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La inmunidad se acaba por envidia
albert soler 02/19/2021 | 12:58
Es sólo por envidia que el Parlamento Europeo quiere levantarle la inmunidad al Vivales. Los europeos, tan trabajadores ellos, no soportan que alguien haya alcanzado el ideal absoluto: engañar suficiente gente para vivir de gorra lo que le queda de vida, alejado de la familia y en un palacete que se sufraga Dios sabe de qué manera. Y además, sin tener que dar cuenta a nadie de los gastos ni, sobre todo, de la hora de llegada a casa, que cuando vivía en Girona tenía que aguantar a la señora reprochándole todo, que si siempre de juerga, que si tienes una familia, que si ya tienes una edad, que si mientras tanto yo cuidando de la casa, aquello era un sinvivir, no como el pianista y el Matamala, que lo permiten todo. Uno lo deja todo atrás, uno es lo suficientemente listo para conseguir que los lacistas incautos le sufraguen la vidorra, y vienen los envidiosos europeos a pretender poner fin a lo que se ha ganado tan honradamente. Si no honradamente del todo, al menos a base de echarle cara dura a la vida, que también tiene su mérito.
Seguro que todo es cosa de los europeos del norte, tan luteranos que creen que la política debe servir para mejorar las condiciones de vida del pueblo. Si serán idiotas. Seguro que si fuera por los del sur, italianos, españoles, portugueses y otros pueblos que saben vivir la vida, Puigdemont no sólo gozaría de inmunidad perpetua, sino que sería puesto de ejemplo de estadista, al lado de Berlusconi, quizás incluso de Mussolini, aunque éste tenía la manía de la puntualidad de los trenes, y nuestro Vivales ni siquiera eso, lo que lo pone un escalón por encima en el ranking de vividores.
Uno se imagina aquellos diputados daneses, alemanes y suecos, tan honestos que capaces son de no incluir en las dietas los regalos para las queridas, rojos de envidia y resentimiento cuando ven al Vivales, cada día con aspecto más hermoso y dándoselas de exiliado mientras no dobla la espalda ni por casualidad.
-¿Has visto, Hans? Por allí va el exiliado, mira si pasa penurias que cualquier día le reventarán los pantalones.
-Calla, Olaf, calla, que yo vivo en un pisito -el sueldo no da para más- en Waterloo y por las noches no puedo dormir de la jarana que sale de su palacete: guitarras, risas y un tío que no para de tocar el piano y repite con tono melifluo «¿lo hago bien, Carles?»
La envidia es muy mala. Lo que deberían hacer los eurodiputados, en lugar de querer acabar con el tren de vida que se ha ganado el 286º -o un número parecido- presidente catalán, es tratar de imitarlo. Pero como ellos son unos inútiles incapaces de engañar a su electorado con promesas infantiles, lo quieren mandar de vuelta a España. En lugar de tomarlo de ejemplo lo quieren penalizar, realmente estos europeos no saben nada de la vida, no es extraño que cuando vienen de vacaciones se cojan esas borracheras.
También ha pesado en la decisión de querer enviar nuestro Vivales de vuelta el hecho de que muchas señoras de eurodiputados empiezan a desconfiar de tantas jornadas de trabajo en Bruselas de sus maridos. Hasta ahora, las mujeres no sospechaban nada, pero ha comenzado a correr la voz del catalán que vive como un pachá y hace lo que quiere, y muchas tienen la mosca detrás de la oreja. Esto se debe frenar, o lo que hasta ahora eran unas vacaciones pagadas en la Unión Europea se acabará por culpa del catalán que no sabe disimular.