Koons, arte de polémica y récords.
Las acusaciones de plagio no impiden que su exposición en el Pompidou sea un gran éxito | Es un ejecutivo y un triunfador, con 128 asalariados en su taller de Chelsea, en Nueva York.
Koons, con su mujer y sus siete hijos en la inauguración de su exposición en el centro Pompidou de París Getty.
Jeff Koons es un plagiario, según el par de acusaciones depositadas en juzgados de Francia y Estados Unidos. Importante, ya que Koons es el artista vivo más cotizado -su escultura Balloon dog, versión naranja, obtuvo casi sesenta millones de dólares en una subasta del 2013- y la retrospectiva que hasta el 27 de abril le dedica el Pompidou de París -luego irá al Guggenheim de Bilbao-, pulveriza récords.
Por ejemplo, 112.844 visitantes en sus primeros 17 días, contra los 111.028 del Dalí en el mismo lapso. Además, el 29 de noviembre, con 9.143 entradas, fijó la máxima frecuentación diaria de los casi 14.000 días de vida del Pompidou, que esperaba unos 4.500 curiosos diarios y está recibiendo 6.638.
Aunque el centro se curó en salud y ante la previsible polémica retiró una obra ya cuestionada, que aparece sin embargo en el catálogo, nadie puede negar que este Koons que hace fruncir la nariz de los exquisitos, cuya obra despierta sospechas y su retrospectiva -la mayor que le haya dedicado Europa- irrita a cierta crítica, es un imán.
El público da razón al hombre que ignora la crítica porque "la obra de arte sólo tiene dos destinos, el de ser modificada por aquel que la contempla y a quien a su vez modifica. Y la de atraer otra mirada, distinta: la del coleccionista".
A los primeros, Koons reclama "los ojos de un niño, la emoción instintiva" ya que sólo busca "transmitir una sensación de felicidad".
La visita de prensa a la muestra, antes de la apertura, se inició con la sorpresa de la puntualidad del artista y su aspecto de empresario, con traje gris, corbata y una gran sonrisa de vendedor.
El comisario de la muestra, Bernard Blistène, que también dirige el museo de arte moderno del Pompidou -la segunda mayor colección de Europa- murmuraba: "es un obsesivo de la precisión, en todo".
Koons no parece un artista ni lo pretende. Es un ejecutivo y un triunfador, con 128 asalariados en su taller del barrio de Chelsea, en Nueva York. Es también un coleccionista cuyas piezas -de Courbet, Miró, Dalí...- tenía ya en el 2012, un valor de más de 25 millones de dólares, según The New York Times.
Koons explica su trabajo, sin tela, brocha, piedra ni punzón. "Durante dos o tres meses construyo, ensamblo y manipulo imágenes en el ordenador. Las busco en la publicidad -"la del gran público, que es figurativa y compresible, en lugar de la que apunta a una élite, abstracta"-, las historietas, el arte antiguo y moderno".
Es en ese momento cuando intervendría lo que Blistène califica como "apropiación, un procedimiento del arte moderno" y los denunciantes como plagio.
En el ordenador "determino la composición, la divido en secciones, compongo un abanico de 250 colores y distribuyo los documentos a mis colaboradores. Son artistas -algunos con obra personal, pero en el taller deben ayudarme a capturar la versión original de la mía-, y su trabajo suele ocuparlos durante seis meses. Pintan, esculpen y yo controlo".
Si parece lógico que sus coleccionistas -como el millonario francés François Pinault- presten obras a las exposiciones para incrementar el precio, la realidad es que también los museos y centros oficiales, como el Pompidou, se la disputan.
La razón no le concierne. "Lo que me importa es la experiencia del público, su punto de vista, y no lo que digan los expertos; ni siquiera me interesa saber por que un coleccionista compra mis obras". Eso sí, "por educación", atraviesa el Atlántico cuando Pinault inaugura una muestra en su museo de Venecia.
¿Y lo que más le interesa? "Terminar mi trabajo diario a las seis de la tarde para estar en casa cuando mis hijos cenan".
http://www.lavanguardia.com/gente/quien ... cords.html
