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Tranquilos, estamos en las mejores manos
ricard biel 01/08/2021 | 12:42
El señor Torrent, a quien por nada del mundo no se debe confundir con Torrente, ni por el apellido ni en absoluto por el estilo distinguido que lo diferencia del personaje de cine es ante todo eso mismo, un señor, un caballero muy pulido, con barba perfectamente recortada y podada, que luce con pulcritud extrema, como si hubiera contratado los servicios de los jardineros del Château de Chaumont. Hombre de rostro hierático, impenetrable, y de pocas palabras, un laconismo que da al ciudadano del lacito la impresión de sabiduría y rigor y, pues, disfruta de la tranquilidad de estar gobernado por cerebros expertos como el de su presidente en el Parlamento , el señor Torrent. No es extraño, pues, que voten reiteradamente los partidos donde pertenece tanta fuente de sabiduría, y que próximamente en su voto obvien por ejemplo la gestión perpetrada sobre la Covid-19. Los mandamases de la tribu amarilla hacen todo lo que pueden, teniendo en cuenta que la culpa la tiene Madrid, incluido el palco e incluso el gallinero del Bernabéu.
Con el talento se nace, y por eso el señor Torrent llevaba chupete cuando empezó en la política, y ya no lo ha dejado. La política, quiero decir. El señor Torrent tiene vocación de servicio público desde que estaba en la placenta materna, y por ello, ya el mismo día que vino a este mundo, la comadrona le entregó el carnet de militante del partido, que el bebé Torrent reclamó bramando. Después, cuando se le ofrecía un sonajero, lo rechazaba enfurruñado, aferrándose al carné como podía con las tiernas manitas.
La militancia en el partido ha sido clave para el señor Torrent para llegar al excelso cargo que ocupa desde 2018, habiendo sido previamente alcalde de Sarrià de Ter. Por tanto, nos encontramos ante un hombre con talento, lealtad, coherencia, compromiso, perseverancia. La juventud catalana tiene mucha suerte. No puede hacer más que reflejarse en personajes como el señor Torrent y larga compañía, de ahí mi insistencia en inculcar a los jóvenes que apliquen los valores del señor Torrent y larga compañía si quieren llegar lejos en la vida.
El señor Torrent sólo habla en público cuando no tiene más remedio. Hombre austero, ahorra tanto como puede las palabras, y no para sustituirlas por hechos dado que, para dar muestra de ejemplaridad y coherencia, es también admirablemente austero en los hechos. Opta juiciosamente por el silencio, por lógica pereza de tener que hablar para no decir nada y al mismo tiempo convencer al ciudadano que ha dicho algo, e importante. Y efectivamente, lo convence. Por algo ha ostentado durante tres años el cargo que ostenta, esquivando en todo momento la sombra de la dimisión. Impecable, ya digo. De hecho, no es extraño que, presidiendo un Parlamento cuya utilidad es un enigma más grande que el de la Esfinge, nadie le pueda reprochar la impecable hoja de servicios de que puede hacer gala, a destacar la excelente excelencia en la inacción, a menos que por acción se entienda poner orden en el Parlamento, una tarea filosófica admirable teniendo en cuenta que no todo el mundo es capaz de poner orden en el vacío de la nada. Como servidor público catalán no se le conoce ningún hecho, lo cual es destacable porque a él se le paga para hacer de alcalde y para hacer de presidente del Parlamento, y no hay duda de que ha hecho las dos cosas. Ha hecho de alcalde y ha hecho de presidente del Parlamento. En fin. El señor Torrent no hace política, la política le ha hecho a él político desde el momento en que se encontró en la manita de bebé el carné de militante del partido; creo que esto ya lo he dicho.
Discreción, siempre discreción. No hacer nada. Y de momento, ningún error. Ni medio. Nadie le puede reprochar ningún error al señor Torrent, y por eso es imposible que abandone la política. Él lo haría, toda la vida trabajando en lo abstracto al servicio de la nada debe ser difícil y agotador, pero es consciente de que el pueblo lacista no se lo perdonaría. Sigue en política por responsabilidad, y porque estudió ciencias políticas y es natural que se dedicara a aquello para lo que tenía vocación, ni que fuera habiéndose esforzado mucho más estudiando unos años politología que no ejerciendo el politiqueo una vez obtuvo el título de politólogo. Este desajuste empujó el señor Torrent a tener que readaptarse admirablemente, haciendo un esfuerzo titánico. No debe ser fácil pasar de la politología al politiqueo, el cual para ser justos hay que decir que, precoz como es el señor Torrent, ya practicaba antes de terminar la carrera. El politiqueo del señor Torrent de hecho le viene desde la cuna, cuando pronunciaba las primeras palabras. En vez de decir papá y mamá señalando con el dedo, decía república e independencia haciéndose caca en los pañales. Hombre de principios, su obsesión es, repito, el servicio público. Hombre sabio, practica ejemplarmente la paciencia y la cordura, porque lo bueno se debe cocer a fuego lento y está por venir. No actuar es a menudo la acción más inteligente, y el resultado vendrá, ya lo creo, con perseverancia vendrá. Concretamente el día de su jubilación, con la paguita merecida incorporada.
Hablar de su aspecto sería frívolo, irrelevante para el lector si no fuera que el cuidado impecable de su persona física obedece la abnegación profesional que profesa por el cargo supremo de servidor público que ostenta: presidente del Parlamento disuelto. No hace de modelo de pasarela, pues. Hace de modélico presidente parlamentario de un Parlamento ahora disuelto y que, curiosamente, antes de ser disuelto por 155 también estaba disuelto porque, de hecho, desde hace décadas, ha sido disuelto, no en vano la inutilidad de la pantomima está disuelta por definición. Como el aire, como el vacío de una burbuja que nunca explota. Un caso único en el mundo, el Parlamento catalán. Por eso el señor Torrent cuida su imagen, consciente de que el mundo nos mira.
Acabo de leer una entrevista al señor Torrent en el panfleto digital antiprocesista-procesista El Nacional.cat. La entrevista es magistral, como no podía ser de otra manera tratándose del señor Torrent. Dice muchas cosas y todas muy bonitas e ilusionantes, y eso se agradece en tiempos tristes de pandemia y fechas fantasiosas de Reyes de Oriente. Como declaración, yo destacaría la misma que subraya el panfleto en cuestión: «Hemos pecado de exceso de gesticulación. No basta con eslóganes ». Sensacional. Necesitamos políticos honestos, con madurez, capacidad autocrítica, y el señor Torrent demuestra en la entrevista, una vez más, ser todo un ejemplo. Hasta el punto de que, para dejarnos claro cuál ha sido el pecado que reconoce, tiene el detalle y la grandeza de responder a las preguntas con toda una exhibición de gesticulación verbal y eslóganes. Admirable.
Espero que un día se presente él para presidente de la Generalitat. Sin embargo, primero habrá de pasar que el partido haga primarias para elegirlo. La cosa debe ser impecable. Él será el primero en exigirlo. Al igual que las primarias han sido ejemplares en cuanto al resto de partidos en el Parlamento en los últimos tiempos. Y será el señor Torrent quien seguro que se encargará de que su partido no haga gesticulación ni eslóganes sobre las primarias y se limite a los hechos, volviendo a practicar el ejemplo de primarias de su partido, que dejó boquiabierto al mundo entero que nos mira. El señor Torrent, hombre recto y virtuoso, no dudo que repetirá la insuperable fórmula de ir a primarias presentándose como único candidato, igual su partido lo hizo con Pedro Aragonés, alias el Grande. Pere Aragonés el Grande, del cual escribiré en mi próximo artículo. Se lo merece.