¿Son lo mismo la derecha y la ultraderecha?

Estas últimas horas he leído dos entrevistas que tienen un denominador en común: personas a las que la izquierda sitúa en la ultraderecha pero que rechazan a la derecha por ser liberal.
La diferencia entre ser de ultraderecha y ser de derecha para un medio de ultraizquierda
Es fácil ser ‘ultraderecha’ en una sociedad para cuyos medios nada es ‘ultraizquierda’
La portavoz de Hogar Social Madrid: “yo soy profundamente socialista”
La primera de esas entrevistas la publicó anteayer El Mundo. La entrevistada es la portavoz de Hogar Social Madrid, que niega ser nazi, fascista ni racista, pero a continuación cita como sus referentes internacionales a partidos filonazis como el NPD alemán, el Jobbik húngaro y los griegos de Amanecer Dorado. Lo que sí me ha parecido muy significativo es una respuesta que da esta mujer a una de las preguntas del entrevistador: “De mí dicen que soy de ultraderecha y me hace mucha gracia. No puedo serlo jamás porque la derecha es liberal y yo soy profundamente socialista.“ En esto creo que no le falta la razón. De hecho, el fascismo italiano surgió de las filas socialistas. El nazismo se autocalificó como socialista. Ambos movimientos eran antiliberales y anticapitalistas.
Juan Manuel de Prada: “Soy profundamente antiliberal”
La segunda de esas entrevistas la publicó anteayer Eldiario.es. El entrevistado es Juan Manuel de Prada. En el titular aparecen estas palabras suyas: “No soy de derechas, soy cristiano: progresista en lo social y reaccionario en lo moral”. En el texto, el escritor señala: “Soy profundamente antiliberal.” Y añade: “La realidad es que esto me ha llevado a tener amistad con gente de izquierda marxista, una izquierda que en algunos aspectos no me identifico pero en otros sí.”
Globalización y libre mercado vs Intervencionismo internacional
Para algunos, seguramente, estas entrevistas dejarán en evidencia la caducidad de conceptos como izquierda y derecha. En cierta medida no les falta razón. Sin embargo, las palabras pronunciadas por los entrevistados demuestran hasta qué punto muy distintos sectores se han agrupado en torno al tuétano ideológico de la ultraizquierda: el rechazo al liberalismo y al capitalismo. La portavoz de Hogar Social Madrid conjuga ese rechazo con un discurso fuertemente nacionalista y xenófobo, un discurso que este tipo de grupos conjugan con un rechazo a la globalización, generalmente mencionada como “mundialismo”. Discurso, por cierto, que no me acaba de convencer y que me parece contradictorio, pues a lo que se opone, generalmente, es a la creación de estructuras políticas supranacionales -la UE, la ONU-, que han ido parejas a un nuevo intervencionismo estatal, que en vez de proceder de las capitales nacionales, llega de Bruselas o de Nueva York. A mí lo que tiene la globalización de libre mercado no me parece mal: al contrario. Lo que me provoca rechazo es el cada vez mayor peso de esos organismos y, sobre todo, su apoyo a agendas ideológicas que incluyen el aborto, la imposición de la ideología de género, etc. El caso es que ese nuevo intervencionismo tiene un trasfondo ideológico que precisamente es socialista y estatalista, y no liberal.
Los caballos de batalla de la ultraizquierda postsoviética
La portavoz de HSM incluye también en sus respuestas ciertos ingredientes de pensamiento conservador -referencia a la familia, rechazo del homosexualismo-, en los que coincide Juan Manuel de Prada. Unos ingredientes que yo también suscribo. Alguno podrá pensar que eso es lo que nos convierte a los tres, sin más, en “ultraderecha”. Ante esa clasificación, la pregunta obvia es: ¿lo que define a la derecha o a la ultraderecha es defender a los más débiles, los valores cristianos y la familia, y el rechazo a la totalitaria ideología de género? Si esto es así es, en buena medida, porque tras la caída del comunismo soviético, la ultraizquierda -perdidos sus viejos referentes- ha convertido la cristianofobia, el aborto y la ideología de género en sus principales caballos de batalla. Una batalla que, por cierto, va ganando por simple deserción de buena parte de sus rivales, hasta tal punto de que en el Parlamento español la derecha prácticamente ha desaparecido: ya sólo quedan partidos de centro, de izquierda y de ultraizquierda. A pesar de ello, la izquierda sigue hablando de la existencia de una derecha para referirse a esos partidos centristas que, como el PP, no se han doblegado al 100% ante sus tesis, aunque ya poco les falte. Esas tesis ante las que la sociedad entera ha de postrarse para no ser tachado de ultraderechista, de carca o de franquista no se limitan a los caballos de batalla que he citado: también se incluye la economía, el modelo territorial, el papel del Estado en la sociedad y la forma del Estado.
El separatismo imita al patrioterismo fascista
Ninguno de los dos entrevistados se refiere a la forma de Estado, así que la dejaré a un lado. En cuanto al modelo territorial, la portavoz de HSM se proclama “socialpatriota”, es decir, que le da una gran importancia a la Patria, aunque lo hace en línea con formaciones ultranacionalistas cuyos postulados no suscribo. Juan Manuel de Prada también aborda la cuestión nacional y lo hace en unos términos que no me cuesta suscribir. Sin embargo, habría que matizar algunas cosas en ese ámbito. Es cierto que la izquierda en España se caracteriza, mayoritariamente, por su desdén a España. Es un desdén que surge de la estúpida idea de que como el franquismo era muy patriota, entonces toda apelación a la Patria te convierte automáticamente en franquista. El caso es que el ascenso de los nacionalismos periféricos ha ido acompañado de un ingente intervencionismo autonómico, que tiene su ejemplo más claro en el adoctrinamiento separatista, en las multas lingüísticas y en la inmersión en el catalán en las escuelas de Cataluña. El separatismo ha copiado, con el apoyo de la izquierda, los métodos liberticidas de ese patrioterismo fascista que la izquierda dice denostar, lo cual es una gran paradoja.
Las coincidencias en el intervencionismo estatal
Es tal vez en la economía donde los entrevistados manifiestan más proximidad a la izquierda, aunque apenas profundicen en un tema tan importante. Las coincidencias en materia económica entre la izquierda y eso que se califica como ultraderecha son notables. Democristianos, socialdemócratas, marxistas y fascistas tienen en común, aunque en diferentes medidas -por supuesto- el apoyo a un Estado intervencionista en el terreno económico, frente a un liberalismo que aboga por el libre mercado y por un Estado limitado. De la coincidencia entre democristianos, socialdemócratas y una buena parte de los conservadores europeos surgió, de hecho, el actual Estado del Bienestar, que ha dado lugar a Estados hipertrofiados. Pero hay que decir que ese intervencionismo se dio también en el nazismo alemán, en el fascismo italiano y en el franquismo español. De hecho, muchos nostálgicos de la dictadura de Franco siguen presentando como notables logros de ese régimen su Seguridad Social, los servicios públicos y las empresas estatales que creó, y no la apertura de los mercados españoles a las inversiones extranjeras, o el hecho de que ese régimen tuviese, en proporción, muchos menos funcionarios que la España actual. Malamente se pueden poner objeciones desde la izquierda a esa lectura estatista del franquismo, porque es casi la misma que hacen los comunistas españoles sobre la dictadura castrista, con la diferencia de que en Cuba están ahora mucho peor de lo que estaba España en 1975, precisamente porque la isla apenas se ha abierto a la economía de mercado, y la España de Franco sí que lo hizo.
La ultraderecha, más cerca de la izquierda que de la derecha liberal
Así pues, si nos preguntamos qué es ser de derechas hoy en día, tal vez habría que tener en cuenta los ejes citados. Esto implicaría una redefinición de eso que la izquierda llama ultraderecha, que resulta estar más cerca de la izquierda que del liberalismo en cuestiones muy importantes, un liberalismo al que -insisto- los entrevistados identifican con la derecha. Sé que esa redefinición no se va a producir porque la izquierda no tiene reparos en identificar liberalismo y fascismo como si fuesen lo mismo, en una burda equiparación que sólo puede hacerse desde la ignorancia o desde la mala fe. Lo que sí tengo claro es que Juan Manuel de Prada no es quién para reservarse la condición de cristiano para los que coincidan con sus opiniones. Yo soy liberal-conservador, soy provida y soy cristiano católico, y me gusta recordar unas sabias palabras de Benedicto XVI, cuando señaló que “en la esencia del liberalismo se encuentra el enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad”, y que “el liberalismo pierde su base y se destruye a sí mismo si abandona este fundamento.”
http://www.outono.net/elentir/2016/10/2 ... raderecha/