
Este peculiar atlas -que ha tenido una vida azarosa desde su impresión en Estrasburgo (Francia)- contiene centenares de anotaciones manuscritas en latín que completan la información que los mapas y el tratado de cartografía de Ptolomeo, cuyo original es del siglo II d.C, no aportan. En los de España, se reconocen los Pirineos, las Islas Baleares (sólo cuatro) y algunas ciudades. Pero es el comentarista anónimo, que sigue siendo un enigma para los investigadores como Chet Van Duzer que lleva trabajando en el libro desde 2013, quien se encarga de dar más detalles de las gentes y los gobernantes de la época. Son textos manuscritos que llenan los márgenes del valiosísimo ejemplar, hoy en la universidad estadounidense de Princeton.
"Lo mejor para sus asuntos financieros es no recibir un préstamo de un comerciante catalán", escribió el amanuense en uno de los comentarios a pie de página traducidos por Van Duzer. Los tópicos sobre la tacañería de los catalanes se remontan a la Edad Media, fruto de la rivalidad con los italianos, que encontraron en esos adjetivos el mejor insulto contra los mercaderes catalanes -entre quienes incluía a mallorquines y valencianos-, que utilizaban su liquidez para conceder préstamos.
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Fuente. El mundo.
Qué pobres éramos y somos los cántabros. Antes nos tachaban de algo que seguramente venga derivado porque una bella y espléndida mujer le "robo" el corazón y le dio calabazas al autor del mapa. Resentimiento se llama.
Y ahora encima tienen y tenemos que, me toca por extensión, aguantar al Revilla. (Tío muy majete él, pero que resulta un poco cargante).
Un saludo