Ver citas anteriores
Asimov escribió: ↑18 Abr 2024 22:30
Sobre la cuestión de la independencia de Cataluña, tengo mi propia opinión e incluso mi propia propuesta, que se fundamenta en un intento de conciliar mi posición marxista con mi convencimiento de que, en las actuales circunstancias, debemos defender firmemente la unidad de España.
Paso a explicarme.
En primer lugar, estoy a favor de reconocer el derecho de autodeterminación de Cataluña por varias razones:
a) Porque el derecho de autodeterminación, ideado por Lenin en 1914 en su formulación moderna, fue un invento genial. Tanto que rápidamente fue asumido por la legislación internacional a partir del período de entreguerras. Solucionaba de forma civilizada un problema que venía dándose desde la formación de los Estados-nación en el siglo XIX: la existencia de multitud de pueblos y regiones que aspiraban a disponer de su propio Estado pero habían quedado en manos de imperios o grandes potencias.
b) Porque es la única solución que aún no se ha probado para abordar el problema catalán. Hemos recurrido a la represión durante el franquismo y a la descentralización autonómica durante la II República y durante las últimas décadas. Y todo ha sido inútil: el problema persiste.
c) Porque es una solución justa y democrática. Imaginemos por un momento que, llegado el caso, la inmensa mayoría de catalanes quisiera la independencia. ¿Es razonable impedirlo? Y sobre: ¿sería práctico?
Respecto al primer punto, se objetará que la aplicación del derecho de autodeterminación se limita a la descolonización del tercer mundo, dejando fuera los problemas nacionales internos de las potencias occidentales. Pero no hay ninguna razón para que no se extienda también a éstos. De hecho, y en la práctica (aunque no se haga explícito), es el principio aplicado a conflictos políticos como los de Irlanda, Escocia o Quebec. Parece, pues, que la tendencia actual va en el sentido de extender el reconocimiento del derecho de autodeterminación a los pueblos y regiones occidentales. Que es, por otro lado, lo que tradicionalmente hemos hecho desde el ámbito del marxismo (el PCE histórico defendió siempre el reconocimiento de ese derecho en los casos de Cataluña, País Vasco y Galicia).
No obstante, también creo que la independencia de Cataluña sería una pésima idea que tendría nefastas consecuencias tanto para la clase trabajadora española como para la catalana. En estos tiempos hacen falta Estados fuertes capaces de resistir las enormes presiones que ejercen el capital internacional o instituciones supranacionales como la UE o la OTAN. Cierto que España no resiste actualmente lo más mínimo tales presiones (entre otras razones a causa de las divisiones internas, también las de carácter nacional), pero desde luego una Cataluña independiente tampoco lo haría.
(También soy un firme partidario de recentralizar las competencias que se han concedido a las autonomías, particularmente sanidad y educación, y acabar con los reinos de taifas y el caos de competencias que sufrimos. Pero ese es otro tema).
¿Pero cómo defender la unidad nacional mientras reconocemos el derecho de autodeterminación de Cataluña? ¿Es posible tal cuadratura del círculo?
La solución está en dejar de jugar con las cartas marcadas que nos ofrece el nacionalismo catalán. Éste reivindica la independencia mientras exige una descentralización del Estado aún mayor, de tal manera que el objetivo último que no logra de una sola vez (la independencia) lo consigue poco a poco. Y los diferentes gobiernos no sólo entran a ese trapo, sino que incluso ofrecen ellos mismos descentralizar aún más el Estado a cambio de apaciguar las ansias independentistas. Es un suicidio a largo plazo.
Lo que hay que hacer es proponer un pacto al movimiento independentista: votaréis, sí, pero no a cambio de nada. Ni tampoco con vuestras condiciones, sino con las nuestras. Que son las siguientes:
1. Para ganar un referéndum de independencia no puede bastar con un 51% de votos afirmativos. Para un cambio tan importante como ese no puede bastar una mera mayoría coyuntural tan precaria que se base en una diferencia de un 1%. Ni de broma. Es necesario alcanzar un mínimo del 60%. Sólo así se demostrará que hay una clara mayoría no sometida al vaivén de las circunstancias.
2. También es necesario que no haya desequilibrios territoriales en esa mayoría: es necesario que el "sí" sea mayoritario en las tres provincias catalanas. Por tanto ha de darse un mínimo del 51% en cada provincia, y mínimo un 60% en el cómputo global de toda Cataluña.
3. Nada de celebrar consultas periódicamente hasta conseguir ganar cualquiera de ellas. Debe acordarse la imposibilidad legal de repetir el referéndum hasta pasados 50 años como mínimo.
4. Antes del referéndum debe darse un amplio debate sosegado y profundo, regulado por ley, para que los catalanes sean plenamente conscientes de lo que se están jugando a todos los niveles.
¿El independentismo quiere un referéndum? Bien, pues será con tales condiciones o no será. Y además tiene un precio: el compromiso de que todas las partes vuelvan a aceptar el Estatuto de 1979 y la renuncia a reformarlo en un futuro. Se acabó seguir haciendo concesiones al movimiento nacionalista que luego no sirven de nada porque éste sigue reivindicando la independencia. Sólo hay dos opciones: o formar parte de España con las competencias que han tenido en los últimos 40 años (y con las que tan bien les ha ido, todo hay que decirlo) o la independencia con las condiciones establecidas por España.
La justicia de esta propuesta es que representa una apuesta arriesgada para ambas partes por igual. Si el nacionalismo acepta corre el riesgo de perder un referéndum que no es nada fácil de ganar, y a cambio de olvidarse de cualquier esperanza de aumentar su poder autonómico. Durante 50 años sólo les quedaría intentar asumir la gestión de las competencias que tienen, por lo que se acabó poder seguir viviendo del discurso independentista o de reclamaciones al Estado. Pero éste también se arriesga a perder Cataluña, nada menos. Y el mero hecho de abrir la caja de Pandora que supone reconocer el derecho de autodeterminación catalán es un punto de no retorno, con el peligro añadido de que un gobierno posterior se vea obligado a rebajar las condiciones establecidas inicialmente.
Por supuesto siempre cabe la posibilidad de que los nacionalistas rechacen este acuerdo. En tal caso demostrarán que realmente no desean la independencia, no al menos hasta el punto de aprovechar una oportunidad como esta. Porque las condiciones de este referéndum pueden ser duras o exigentes, pero no son en absoluto imposibles. Es perfectamente factible que el independentismo gane un referéndum como ese, aunque sea difícil. Sólo tiene que conseguir convencer a un número suficiente de ciudadanos.
En fin, esta es mi propuesta para acabar con el problema catalán de una vez, o al menos para los próximos 50 años.