Laura Bates
17 agosto 2016
Corre un dicho famoso según el cual el feminismo es la idea radical de que las mujeres son personas. Aunque esto último pueda parecer una obviedad, a algunos este concepto les sigue creando confusión, como por ejemplo al comentarista deportivo John Inverdale. Mientras felicitaba a Andy Murray por su segunda medalla de oro olímpica, Inverdale le dijo: "Eres la primera persona en la historia que ha ganado dos medallas de oro olímpicas en tenis", ante lo cual Murray tuvo que puntualizar: "Venus y Serena (Williams) han ganado unas cuatro cada una".
Solo unos días antes, Inverdale se hallaba comentando la competición masculina de rugby en las olimpiadas, cuando afirmó que el equipo ganador se llevaría a casa la primera medalla olímpica correspondiente a este deporte, a pesar de que la selección australiana se había hecho ya una semana antes con el título femenino. Por todo ello, se nos plantea el misterio de la semana, la pregunta que está en boca de todos: ¿Ha olvidado John Inverdale que existen las mujeres? ¿O no se ha dado cuenta todavía de que son personas?
En defensa de Inverdale, hay que decir que el suyo no es un caso aislado, Las mujeres tienen la molesta costumbre de írsele a uno del pensamiento en los momentos importantes, o sino pregúntenles a los periodistas que se pasaron horas especulando sobre nuestro hipotético nuevo primer ministro, siempre usando el masculino, hasta quedar abochornados cuando Theresa May se alzó con la victoria.
No es sorprendente que Andy Murray se diera cuenta del error, puesto que solo han pasado tres años desde que se le felicitara profusamente en todas las portadas por ser el tenista que puso fin a una "espera de 77 años" hasta la victoria de un británico en Wimbledon. Cosa que es cierta. Siempre que no consideremos a Virginia Wade, que ganó el torneo de Wimbledon en 1977, ni a las tres anteriores ganadoras femeninas británicas desde la victoria de Fred Perry en 1936, como personas.

Virginia Wade, vencedora de Wimbledon en 1977, fue ignorada por los periódicos que celebraron la victoria de Andy Murray como la que puso fin a "77 años de espera" desde el último campeón británico. Fotografía: PA Archive/Press Association Ima
Es significativo que estemos tan acostumbrados a estas omisiones que la simple aclaración de Murray respecto a las hermanas Williams se haya hecho merecedora de rabiosos aplausos en todos los medios y en internet. Dadas las circunstancias, llama la atención y se agradece enormemente ver a un hombre en su posición que sea lo suficientemente considerado como para reconocer la existencia de las mujeres. Pero ¿a que sería bonito que esta fuera la norma y no la excepción?
Y el problema no se limita al ámbito deportivo. Cuando Tim Peake fue glorificado en los medios como el primer astronauta británico en diciembre pasado, Helen Sharman debió de llevarse una sorpresa monumental, teniendo en cuenta que ella lo consiguió 20 años antes.
De hecho, la norma del "masculino por defecto" está tan arraigada en nuestra sociedad, que muchos medios de comunicación deciden recalcar el sexo femenino de las personas descritas en sus titulares, como si la mera idea de que no sean hombres fuera ya en sí toda una noticia, tanto o más que el suceso que se está narrando: “Heroico empleado de gasolinera salva a mujer médico de un presunto secuestrador”; “La mujer juez Constance Briscoe investigada por filtrar el caso de Chris Huhne”; “Remera femenina belga enferma tras competir en la bahía de Guanabara"; “Mujer ciclista lucha por su vida tras horrible accidente en cruce peligroso”.
La misma sorpresa se pone de manifiesto cuando algún individuo se sale de otras normas establecidas, como descubrió la nadadora Simone Manuel cuando su medalla de oro quedó reducida en los medios de comunicación a titulares como el siguiente: "Michael Phelps comparte una noche histórica con nadadora afroamericana”. La implicación es que los hombres blancos son individuos —seres humanos por propio derecho, con personalidades e idiosincrasias y vidas ricas y complejas— mientras que a otras personas se las define todavía por su pertenencia a ciertos colectivos homogéneos "diferentes".
Es un hecho importante más allá de la anécdota de a quién se nombra en un titular. Es algo que influye en la actitud de toda nuestra sociedad hacia las personas descritas. Contribuye a la creación de estereotipos y a la denigración de grupos enteros de personas a las que se define en masa de un solo brochazo. Borra de la historia a aquellas personas cuyas contribuciones más deberíamos resaltar con el fin de corregir la desigualdad en el deporte, en las ciencias y en otros campos.
Omitir a las mujeres de las historias no es un simple desliz. Es la consecuencia de un mundo que nos asegura que ellas simplemente no son tan importantes. Que sus logros no cuentan realmente. Significa que, incluso en 2016, algunos necesitamos todavía que se nos recuerde que las mujeres también son personas.
Artículo de The Guardian