,4% en 1897, siendo del 16,6% para las mujeres y del 40,3% para los hombres, habiendo una clara diferencia entre la tasa de alfabetización en las zonas urbanas (57%) y la de las zonas rurales (23,8%). En 1939 la tasa de alfabetización en la URSS pasó a ser del 87,4%, la tasa en las mujeres pasó a ser del 81,6%, en los hombres al 93,5%, en las zonas urbanas al 93,8% y en las zonas rurales al 84%. Para 1970 el analfabetismo en las personas de entre 9 y 49 años fue prácticamente erradicado en toda la URSS, tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

La educación también llego a zonas marginadas por el zarismo, y el gobierno soviético hizo un esfuerzo coordinado para fomentar la educación y la expresión cultural de los más de cien grupos nacionales que constituían la Unión Soviética. Por ejemplo, en Tayikistán en 1897 solo el 2,3% de los ciudadanos entre 9 y 49 años sabían leer, pero para 1939 la cifra pasó al 82,8% y en 1959 al 96,2%. En Uzbekistán en 1897 la tasa de alfabetización era del 3,6% solamente, y para 1939 pasó al 78,7% y en 1959 era ya del 98,1%. En las distintas repúblicas soviéticas los alumnos eran libres de elegir el ruso o su propia lengua materna como su idioma de alfabetización.

El socialismo consiguió en la URSS reducir más rápidamente el analfabetismo que en cualquier otro país del mundo. Por comparar, si hubiera continuado existiendo el zarismo hubiera tardado entre 150 y 300 años en eliminarlo.


ñ) Formación:

Una de las razones que hizo aumentar tanto los salarios es el número creciente de ciudadanos con una formación especializada. Así, frente a los 112.000 de 1914, en la escuela secundaria había 641.000 estudiantes en 1941. Además en este mismo año había 1.750.000 jefes de empresa y administrativos; 35.000 directores y administradores de empresas específicamente industriales; 250.000 ingenieros y arquitectos; más de 800.000 técnicos industriales; 820.000 economistas y estadistas; 580.000 presidentes de cooperativas; 19.000 directores de granjas estatales; 80.000 agrónomos y 96.000 técnicos industriales. Todas estas profesiones representaban en 1941 a un 7% de la mano de obra. En 1965, y con una población urbana de más de 100 millones de ciudadanos (un 55% del total), había 75 millones de obreros industriales, 11 millones de estudiantes cursando estudios superiores (dos millones en 1940), seis millones de profesores, dos millones y medio de científicos e investigadores, cuatro millones de sanitarios y casi dos millones de funcionarios. En total las personas de cualificación media-alta en 1965 eran más de 25 millones de personas, lo que representa el 22% de la población activa.


o) Ciencia y tecnología:

La ciencia soviética sobresalió a nivel mundial en varios campos como las matemáticas, la física o la química, y tuvo entre sus representantes a gente de la talla de Vladimir Demijov (pionero en la ciencia de los trasplantes), Zhores Alfiorov (político comunista y ganador del premio Nobel de Física por desarrollar heteroestructuras de semiconductores usadas en la optoelectrónica y electrónica de alta velocidad), Serguei Lebedev (padre de la informática soviética), Vitali Guinzburg (ganador del premio Nobel de Física junto a Aleksei Alekseyevich Abrikosov por sus contribuciones pioneras a la teoría de los superconductores y superfluidos), Lev Landau (premio Nobel de Física por sus teorías sobre la materia condensada), Aleksandr Projorov (premio Nobel de Física junto a Nikolai Basov por sus trabajos en electrónica cuántica que condujeron a la invención del láser y el máser), Pavel Cherenkov (premio Nobel de Física junto a Ilia Frank y Igor Tam por explicar la radiación que lleva su nombre), Piotr Kapitsa (premio Nobel de Física por descubrir la superfluidez), Nikolai Semionov (premio Nobel de Química por sus estudios de los mecanismos de las reacciones químicas), Igor Kurchatov (experto en física nuclear y miembro del Soviet Supremo de la URSS), Leonid Kantorovich (ganador del premio Nobel de Economía por sus teorías sobre la asignación óptima de recursos escasos) y Andrei Kolmogorov (matemático fundador de la teoría de la complejidad algorítmica).

La URSS impulsó y desarrolló multitud de proyectos científicos y tecnológicos que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad. Sin duda el más sobresaliente fue el programa espacial soviético, pionero en el campo de la exploración del espacio. Aunque no fuesen los primeros en pisar la Luna, los soviéticos lanzaron el primer satélite artificial (el Sputnik I, en 1957); enviaron al primer animal al espacio (la perra Laika, en 1957), al primer hombre (Yuri Gagarin, 1961) y a la primera mujer (Valentina Tereshkova, 1963); hicieron las primeras fotografías de la cara oscura de la Luna (1959); realizaron el primer paseo espacial (Alexei Leonov, en 1965); consiguieron el primer aterrizaje de una nave en la Luna (la sonda Luna 9, en 1966), en otro planeta (la sonda Venera 7 en Venus, 1970) y en Marte (la Mars 3, en 1971); y construyeron la primera estación espacial (la Salyut I, en 1971) y la primera estación de investigación en estar habitada de forma permanente (la Mir, en 1986). Fruto de todo ello fueron multitud de innovaciones en ingeniería aeroespacial como, por ejemplo, el motor de cohetes más potente del mundo, el RD-170, fabricado por primera vez en 1985, o el primer avión supersónico de pasajeros (el Tupolev TU-144, en 1969).

Otro terreno científico en el que la Unión también sobresalió fue la informática, desarrollando desde las computadoras BESM en 1952 hasta los microprocesadores Elbrus en 1973, pasando incluso por videojuegos como el famoso Tetris (1984). La primera computadora programable de la Europa continental fue la soviética MESM, fabricada en 1949.

La Unión Soviética también fue pionera en el desarrollo de la telefonía móvil en la década de 1950 (a través de las innovaciones del ingeniero Leonid Kupriyanovich), en domótica (proyecto Sphinx, 1987), en energía nuclear (construyeron la primera central nuclear del mundo en 1954), en prospección científica (el pozo superprofundo de Kola se inició en 1970 y se abandonó en 1989 al alcanzar los 12 kilómetros de profundidad) o en la fabricación de caucho sintético (la URSS fue el primer país que lo produjo de forma industrial en 1932).


p) Cultura:

Las subvenciones estatales mantenían el precio de libros, periódicos y acontecimientos culturales al mínimo. Como resultado los trabajadores a menudo disponían de sus propias bibliotecas, y una familia soviética estaba suscrita a cuatro periódicos de media. Los ciudadanos de la URSS tenían más libros y veían más películas que cualquier otro pueblo del mundo, según la UNESCO. Cada año, el número de personas que visitaban museos casi igualaba a la mitad de la población, y la asistencia a teatros, conciertos y otras representaciones sobrepasaba a la población total. En 1970 hubo 4.650 millones de asistentes a las salas de cine soviéticas, mientras que la taquilla estadounidense en ese mismo año fue de 920 millones.


q) Arte:

En materia artística la URSS sobresalió en música (compositores como Dimitri Shostakovich, Serguei Prokofiev y Aram Khachaturian, e innovaciones como el theremín en 1928), cine (Serguei Eisenstein, Lev Kuleshov, Vsevolod Pudovkin y Dziga Vertov) o literatura (Mijail Sholojov, premio Nobel de literatura y diputado del Soviet Supremo de la URSS).


r) Consumo:

Gracias al aumento de los salarios y a la estabilidad de precios, desde mediados de la década de 1960 los soviéticos experimentaron un aumento significativo en su nivel material. Pese a que su consumo per cápita siguió siendo más bajo que el de los Estados Unidos, la población soviética aumentó su consumo con una rapidez mayor que ninguna otra sociedad del mundo, pasando de representar el 37% del estadounidense a mediados de la década de 1960 a representar el 42% en 1981.

En 1965, por cada 100 familias, 32 tenían un televisor, pero para 1981 eran 95 familias. En 1985, 99 de cada 100 familias en la URSS tenían televisión y radio, tanto en zonas rurales como urbanas, e incluso uno de cada diez hogares en las zonas urbanas tenían dos televisores. En 1965, 17 de cada 100 familias tenían una nevera, pasando a ser 92 familias de cada 100 para 1985, tanto en zonas rurales como urbanas. En 1981 el 78% de los hogares urbanos tenían una lavadora, frente a apenas un tercio en 1965. En 1965 un 11% de las familias soviéticas tenían una aspiradora, y un 4% una grabadora; en 1981 esta cifra aumentó a un 39% y a un 33% respectivamente.

Este aumento en el consumo de electrodomésticos fue posible también gracias al aumento de la producción de bienes de consumo. La producción de televisores aumentó de más de 3,5 millones en 1965 a más de 8 millones en 1981; en el mismo período la producción de frigoríficos aumentó de 1.675.000 a casi seis millones, y la producción de aspiradoras pasó de 800.000 a 3.359.000. Incluso productos relativamente modernos como las grabadoras aumentaron su producción de 453.000 a 3.216.000.
"Nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos" (Karl Marx, 1850).

Hoy día importa más el quién que el qué, lo que se dice que lo que se hace, y quién lo dice que lo que se dice.
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Asimov
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Al analizar el éxito soviético y su trascendencia no basta con examinar la repercusión económica y social que tuvo dentro de sus fronteras, también es necesario echar un vistazo al impacto que tuvo a nivel global, que es un aspecto de la historia que a menudo tiende a olvidarse pero que sin duda tiene una relevancia importante en varios aspectos.

Para empezar, a partir de 1917 la clase empresarial de todo el mundo sintió por vez primera el miedo a perder sus privilegios, y a partir de entonces estuvo dispuesta a hacer determinadas concesiones sociales con tal de evitarse males mayores. Ya he mencionado la instauración global de la jornada de ocho horas, pero otro buen ejemplo a ese respecto fue la salud pública. Si bien algunos gobiernos occidentales, presionados por el movimiento obrero, ya habían intentado crear un sistema sanitario que protegiese eficazmente a la clase trabajadora, la URSS fue el primer país que comenzó a implementar una red sanitaria que era al mismo tiempo pública, universal y gratuita. El Reino Unido, inspirándose en el modelo soviético, fundó en 1948 el Servicio Nacional de Salud (NHS), lo que daría el pistoletazo de salida para que otros países occidentales implantasen sistemas similares. La preocupación del gobierno soviético por la salud pública fue tal que llegó a proponer a la OMS en 1958 el plan global de vacunación que logró erradicar la viruela en todo el planeta, una enfermedad que mató en torno a 300 millones de personas sólo durante el siglo XX pese a que la vacuna era conocida desde hacía 162 años. La URSS lideró la campaña de vacunación produciendo 25 millones de dosis que serían enviadas a países de todo el globo, y en 1980 la OMS declaró la enfermedad oficialmente erradicada en el mundo.

La sanidad pública es sólo uno de aspectos del llamado "Estado del bienestar" con el que las élites occidentales pretendían garantizar unos derechos sociales mínimos de los ciudadanos, y que incluía toda una serie de políticas que ya se habían comenzado a implantar en la URSS: la seguridad social, el sistema de pensiones públicas, etc. Es complicado negar la relación que existe entre el nacimiento del Estado del bienestar y la amenaza que suponía la URSS para las élites políticas y económicas que lo impulsaron, habida cuenta que dicho modelo nació al término de la segunda guerra mundial, cuando el socialismo ya dominaba medio mundo y las ideas comunistas se extendían entre un Occidente en ruinas, y que comenzó su declive (y a iniciarse su desmantelamiento) a partir de la ofensiva liberal protagonizada por Reagan y Tatcher en la década de 1980, coincidiendo con la perestroika de Gorbachov y el principio del fin de la URSS. Sin duda es todo un éxito de la propaganda liberal el haber conseguido que una gran parte de la sociedad occidental identifique al Estado del bienestar con el sistema capitalista, asimilando ambos conceptos como indisociables, pero lo cierto es que el Estado del bienestar nació precisamente para paliar los estragos que la economía de mercado causaba entre sus víctimas (la clase trabajadora) desde hacía siglos. A fin de cuentas el Estado del bienestar no constituye más que una breve anomalía en la larga historia de las sociedades capitalistas, la mayor parte de las cuales jamás han disfrutado de nada parecido. Y por supuesto, derechos como la jornada de ocho horas, los salarios mínimos, los convenios colectivos en los que se regulan unas condiciones básicas de trabajo, el acceso público, gratuito y universal a la educación y a la sanidad, las pensiones públicas... no son avances que se hayan dado gracias al capitalismo, sino a pesar de él. Son conquistas ganadas por la lucha de los trabajadores occidentales a lo largo de muchos años y de mucha sangre. En esa lucha también se inscribe la misma existencia de la URSS y la amenaza que ésta suponía para el orden burgués vigente.

Otro aspecto de la influencia soviética en el mundo, está vez más directa, fue la política exterior de sus distintos gobiernos. La URSS apoyó activamente a los movimientos de liberación nacional de aquellos pueblos que se encontraban sojuzgados por las potencias imperialistas occidentales. El principio comunista del derecho de autodeterminación de las naciones, formulado por primera vez por Lenin en 1914 y en virtud del cual el primer gobierno bolchevique no dudó en conceder motu proprio la independencia a Finlandia tras la revolución de Octubre, fue aceptado mundialmente en años posteriores hasta llegar a ser incorporado a la legislación internacional que reguló el fin del colonialismo. Fue la presión de la URSS y del resto de países socialistas en las Naciones Unidas la que consiguió incluir dicho principio en las resoluciones 1514 y 1541 de la ONU en 1960, que impulsaron la descolonización, así como en los pactos internacionales de derechos humanos (pactos de Nueva York) de 1966.

Igualmente la Unión Soviética asistió políticamente de forma habitual a regímenes democráticos y/o revolucionarios, y frecuentemente les proporcionó ayuda militar ante el ataque de otras potencias imperialistas. Así, apoyó al Ejército Popular de Liberación contra el dictador Chiang Kai-shek durante la guerra civil china; ayudó a Cuba en 1962 para impedir que fuese invadida por Estados Unidos; al gobierno revolucionario de Vietnam del Norte durante la guerra en aquel país; a la guerrilla rebelde congoleña en su lucha contra el dictador Mobutu a principios de la década de 1960; a los revolucionarios etíopes contra el emperador Haile Selassie en 1974; al Movimiento Popular de Liberación de Angola y en contra del régimen sudafricano del apartheid entre 1975 y 1991; a Vietnam frente al régimen de Pol Pot y los Jemeres Rojos camboyanos (apoyados por Estados Unidos) entre 1978 y 1989; y al gobierno sandinista de Nicaragua entre 1980 y 1990 frente a las fuerzas terroristas de la Contra apoyadas por Estados Unidos.

Del mismo modo la Unión Soviética se posicionó siempre activamente contra el fascismo, llegando a impulsar en la Internacional Comunista la idea de los frentes populares, una exitosa política de alianzas electorales con otras fuerzas políticas de izquierdas e incluso de derechas con el fin de frenar al fascismo en todos los países en los que éste avanzaba políticamente. También fue el gobierno soviético el único que ayudó militarmente en 1936 a la república española cuando sufrió un golpe de Estado fascista apoyado por Hitler y Mussolini, mientras los gobiernos de las potencias capitalistas occidentales miraban hacia otro lado. La propaganda anticomunista suele esgrimir el pacto de no agresión entre la URSS y la Alemania nazi, firmado en vísperas de la segunda guerra mundial, como una prueba de la supuesta buena sintonía existente entre Hitler y Stalin o incluso como la "demostración" de que el socialismo y el fascismo son sistemas íntimamente relacionados. Se olvida convenientemente que dicho pacto sólo se llevó a cabo después de que las potencias occidentales firmasen con Hitler el acuerdo de Munich en 1938, en el que se dio vía libre a Alemania para hacerse con parte de Checoslovaquia (tras haberse anexionado ya Austria), y después de que Stalin hiciese varias propuestas de alianza contra Alemania a Francia y el Reino Unido que fueron sistemáticamente ignoradas por parte de occidente, con la esperanza de que la siguiente víctima de Hitler fuese la propia URSS. El pacto de no agresión germano-soviético fue la única forma que tuvo la Unión Soviética de ganar tiempo ante una Alemania ya decidida a expandirse militarmente hacia el Este incluso a costa de una nueva guerra mundial, como finalmente sucedió.

Por otro lado es indudable que sin la URSS jamás se hubiese producido la victoria aliada en la segunda guerra mundial. No sólo fue el país que más víctimas sufrió en el conflicto (en torno a 27 millones de personas, nada menos que el 13% de su población), además la batalla de Stalingrado marcó un punto de inflexión en la guerra y fue el principio del fin de la Alemania nazi. Tanta importancia tuvo esa batalla que sólo en ella murieron más soldados alemanes que en todo el frente occidental. Un sondeo del IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública) realizado al término de la segunda guerra mundial mostraba que un 57% de los ciudadanos franceses consideraba que la nación que más había contribuido a la derrota de Alemania había sido la URSS, mientras que sólo un 20% creía que había sido Estados Unidos. El mismo sondeo realizado en 2004, casi sesenta años después, mostró los mismos resultados pero a la inversa: sólo un 20% consideraba mayor la contribución soviética, frente a un 58% de franceses que responsabilizaba de la victoria a Estados Unidos. Entre un sondeo y otro, por supuesto, hubo varias décadas de propaganda cultural estadounidense.

Otra acusación habitual contra la URSS es la de llevar a cabo una política exterior "imperialista" y "expansionista". Pero si hay algo que caracteriza al imperialismo es la explotación de los recursos de la colonia sometida al poder de la metrópoli, de tal manera que en la práctica siempre se produce una transferencia de riqueza de la primera a la segunda. El supuesto "imperialismo" de la URSS era tan radicalmente diferente al imperialismo tradicional de las potencias capitalistas que esa habitual transferencia de riqueza se producía a la inversa: era el centro más rico (Rusia) el que subvencionaba a las repúblicas socialistas soviéticas más pobres, y al mismo tiempo era la URSS quien subvencionaba al resto de Estados socialistas de su órbita política. Prueba de ello fueron los enormes problemas económicos que sufrió Cuba durante el llamado “período especial”, a principios de la década de 1990, es decir, tras la disolución de la URSS y del COMECON, la organización de cooperación económica formada en torno a la Unión Soviética y el resto de países socialistas y de la que Cuba tanto se benefició.

En cuanto al supuesto expansionismo militar de la URSS, tras la segunda guerra mundial el gobierno soviético sólo intervino militarmente en Hungría (1956), Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979-1989). Las dos primeras intervenciones se produjeron en países que ya formaban parte del pacto de Varsovia, y causaron un total de 8.000 víctimas en el primer caso y 200 en el segundo. Es ilustrativo comparar dichas intervenciones militares con las que realizó Estados Unidos durante el mismo período, la mayor parte de las mismas bastante lejos de su esfera de influencia política: Corea (1950-1953, donde Estados Unidos bombardeó masivamente el norte del país y destruyó todas sus ciudades), Cuba (1961, 2.000 víctimas), República Dominicana (1965, 5.000 víctimas), Vietnam (1963-1973, tres millones de víctimas), Laos (1968-1972, 150.000 víctimas) y Camboya (1968-1972, 250.000 víctimas).

En cuanto a la intervención soviética en Afganistán, mucho más larga y sangrienta que las de Hungría y Checoslovaquia, se produjo a petición del propio gobierno afgano y con el fin de defenderle de la invasión de un ejército de integristas islámicos armados y reclutados por todo el mundo a través de la CIA (Operación Ciclón) que tenían como objetivo derrocar al gobierno legítimo surgido de la revolución de Saur. En el Afganistán de 1970 alrededor del 97% de las mujeres y del 90% de los hombres eran analfabetos; en torno al 5% de los propietarios poseían más del 50% de las tierras fértiles; sobre 17 millones de habitantes había 35.000 obreros pero 250.000 mulás; apenas había infraestructuras o industria; la esperanza de vida era de 42 años, y la mortalidad infantil era la más alta del mundo; la mitad de la población sufría tuberculosis, y una cuarta parte malaria. La revolución de Saur de 1978 (que pilló tan de sorpresa a occidente como a la Unión Soviética, según reconocía la revista Time en su número de enero de 1980) intentó cambiar ese escenario iniciando un programa de transformaciones profundas del país: canceló deudas, préstamos e hipotecas que los campesinos habían tomado de usureros; se hizo un decreto para "garantizar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres en el ámbito del derecho civil y eliminar las injustas relaciones feudales patriarcales entre esposa y marido"; ilegalizó los matrimonios por dinero o forzados; distribuyó gratuitamente las tierras confiscadas a los señores emigrados y a la familia real para los campesinos sin tierra. También fueron legalizados los sindicatos, se estableció un salario mínimo, un impuesto a la renta progresivo, se redujo el precio de alimentos de primera necesidad, se prohibió el cultivo del opio, se promovieron cooperativas campesinas; se inició una campaña de alfabetización y se proyectó desarrollar las industrias pesada y ligera. El nuevo gobierno fue reconocido internacionalmente, también por la URSS, con quien Afganistán firmó un tratado de cooperación civil y militar. Fue en virtud de ese tratado por el que el gobierno revolucionario afgano pidió ayuda a la Unión Soviética cuando se encontró acosado por la agresión armada de miles de fundamentalistas islámicos entrenados y armados en Pakistán. Se estima que el gobierno de los Estados Unidos invirtió en dicha operación aproximadamente 40.000 millones de dólares, y el propio consejero de Seguridad Nacional de Reagan, Zbigniew Brzezinski, confesó en una entrevista concedida en 1998 al semanario francés Le Nouvel Observateur que el objetivo último de la misión era precisamente provocar que la Unión Soviética se involucrase en un conflicto armado que la desangrase no sólo en un sentido real sino también económico:

"Fue el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina para los opositores al régimen prosoviético de Kabul. Y ese día yo escribí una nota al presidente donde le explicaba que en mi opinión esa ayuda provocaría una intervención militar de los soviéticos. (...) Nosotros no empujamos a los soviéticos a intervenir, pero incrementamos conscientemente la probabilidad de que lo hicieran. (...) Aquella operación secreta era una excelente idea. Su efecto fue que atrajo a los rusos a caer en la trampa afgana. (...) El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera, yo le escribí al presidente Carter diciéndole sustancialmente: 'ahora tenemos la oportunidad de darle a la URSS su guerra de Vietnam'. (...) ¿Qué es lo más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?"

Esos "locos islamistas" a los que se refería Brzezinski no eran otros que Al Qaeda y otras organizaciones yihadistas que fueron creadas, financiadas, armadas y entrenadas por la CIA para enfrentarse al Ejército Rojo soviético. Afganistán se convirtió así en un gigantesco campo de entrenamiento para integristas islámicos procedentes de todo el mundo, que tras el conflicto volverían a sus países para continuar la guerra santa por su cuenta, encuadrados en diferentes organizaciones armadas. El surgimiento del terrorismo internacional yihadista era una contingencia que, como acabamos de ver, preocupó más bien poco a un gobierno estadounidense cuya prioridad en ese momento era el hundimiento económico de la URSS por los medios que fuesen necesarios para así "demostrar" el fracaso del socialismo.

La lucha soviética contra el fundamentalismo religioso no se limitó sólo a la guerra de Afganistán sino que es otro aspecto en el que la URSS también influyó decisivamente a nivel mundial. Ya en 1927 el gobierno de Stalin había implantado el Hujum, un programa de acciones políticas llevado a cabo en las repúblicas soviéticas del Asia Central para erradicar la sharia islámica y defender los derechos de las mujeres. El éxito de la campaña fue tan notable que incluso puede seguir percibiéndose hoy en día en dichos países, donde la presencia de determinados símbolos del fundamentalismo islámico (como el hijab) están mucho menos presentes que en otros países de mayoría musulmana. Previamente, en 1919, se había formado el Zhenodtel, la sección del partido comunista dedicada a los asuntos de la mujer, cuyo papel principal era luchar por los derechos de las mujeres y propagar las victorias que habían sido adquiridas. El Zhenotdel se dedicaba a la tarea de educar a las mujeres de todas la regiones de la Unión Soviética acerca de sus nuevos derechos políticos, económicos y laborales, y en la parte centro-asiática de la URSS el Zhenotdel hizo una campaña de emancipación de la mujer musulmana que incluía el abandono del hijab y el burka.

No hay que olvidar que en 1917 el gobierno bolchevique ya había proclamado la igualdad absoluta entre las mujeres y los hombres respecto a todos los derechos civiles y políticos, lo que incluía el derecho al voto y a ser votado para un cargo público; no es casualidad que la primera mujer en el mundo en ser elegida como ministra en ese mismo año fuese la comunista Alexandra Kollontai. Pese a que en el imaginario occidental se responsabilice en exclusiva a las sufragistas burguesas de la conquista del derecho al voto femenino, lo cierto es que antes de la revolución bolchevique sólo estaba reconocido en cuatro naciones (Noruega, Dinamarca, Australia y Nueva Zelanda), pero después de la revolución de 1917 lo reconocieron la mayor parte de los países occidentales: Reino Unido y Alemania en 1918, y Estados Unidos en 1920. Algunos países lo harían mucho más tarde, como por ejemplo España (1931) o Francia (1944).

La igualdad soviética de la mujer incluía también, al igual que en el caso de los hombres, la obligación de trabajar. Las mujeres podían hacerlo sin restricción alguna: ejercían como obreras industriales, médicas cirujanas, profesoras, científicas e incluso astrónomas, y por supuesto lo hacían recibiendo el mismo salario que los hombres. Así, casi una tercera parte de los jueces ordinarios soviéticos eran mujeres, al igual que una tercera parte de los parlamentarios o un 70% de los médicos. Un 85% de las mujeres soviéticas en edad de trabajar lo hacían en 1974, comparado con el 50% en los Estados Unidos en esa misma época.

También en 1917 las ciudadanas soviéticas obtuvieron el derecho al divorcio; se efectuaba de inmediato si ambas partes estaban de acuerdo en llevarlo a cabo, y únicamente se llegaba a juicio si era sólo una de las partes quien lo solicitaba, con independencia de que fuese el hombre o la mujer. Además a las mujeres divorciadas se les otorgó el derecho a recibir un ingreso por parte de sus ex maridos, modelo que luego fue copiado por el resto del mundo. La ley sobre el matrimonio civil también permitió a la mujer conservar su apellido de soltera, posibilitándose que las familias llevaran el apellido materno o paterno, según la decisión que tomara la propia pareja. Fue un avance tan inédito por entonces que todavía hoy no ha llegado a la mayor parte de países del planeta.

En 1920 se legalizó el aborto y por primera vez en la historia las mujeres pudieron acceder a él de manera digna, segura y gratuita en los hospitales públicos, algo que, de nuevo, es todavía hoy difícil de imaginar en la mayor parte del mundo.

En 1947 se instituyeron subsidios para las madres solteras, y también por primera vez en la historia la baja de maternidad pagada fue universal, es decir, aplicada a todas las mujeres sin importar su condición social, religión, color de piel, ni, por supuesto, que estuvieran casadas o no. Dicha baja creció paulatinamente desde entre dos y seis meses de duración en 1917 hasta el año y medio en 1970 y, al ser públicas las empresas, las mujeres no sufrían la discriminación laboral que padecen frecuentemente cuando la empresa es de titularidad privada.

Evidentemente no puede decirse que la desigualdad sexual fuese erradicada completamente de la URSS, como demuestra el hecho de que las tareas en el hogar siguieran recayendo mayoritariamente en las mujeres o que los derechos conquistados por las mujeres tuvieran también sus épocas de retroceso, particularmente durante el período estalinista (por ejemplo, el aborto volvió a ser ilegal entre 1936 y 1955). Pero no cabe duda de que la Unión Soviética fue pionera en la lucha por la igualdad sexual, y marcó la pauta para la emancipación de las mujeres trabajadoras en el resto del mundo.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Los marxistas tenemos un principio básico que es la autocrítica. Por ello, y pese a haber expuesto hasta ahora lo más positivo de la URSS, creo que lo honesto y objetivo es no esconder sus problemas y defectos, que como es lógico también los tenía. Forzosamente debía tenerlos, si tenemos en cuenta la dificultad de llevar a cabo un experimento socioeconómico de esa magnitud en un país de sus características: la Unión Soviética estaba formada por quince repúblicas, alrededor de cien nacionalidades y 287 millones de ciudadanos, y se extendía por toda Eurasia, desde el Báltico y el Mar Negro hasta el océano Pacífico, ocupaba 22,4 millones de kilómetros cuadrados (una sexta parte de la Tierra, 2,5 veces el área de Estados Unidos y seis veces la superficie de la India) y cubría casi la mitad de los husos horarios del planeta (11 de 24).

Además la revolución de Octubre se produjo en circunstancias realmente desfavorables: en un país con un atraso económico y social de varios siglos, entre una población mayoritariamente analfabeta que vivía en la miseria, diezmada por las matanzas de la primera guerra mundial, y que inmediatamente sufrió el ataque armado de los contrarrevolucionarios rusos aliados con las mayores potencias del planeta. Catorce países (entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Japón y China) enviaron un total de 150.000 soldados para luchar al lado del llamado ejército blanco ruso con el fin de derrocar al nuevo gobierno bolchevique. Lo intentaron durante cinco años y medio sin conseguirlo, pero por el camino arruinaron al país y provocaron alrededor de nueve millones de víctimas. Sin olvidar, por supuesto, la segunda guerra mundial posterior con sus 27 millones de ciudadanos soviéticos muertos y la destrucción de gran parte de su industria.

Otras experiencias socialistas posteriores también sufrieron adversidades parecidas. Fue el caso de Corea del Norte y Vietnam, cuyas revoluciones quedarían lastradas por la destrucción generalizada que realizó Estados Unidos en ambos países durante las décadas de 1950 y 1960, respectivamente. Lo mismo puede decirse de Cuba, donde la revolución convirtió al país en una potencia mundial en sanidad y educación a pesar de sufrir durante varias décadas el bloqueo económico y el ataque terrorista constante de la mayor superpotencia del planeta. No deja de llamar la atención el afán permanente de las potencias capitalistas en intentar "demostrar" el fracaso del socialismo a base de impedir su libre desarrollo con todo tipo de obstáculos económicos y agresiones armadas.

Con todo, y como decía, es cierto que la economía soviética sufría dificultades. En lo que respecta al consumo, una de las más evidentes era la falta de surtido. La mayoría de las veces la capacidad de elegir del consumidor se limitaba a una o unas pocas variedades de cada género. Además, la primacía de la producción sobre el consumidor y la rigidez del sistema provocaban en numerosas ocasiones la sobreabundancia de artículos no necesarios y la escasez de productos muy demandados. Dicha escasez era probablemente uno de los problemas más graves para los soviéticos. Por ejemplo, para acceder a la compra de un vehículo no bastaba con haber ahorrado la cantidad de dinero que valía, también era necesario esperar un turno que duraba varios años. Y el problema de la escasez no era exclusivo de los bienes de lujo, sino que en ocasiones afectaba también a productos básicos. Y si se corría la voz de que a un determinado punto de venta había llegado una partida de alguna mercancía que en ese momento escaseaba, los consumidores acudían en su busca y formaban largas colas en las puertas de las tiendas. Afortunadamente la escasez no llegaba al punto del desabastecimiento, salvo en momentos y lugares muy puntuales.

Uno de los bienes más importantes que escaseaban era la vivienda. Todavía en 1960 aproximadamente el 60% de las familias soviéticas vivía en komunalkas, amplios pisos para varias familias en las que la cocina y el baño eran compartidos. En 1956 Khrushov anunció que el Estado daría prioridad a la construcción de viviendas con la intención de que cada familia tuviese un apartamento no compartido con la fecha límite de 1970. A pesar de que entre 1956 y 1976 se construyeron en la URSS 44 millones de nuevas viviendas (2,2 millones de pisos al año, más que en ningún otro país del mundo), el anuncio de Krushov no se cumplió: en 1974 un 30% de la población continuaba viviendo en komunalkas. Por eso la construcción de nuevas viviendas no se detuvo, y sólo entre 1981 y 1985 se construyeron alrededor de diez millones de pisos más. El tamaño medio de los apartamentos soviéticos pasó de 42,3 metros cuadrados en 1960, a 56,4 metros cuadrados en 1985. La construcción de viviendas en la URSS alcanzó su máximo histórico en 1987, y tras la vuelta del capitalismo a Rusia la producción de viviendas se desplomó, siendo ésta en 2014 aún menor que en 1969.

La escasez, por otro lado, daba lugar a un problema derivado: la desigualdad en el acceso. Aunque la igualdad salarial en la URSS fuese mucho mayor que en los países capitalistas, lo cierto es que los dirigentes del Estado sí se beneficiaban de varios pluses no pecuniarios: la posibilidad de saltarse las listas de espera (para la adquisición de vivienda, por ejemplo), el disfrute de bienes propiedad del Estado (como el gran parque de vehículos de titularidad estatal), o el acceso a productos especialmente deficitarios (sobre todo productos de importación) en tiendas especiales restringidas a dirigentes del partido, o a calidades superiores de un bien universal (como la sanidad). Esa desigualdad al acceso no era privativa de los dirigentes soviéticos, sino que se extendía a cualquier trabajador de cualquier ramo de la economía: el carnicero tenía más facilidad para acceder a la carne, el trabajador de la fábrica de tabaco se cobraba un plus en cajetillas de cigarros, etc.

Otro gran problema de la economía soviética era el despilfarro de recursos y energía. Para producir 1.000 dólares de PIB se necesitaban 1.490 kilos de carbón en comparación a los 565 de Alemania occidental, una mala gestión que sólo era compensada por la enorme producción y las ingentes reservas de materia prima.

Por último, y pese a que la contaminación por persona en la URSS, sin incluir las emisiones de automóviles, era menor que en los Estados Unidos, lo cierto es que los costos por contaminación y empobrecimiento medioambiental en la URSS eran altísimos, y se dejaban sentir en multitud de aspectos: emisiones incontroladas de dióxido de azufre, peligrosos vertederos de residuos nucleares y de todo tipo, erosión del suelo, o el envenenamiento del lago Baikal y los mares Negro, Báltico y Caspio. Mención especial debe hacerse al desecamiento del mar de Aral a partir de la década de 1960, cuando el gobierno soviético decidió trasvasar los ríos que confluían en él y así desviar agua para regar los cultivos de algodón de Uzbekistán y Kazajistán, lo que constituyó una de las mayores catástrofes ecológicas del planeta (gracias a la cual, sin embargo, Uzbekistán se convirtió en uno de los mayores productores y exportadores de algodón del mundo).

Sin duda una gran parte de los problemas mencionados se debían a la falta de incentivos del sistema, algo que los propios ciudadanos soviéticos comprobaban a veces de forma bastante desagradable. Por poner un ejemplo bastante elocuente, los camareros de los restaurantes no tenían ninguna razón para mantener una adecuada atención al cliente, toda vez que no sólo no obtenían ninguna recompensa por ello sino que tampoco recibían ningún castigo: tenían garantizado el empleo con independencia de cómo desarrollasen su trabajo. Otra consecuencia un poco menos evidente de la ausencia de incentivos era la falta de innovación en la industria. En demasiadas ocasiones la innovación ponía en peligro la carrera de los directivos, y a menudo no les recompensaba arriesgarse. La presión para cumplir los objetivos de producción de los planes económicos desincentivaba la experimentación e incluso la introducción de mejoras tecnológicas, y a veces incentivaba la disminución de la calidad. Más aún: las fábricas bien gestionadas que cumplían el plan económico, o que lo superaban, con frecuencia recibían el castigo de una carga de trabajo aumentada.

Evidentemente todos estos problemas tuvieron sus efectos a largo plazo, y a mediados de la década de 1980 existían indicios preocupantes en la marcha de la economía soviética. Así, la producción siderúrgica y petrolera se estancó en el período 1980-1984. A pesar de sus éxitos en la carrera espacial o la industria nuclear, la URSS había terminado quedándose rezagada en sectores de alta tecnología, como la robótica, ordenadores, láser, telecomunicaciones o fibra óptica. Para frenar el estancamiento industrial se recurrió al empleo masivo de mano de obra, que terminó por hacer caer los índices de productividad. Además, la contratación de personal se hacía difícil debido al pleno empleo en el país; sin duda el elevado gasto militar, que representaba entre un 8 y un 15% del PIB y que apartaba a los trabajadores más capacitados de la industria civil, también tenía mucho que ver con este problema.

En lo que respecta al sector agrícola, en la década de 1980 la producción de cereales no registró alza alguna con respecto a la década anterior, pese a las grandes inversiones realizadas. La productividad agrícola era increíblemente baja a pesar de su alto grado de mecanización, hasta el punto de que el rendimiento por hectárea era unas siete veces menor que el registrado en el campo estadounidense. Dos tercios del equipo de procesamiento agrícola utilizado en la década de 1980 estaba anticuado, pues buena parte del mismo procedía de los decenios de 1950 y 1960. Nada menos que entre el 20% y el 50% de las cosechas de cereal, patata, azúcar, remolacha y frutas se echaba a perder antes de llegar a las tiendas. Incluso cuando los abastecimientos eran adecuados los retrasos en la entrega provocaban escaseces temporales, que generaban colas, acaparamiento de productos y racionamientos ocasionales. Así, un país históricamente exportador de productos agrícolas como la Unión Soviética, a pesar de copar las primeras posiciones mundiales en producción agrícola, tuvo que recurrir a la importación de cereales para satisfacer sus necesidades alimenticias desde 1971.

Hay que señalar que, con ser graves, la mayor parte de estos problemas, si no todos, eran mucho más fáciles de resolver con un sistema socialista que con uno de mercado. Por ejemplo, el problema del acceso a la vivienda en la URSS se solucionaba de la forma más lógica imaginable: simplemente construyendo más casas y distribuyéndolas entre la sociedad; pero esa lógica no se aplica en una economía capitalista, y de hecho en España el mercado no resuelve el mismo problema a pesar de haber casi tres millones de casas vacías a las que no se les da ningún uso.

Otros muchos problemas de la economía soviética eran sin duda mucho más complejos, pero no imposibles de resolver, y desde luego no eran inherentes al socialismo en sí. Sin ir más lejos, nada impedía instaurar un sistema eficaz de incentivos (no necesariamente económicos, o no sólo) en el marco de una economía socialista. El propio sistema soviético admitía una disparidad de salarios en función de las categorías profesionales y otro tipo de factores, y podría haber asumido otras diferencias entre trabajadores, directivos y empresas en función del éxito del rendimiento, la calidad o la innovación, sin poner por ello en riesgo el igualitarismo fundamental propio del socialismo.

Sea como fuere, la dificultad de llevar a cabo una planificación económica completa a gran escala en un país tan enorme y complejo como la URSS, y hacerlo además sin experiencias previas de las que aprender y con las circunstancias adversas ya mencionadas, explica de sobra los problemas que sufrió el socialismo soviético. Nadie dijo que edificar un sistema socialista sería fácil, ni que saldría bien a la primera. Al contrario, era de esperar que después de iniciar un proceso tan ambicioso como ese surgiesen todo tipo de errores, contradicciones y deficiencias. Un nuevo modo de producción tan sumamente avanzado no puede organizarse de la noche a la mañana, ni luego echa a andar por sí solo de forma totalmente acabada. Más bien se requiere de un proceso de desarrollo continuo que puede necesitar de muchos años de esfuerzo colectivo para darle una forma general óptima.
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Asimov
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

¿Y qué hay de la democracia en la URSS? A diferencia de la concepción liberal de la democracia, los comunistas siempre hemos considerado que ésta consiste en el gobierno de la clase trabajadora, en el marco de una nueva sociedad en la que ya no existan otras clases sociales. Ya en el Manifiesto del partido comunista de 1848 el propio Marx afirmó que "el primer paso de la revolución obrera es su elevación a clase dominante, la conquista de la democracia". Incluso el tan criticado concepto de “dictadura del proletariado” siempre designó un sistema en el que los trabajadores mantendrían el poder político a través de los soviets o consejos de obreros, en contraposición a la "dictadura de la burguesía" propia del capitalismo.

Es cierto que la teoría leninista afirmaba que la revolución no sería jamás realizada por las masas de forma espontánea y desorganizada, sino que sería un partido de vanguardia (el partido comunista) el que lideraría la transformación de la sociedad hacia el socialismo, como así sucedió. Pero estaba claro también que el gobierno de un partido de vanguardia no era lo mismo que el gobierno de los mismos trabajadores, y por eso en la URSS se idearon fórmulas para aumentar la participación y el control de trabajadores y campesinos, entre las que se incluía una ampliación de los miembros del partido comunista y el desarrollo de todo tipo de organizaciones de masas destinadas a la participación popular, innovaciones que todos los países socialistas subsiguientes adoptaron (y adaptaron): el uso de los periódicos como defensores del pueblo además de fuentes de noticias; la concesión de poder a los sindicatos sobre los derechos de los trabajadores, las normas de producción y la disposición de los fondos sociales; y la creación de soviets, comités de producción, asambleas comunitarias, comités de gobierno de complejos residenciales y otros cuerpos del partido y el gobierno.

Así, las cifras sobre la actividad política soviética en 1978, por ejemplo, eran bastante impresionantes: sobre una población de 260 millones de habitantes, en la URSS había alrededor de 16,5 millones de militantes en el partido comunista, 121 millones de miembros de sindicatos, casi 38 millones de miembros de las juventudes comunistas, más de dos millones de delegados de soviets, 35 millones de personas trabajando para los delegados de los Soviets de los Diputados del Pueblo, 9,5 millones de miembros de los comités del Control del Pueblo y 5,5 millones de miembros de las conferencias de producción de empresas industriales. Por supuesto, la participación en un soviet socialista, como la participación en las elecciones de una democracia burguesa, no era una prueba concluyente del control popular, pero sí que representaba (por mucho que fuera de una manera imperfecta) la aspiración a un tipo de democracia socialista.

Sin embargo el proceso de desarrollo de la democracia socialista en la URSS distaba mucho de haber terminado, y las principales decisiones políticas y económicas seguían siendo tomadas por un partido dominado por una élite político-burocrática. Ciertamente era mucho más fácil que un trabajador soviético pudiese llegar a formar parte de esa élite (a fin de cuentas cualquier ciudadano, a priori, tenía la posibilidad de militar en el partido comunista y ascender en él) a que un trabajador de cualquier país capitalista pudiese acceder a la pequeña oligarquía de banqueros y grandes empresarios que detenta el poder en las democracias burguesas, pero aún así la política soviética sufría debilidades y problemas importantes: persistía un sistema electoral unipartidista, a pesar de que otras experiencias socialistas (la de la RDA, en particular) demostraban la posibilidad de avanzar hacia una pluralidad de partidos igualmente comprometidos con la revolución; las tiendas especiales y los privilegios del partido, por modestos que fueran, o la prosperidad de algunos beneficiarios ricos de la economía privada eran una burla a la igualdad socialista; la autoridad primaria del partido tenía el efecto de convertir a los soviets en cuerpos asesores, en el mejor de los casos, o en meros ratificadores, en el peor; la censura política y cultural era habitual; la corrupción afectó a amplios sectores del partido y el gobierno...

Algunos de esos problemas estaban fuertemente condicionados por el contexto histórico y cultural del país. Por ejemplo, el culto estalinista a la personalidad de un líder supremo que reclama cada victoria revolucionaria como un logro propio no fue más que una mera continuación del culto a la personalidad zarista tan propio de la sociedad rusa previa a la URSS. El hecho de que Stalin llegase a recibir exactamente el mismo apelativo que tradicionalmente recibían los zares ("padrecito") es más que revelador en ese sentido. Otro tanto puede decirse del culto a la personalidad surgido hacia los líderes de otras experiencias socialistas de Asia, donde la adoración hacia los líderes de la nación llega a extremos casi religiosos. Corea del Norte es sin duda el ejemplo más evidente, pero el culto a la dinastía Kim es perfectamente comparable al que también reciben el rey de Tailandia o el emperador de Japón, a pesar de que la propaganda occidental no incida tanto en ello por razones obvias. Indudablemente, que en una revolución aparezcan fuertes liderazgos y que posteriormente reciban un reconocimiento como padres de la nueva patria surgida gracias a ellos es algo hasta cierto punto inevitable, y no deja de ser un fenómeno muy humano que se da de forma universal. La capital de Estados Unidos, por ejemplo, no recibió el nombre de Washington por casualidad, y a ese respecto el monte Rushmore no es muy diferente al mausoleo de Lenin en Moscú. Pero el extremo de deificar a un líder durante la vida de éste sólo se ha dado en aquellas sociedades de escasa tradición democrática y en las que ya existe una arraigada costumbre de sumisión y adoración hacia la figura de un rey-emperador, como demuestra el hecho de que tal fenómeno no haya surgido en otras experiencias socialistas donde no existe ese contexto histórico y cultural concreto. Sin ir más lejos, y a pesar del fuerte liderazgo que siempre ejerció en la revolución cubana, en vida de Fidel Castro no se le dedicó jamás en la isla ningún monumento, retrato oficial, estatua, moneda, sello, avenida o edificio.

En cualquier caso resulta poco realista dar por hecho que ya en las primeras experiencias socialistas de la historia surgiría de inmediato una democracia plenamente desarrollada, y menos aún teniendo en cuenta el contexto tan difícil en el que surgieron y se desenvolvieron tales experiencias. Era de esperar, por el contrario, que la propia dinámica interna del socialismo desarrollase paulatinamente un cada vez mayor control popular del sistema.

Sea como fuere, las deficiencias democráticas de la URSS y del resto de Estados socialistas suelen utilizarse habitualmente como una prueba de que el modo de producción socialista es incompatible con la democracia. Sin embargo lo cierto es que una economía socializada y planificada por el Estado es perfectamente compatible con los valores de la Ilustración que dieron origen a la idea moderna de democracia, y a priori no hay nada que impida desarrollarse a ese tipo de economía en el marco de un sistema político democrático. A fin de cuentas, una sociedad en la que ya no existan clases sociales asegura una plena igualdad económica, política y legal de todos sus ciudadanos, condición sine qua non de cualquier democracia digna de tal nombre. Del mismo modo, la pluralidad mediática y el derecho a la libertad de información se garantizan mucho mejor en un Estado socialista que facilite la libre creación de medios de comunicación de todo tipo y asegure la independencia de todos ellos al dejar su control en manos de sus propios trabajadores, o de cualquier otro tipo de colectivo u organización ciudadana, aunque la titularidad de dichos medios sea pública. Sólo de esa manera es posible asegurar que los medios de comunicación puedan ejercer sin limitación alguna su función de contrapeso del poder.

Así pues, si el socialismo es justificable desde un punto de vista social y económico, también lo es desde el punto de vista democrático. Del mismo modo que el liberalismo democratizó la política, el socialismo va un paso más allá al democratizar también la economía para que ambas esferas puedan ser por fin controladas de forma efectiva por la ciudadanía. Y puede que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción se celebre en el futuro del mismo modo que hoy celebramos que en su día se aboliese la propiedad privada de los seres humanos (esclavismo) o de los territorios (feudalismo).

Cuestión diferente y más delicada es cómo compatibilizar un sistema democrático con un contexto revolucionario en el que el gobierno se encuentra sometido al ataque violento de la oposición al mismo, como sucedió tras la revolución de Octubre. Pese a que la toma del palacio de invierno por los revolucionarios se había producido de forma incruenta (sólo se produjeron seis víctimas de las que cinco eran bolcheviques), pronto el nuevo gobierno se vio acosado por una feroz oposición tanto por parte de la derecha (zaristas, conservadores, liberales, ultraortodoxos, islamistas...) como de la izquierda (mencheviques, anarquistas), provocando así una guerra civil que asoló al país durante cinco años. Las masacres anticomunistas, ya desde octubre de 1917, eran constantes, y se calcula que cientos de miles de personas perecieron bajo el llamado terror blanco durante los primeros tiempos de la revolución. Es precisamente en tales circunstancias cuando el nuevo gobierno comienza a hacer uso de herramientas represivas, y resulta difícil imaginar una revolución política y socioeconómica tan profunda como la que se inició en 1917 en la que el nuevo gobierno no ejerza algún grado de represión contra las fuerzas (externas e internas) que se oponen violentamente a él. Las revoluciones liberales, de las que es deudora la moderna sociedad occidental, no fueron una excepción a esa norma, por mucho que el Terror causado por los jacobinos (20.000 víctimas entre 1793 y 1794) o las masacres cometidas en la Vendée (cerca de 200.000 muertos entre 1793 y 1796) sean hoy consideradas una mera nota a pie de página en comparación con las conquistas políticas obtenidas a pesar de ello (o tal vez gracias a ello).

Cualquier revolución se enfrenta siempre, inevitablemente, a la feroz oposición de los sectores más privilegiados de la sociedad, que no dudan nunca en utilizar cualquier medio para evitar perder sus prerrogativas, incluso recurriendo a la violencia si es necesario. Por mucho que nos pueda desagradar la idea, la única forma que tiene una revolución de defenderse de tales ataques, si realmente quiere sobrevivir y no terminar ahogada en sangre (como ha sucedido en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia del movimiento obrero, ya desde la Comuna de París de 1871), es reprimirlos. Evidentemente una cosa es reprimir la actividad política de la disidencia pacífica e independiente, que siempre debería respetarse (aunque pocas veces se consiga), y otra muy diferente hacer frente, con todas las garantías legales y judiciales y respetando siempre los derechos humanos, a aquellas organizaciones políticas que pretendan utilizar la violencia para desestabilizar y acabar con la revolución, o que se demuestre que son instrumentos de potencias extranjeras para ese mismo fin. Ningún Estado socialista debería dejar de perseguir este tipo de actividades, habida cuenta que constituyen delitos duramente castigados en todos los códigos penales del mundo.

Lamentablemente es más que habitual que en un contexto como ese se produzcan abusos, injusticias y crímenes. No todo lo que sucedió en la URSS obedecía a la necesidad histórica, ni la supervivencia de la revolución hizo inevitable que durante el estalinismo se ejecutase a cientos de viejos líderes bolcheviques, que se suprimiese la vida política del partido comunista a través del terror, que se silenciase el debate sobre el ritmo de industrialización y colectivización, que se regulase ideológicamente toda la vida intelectual y cultural (llegando a crear aberraciones político-científicas como el lysenkoísmo), o que se deportase masivamente a "nacionalidades sospechosas" como los cosacos o los tártaros. Pero cualquier institución humana tiende a abusar de su poder, y condenar al socialismo por ello sería tanto como condenar al cristianismo por los innumerables crímenes cometidos por la Iglesia Católica a lo largo de toda su historia. Aspirar a un sistema socialista en el que no existan ya abusos, mientras se condena cualquier socialismo real que no se ajuste a ese ideal (posición compartida por diferentes sectores políticos, desde la socialdemocracia hasta el anarquismo, pasando por el trotskismo), es ingenuo e infantil, en el mejor de los casos.

Por otro lado, a la hora de analizar la represión en la URSS hay que tener siempre presente hasta qué punto la propaganda anticomunista ha exagerado la magnitud de la misma, una tendencia que alcanzó su apogeo tras la publicación del llamado Libro negro del comunismo en 1997, obra en la que se afirmaba que las víctimas de los Estados socialistas en todo el mundo alcanzaban la delirante cifra de cien millones de muertos. Para llegar a tal cálculo sus autores incluían no sólo a las víctimas de todo tipo de crímenes, desde aquellos que la historiografía liberal achaca a la URSS basándose en la propaganda nazi de la segunda guerra mundial (como la masacre de Katyn o el Holodomor ucraniano) hasta las hambrunas supuestamente "planificadas" como la que sufrió Rusia en 1921. De hecho, el grueso de las víctimas contabilizadas en el libro (alrededor de 30 millones) corresponden a los fallecimientos causados por las hambrunas provocadas por el Gran Salto Adelante impulsado por el presidente Mao en China. Sin embargo las grandes hambrunas chinas eran endémicas desde hacía siglos, hasta el punto de que se estiman en más de 115 millones las víctimas producidas por las hambrunas periódicas que sufrió el gigante asiático entre 1810 y 1943. Aunque es innegable el desastre económico producido por el Gran Salto Adelante y sus terribles consecuencias para la población china entre 1959 y 1961, es obvio también que ha sido el Estado chino surgido de la revolución socialista de 1949 el que ha eliminado por fin el fenómeno de las grandes hambrunas periódicas en el país. A ese respecto Amartya Sen, ganador del premio Nobel de Economía, ya señaló en 2006 que a mediados del siglo XX China e India tenían la misma esperanza de vida (40 años), pero que tras la revolución china la cifra cambió drásticamente: en 1979 la China socialista tenía una esperanza de vida de 68 años, catorce más que la India capitalista. En la actualidad la esperanza de vida de los indios ha aumentado hasta los 69 años, pero la esperanza de vida en China sigue siendo ocho años mayor (77 años). A pesar de que el exceso de mortalidad en la India capitalista en relación a la China socialista se estima en la cifra de cuatro millones de vidas humanas al año, no por ello la India es estudiada como un ejemplo de la naturaleza homicida del capitalismo. En ese sentido sería muy ilustrativo realizar un cálculo del número de víctimas causadas por el capitalismo en todo el mundo, en el que no sólo se incluyesen a las víctimas de las masacres del imperialismo o la represión anticomunista, sino también a todos los muertos de hambre y por falta de recursos y servicios básicos que ha dejado a su paso la economía de mercado allí donde se ha aplicado con mayor rigor.

En cualquier caso los autores del Libro negro del comunismo no resultaron demasiado innovadores a la hora de inflar sus cálculos con fines propagandísticos. Antes de ellos ya hubo toda una pléyade de autores occidentales fabulando sobre cifras astronómicas de víctimas de la represión en la Unión Soviética. Respecto al período estalinista, por ejemplo, las estimaciones del número de víctimas han variado desde unos cuatro millones hasta los 30 millones "calculados" por el historiador Robert Conquest, bien relacionado con los servicios de inteligencia occidentales. Poco importaba que los datos demográficos de la URSS demostrasen un aumento constante de la población soviética a lo largo de su historia, sólo interrumpido por la gran mortandad de la segunda guerra mundial; hubo que esperar hasta 1991 para que se hiciesen públicos los archivos soviéticos y se demostrase que el número total de condenados a muerte en la URSS durante el estalinismo, tanto por delitos políticos como por delitos comunes, fuese de menos de un millón.

Otro ejemplo más del escaso rigor de ese tipo de propaganda lo constituyen las fábulas habituales sobre el sistema penitenciario soviético, especialmente después de que Alexander Solzhenitsyn publicase Archipiélago Gulag en 1973. Suele compararse al Gulag (acrónimo de Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional) con los campos de concentración nazis, al extremo de que el New York Times llegó a calificarlo en 1996 como "el mayor sistema de campos de exterminio en la historia moderna". Las diferencias, empero, entre el Gulag soviético y los campos nazis son más que obvias. Para empezar, en el Gulag no se internaba a nadie por su condición racial o por su mera militancia política, como hacían los nazis, sino que eran destinados allí todos los condenados después de un juicio. Además, y contrariamente a lo que se piensa, en el Gulag no sólo ingresaban presos políticos (condenados por cometer "delitos contrarrevolucionarios"), sino que éstos sólo representaban entre el 12% y el 33% por ciento de la población carcelaria total, dependiendo de la época. La inmensa mayoría de los reclusos habían sido condenados por delitos no políticos: asesinato, asalto, robo, bandidaje, contrabando, estafa y otros crímenes punibles en cualquier sociedad. Y por supuesto tampoco hubo un exterminio sistemático de reclusos, ni se instalaron cámaras de gas o crematorios para eliminar a millones de personas. La gran mayoría de los presos del Gulag sobrevivieron y regresaron a la sociedad cuando se les concedió una amnistía o cuando terminaron sus sentencias; en cualquier año dado eran liberados del 20% al 40% de los internos, según los propios registros del Gulag. En cuanto a la mortalidad en sí, más de la mitad de todas las muertes ocurridas en el Gulag entre 1934 y 1953 se dieron durante los años de la segunda guerra mundial, en su mayoría por desnutrición, cuando la privación severa de alimentos era la suerte común de toda la población soviética. En el punto álgido de esa época (1944) la tasa de mortalidad en los campos del Gulag era del 0,92%. En 1953, una vez recuperado el país de la devastación de la guerra, la tasa disminuyó al 0,03%.

En realidad el Gulag no fue más que el heredero directo de la Katorga, la red de campos de trabajos forzados que el zarismo utilizaba como sistema penal desde el siglo XVII. La URSS modernizó la red convirtiéndola en el Gulag y humanizando las condiciones de los presos: pasaron de trabajar durante el zarismo más de 19 horas diarias, sin garantía alguna de recibir alimentos durante varios días, a trabajar en el Gulag un máximo de 10 horas diarias a cambio de una cuota diaria garantizada de alimentos. En 1952 los presos comenzaron a ser retribuidos económicamente por su trabajo, y finalmente en 1960 el Gulag fue eliminado para siempre. Visto con la suficiente perspectiva histórica, lo que hizo la URSS fue modernizar un sistema penal con varios siglos de historia para terminar eliminándolo definitivamente. Y resulta cuanto menos sorprendente que una gran parte de las críticas contra el Gulag soviético provengan precisamente de Estados Unidos, un país cuyo sistema penal todavía hoy utiliza los trabajos forzados de forma habitual, obligando a sus presos a trabajar de forma casi gratuita para las empresas privadas del país, o que mantiene en la cárcel a más gente de la que jamás tuvo en sus cárceles la Unión Soviética: en 2008 uno de cada cien estadounidenses adultos estaba en la cárcel, mientras que esa tasa en la URSS nunca superó los 0,8 por cada cien adultos.

Tampoco hay que olvidar que la Unión Soviética llegó a pedir perdón públicamente por los excesos represivos cometidos durante el estalinismo, desclasificando archivos secretos, restaurando a las víctimas o cancelando sentencias judiciales. Ese tipo de autocrítica tan profunda (propia precisamente de la cultura marxista-leninista) no es nada habitual en los Estados burgueses, y brilla por su ausencia en lo que respecta a los innumerables crímenes cometidos por el capitalismo a lo largo de su historia.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Sostiene »

Fuentes?
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Como si te importaran mucho las fuentes.
"Nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos" (Karl Marx, 1850).

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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Sostiene »

Cuando se suelta un truño de semejante tamaño se suelen poner de donde procede el copiapega, digamos que es netiqueta básica.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

La fuente soy yo, no es copiapega sino un escrito mío, pero tu calificación de "truño" demuestra que tenía yo razón.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Sostiene »

Hasta los grandes ensayistas ponen fuentes, citas, etc para que no pensemos que le ha venido todo por inspiración divina.

Vale, lo pillo, es un homenaje, una elegía al sistema que se derrumbó a finales del siglo xx.

Es un hilo para creyentes devotos. Sin problema.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Eso, aire.
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Re: Homenaje a la URSS

Mensaje por Asimov »

Por cierto, este hilo está relacionado con este otro:

http://www.soloespolitica.com/foro/view ... hp?t=40228
"Nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos" (Karl Marx, 1850).

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