Ver citas anteriores
Las campañas le sientan mal a Ciudadanos
Crónicas desde Madrid: La insistencia en actuar políticamente a golpe de encuestas hunde a los de Rivera, que pueden acabar siendo irrelevantes
Ricardo Rubio - Europa Press
Gonzalo Bareño
25/02/2019 05:00 h
Más de diez años después de que en el 2008 la quiebra de Leman Brothers originara una de las mayores crisis económicas de la historia, en España se siguen pagando las consecuencias, no tanto en la situación financiera como en la degradación de la política que llevó aparejada. Primero fue el socialista José Luis Rodríguez Zapatero el que echó por tierra en dos minutos todo su discurso político anunciando un recorte de 15.000 millones de euros. Luego, Rajoy se vio obligado a seguir aumentando el tijeretazo, que pagaron todos los españoles, especialmente las rentas más bajas, ante la amenaza de una intervención.
Al calor de esa situación dramática emergieron dos partidos, Podemos y Ciudadanos, que prometían recetas fáciles para sacar a España del abismo y regenerar la democracia. Hubo gurús que aseguraron que PSOE y PP estaban condenados a desaparecer para ser sustituidos por estas dos fuerzas. Pero, llegado el 2019, Podemos es un espectro difícil de reconocer que se deshace en las clásicas guerras intestinas de la izquierda, al estilo de aquel Frente Popular de Judea de la película La vida de Brian, sin haber aportado nada más que puro tacticismo político. Y Ciudadanos ha demostrado que es una fuerza que se mueve muy bien en la crítica, pero es incapaz de mantener un discurso coherente, porque actúa a golpe de encuestas. Un partido que genera siempre grandes expectativas, pero al que las campañas electorales le sientan muy mal en cuanto se sale del carril de Cataluña.
En las generales del 2015, después de pasarse toda la campaña jurando que nunca facilitaría la investidura de Mariano Rajoy ni de Pedro Sánchez, a 48 horas de las elecciones Albert Rivera dio un volantazo y se comprometió a abstenerse para que gobernara la lista más votada. Ciudadanos trataba de escapar así de la pinza que le hacían el PP y el PSOE, situándole cada uno en la órbita del otro. Rivera pagó caro aquel volantazo. Y aún más caro lo pagó después de romper incluso esa palabra y apoyar en el 2015 la investidura de Sánchez, pese a que el más votado fue Rajoy. Y poco después, en el 2016, repitió jugada, jurando que no apoyaría nunca la investidura de Rajoy para acabar siendo el único que votó a favor del líder del PP.
Lejos de haber aprendido del error que supone actuar a golpe de encuesta, Ciudadanos insiste ahora en el error. Aterrorizado por el hecho de que sus votos se estén fugando al PP y a Vox porque la derecha da por hecho que pactará con Sánchez, promete que jamás dará el Gobierno al PSOE y recurre a Inés Arrimadas, dejando así a los catalanes tirados tras haber ganado las elecciones. Pero los sondeos indican que, a estas alturas, su credibilidad es cercana a cero. Y de ahí que el partido naranja se esté desmoronando en las encuestas, hasta el punto de que, hoy por hoy, pese a su vocación de bisagra, no sirva ni para darle el Gobierno al PP ni para sumar con el PSOE. La paradójica consecuencia de tanta contradicción es que, o mucho cambia la cosa, o al final Ciudadanos acaba dejando el futuro de España en manos de los independentistas, que son los que pueden decidir si se forma o no Gobierno.