La infiltración de la ultraderecha en el Ejército alemán
Publicado: 28 Jun 2021 00:40
EXTREMA DERECHA
La doble vida de Franco A. y la infiltración de la ultraderecha en el Ejército alemán
La radicalización de soldados y policías preocupa al Gobierno alemán, que en solo tres años ha detectado 1.400 casos entre sus fuerzas de seguridad
ELENA G. SEVILLANO
Berlín - 27 JUN 2021 - 05:40 CEST
Un tribunal de Fráncfort juzga estos días a Franco A., un oficial de la Bundeswehr, el Ejército alemán, de 32 años acusado de planear ataques terroristas contra destacadas personalidades públicas defensoras de la integración de los inmigrantes. Su detención, en 2017, destapó una trama ultraderechista que desconcertó a la sociedad alemana y puso en guardia a las autoridades, que hasta entonces no acababan de tomarse en serio el goteo de sospechas de extremismo de derechas que se iba detectando tanto en el Ejército como en los cuerpos de seguridad. Según los fiscales del caso, Franco A. consiguió armas y munición para atentar contra políticos y activistas con el objetivo de culpar de los asesinatos a un refugiado sirio. Ese refugiado era él mismo. Durante 15 meses, el teniente de la Bundeswehr mantuvo una doble vida: en el cuartel donde estaba destinado, y en un albergue para solicitantes de asilo de Baviera. Cuando estalló el escándalo, el Gobierno de Angela Merkel afirmó que purgaría el Ejército de ultraderechistas. Solo en 2020 se detectaron 477 casos sospechosos de extremismo, según la última cifra de los servicios secretos militares.
Horst Seehofer, el ministro del Interior, presentó en octubre pasado un estudio que trataba de documentar por primera vez el grado de infiltración de la extrema derecha en los cuerpos de seguridad. Reportó 1.400 casos sospechosos entre soldados, policías y agentes de inteligencia en tres años. El último escándalo estaba muy reciente: la Bundeswehr acababa de disolver una compañía entera de la unidad de élite conocida como KSK (Comando de Fuerzas Especiales) por los vínculos de sus miembros con la extrema derecha. Se descubrió que uno de sus oficiales ocultaba en el jardín de su casa explosivos, armas y 6.000 cartuchos robados al Ejército, además de todo tipo de parafernalia nazi. Ya había sospechas sobre ellos: tres años antes, esa compañía había protagonizado una fiesta con música de grupos neonazis y saludos a Adolf Hitler. No hubo consecuencias.
Un comportamiento similar de varios soldados destinados en Lituania en una misión de la OTAN sí tuvo consecuencias drásticas esta semana. Defensa decidió enviar de vuelta a Alemania a un pelotón completo por entonar cánticos antisemitas y dedicar el cumpleaños feliz a Hitler durante una borrachera en una fiesta celebrada en un hotel. Todos se enfrentan a sanciones y algunos, entre ellos los responsables de una presunta agresión sexual, a la expulsión.
El Gobierno alemán admite que tiene un problema con el extremismo de derechas, que se considera la mayor amenaza para la seguridad del país, por encima del terrorismo islamista. Los casos han aumentado en general, pero preocupan especialmente los de los cuerpos de seguridad. “Este personal tiene acceso a armas y municiones, conocimientos tácticos y operativos, y acceso a información sensible y bases de datos”, apunta el informe de los servicios secretos internos alemanes presentado en octubre pasado. Estos casos suponen “un peligro considerable para el Estado y la sociedad”.
https://elpais.com/internacional/2021-0 ... leman.html
La doble vida de Franco A. y la infiltración de la ultraderecha en el Ejército alemán
La radicalización de soldados y policías preocupa al Gobierno alemán, que en solo tres años ha detectado 1.400 casos entre sus fuerzas de seguridad
ELENA G. SEVILLANO
Berlín - 27 JUN 2021 - 05:40 CEST
Un tribunal de Fráncfort juzga estos días a Franco A., un oficial de la Bundeswehr, el Ejército alemán, de 32 años acusado de planear ataques terroristas contra destacadas personalidades públicas defensoras de la integración de los inmigrantes. Su detención, en 2017, destapó una trama ultraderechista que desconcertó a la sociedad alemana y puso en guardia a las autoridades, que hasta entonces no acababan de tomarse en serio el goteo de sospechas de extremismo de derechas que se iba detectando tanto en el Ejército como en los cuerpos de seguridad. Según los fiscales del caso, Franco A. consiguió armas y munición para atentar contra políticos y activistas con el objetivo de culpar de los asesinatos a un refugiado sirio. Ese refugiado era él mismo. Durante 15 meses, el teniente de la Bundeswehr mantuvo una doble vida: en el cuartel donde estaba destinado, y en un albergue para solicitantes de asilo de Baviera. Cuando estalló el escándalo, el Gobierno de Angela Merkel afirmó que purgaría el Ejército de ultraderechistas. Solo en 2020 se detectaron 477 casos sospechosos de extremismo, según la última cifra de los servicios secretos militares.
Horst Seehofer, el ministro del Interior, presentó en octubre pasado un estudio que trataba de documentar por primera vez el grado de infiltración de la extrema derecha en los cuerpos de seguridad. Reportó 1.400 casos sospechosos entre soldados, policías y agentes de inteligencia en tres años. El último escándalo estaba muy reciente: la Bundeswehr acababa de disolver una compañía entera de la unidad de élite conocida como KSK (Comando de Fuerzas Especiales) por los vínculos de sus miembros con la extrema derecha. Se descubrió que uno de sus oficiales ocultaba en el jardín de su casa explosivos, armas y 6.000 cartuchos robados al Ejército, además de todo tipo de parafernalia nazi. Ya había sospechas sobre ellos: tres años antes, esa compañía había protagonizado una fiesta con música de grupos neonazis y saludos a Adolf Hitler. No hubo consecuencias.
Un comportamiento similar de varios soldados destinados en Lituania en una misión de la OTAN sí tuvo consecuencias drásticas esta semana. Defensa decidió enviar de vuelta a Alemania a un pelotón completo por entonar cánticos antisemitas y dedicar el cumpleaños feliz a Hitler durante una borrachera en una fiesta celebrada en un hotel. Todos se enfrentan a sanciones y algunos, entre ellos los responsables de una presunta agresión sexual, a la expulsión.
El Gobierno alemán admite que tiene un problema con el extremismo de derechas, que se considera la mayor amenaza para la seguridad del país, por encima del terrorismo islamista. Los casos han aumentado en general, pero preocupan especialmente los de los cuerpos de seguridad. “Este personal tiene acceso a armas y municiones, conocimientos tácticos y operativos, y acceso a información sensible y bases de datos”, apunta el informe de los servicios secretos internos alemanes presentado en octubre pasado. Estos casos suponen “un peligro considerable para el Estado y la sociedad”.
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