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Isaac Asimov escribió:Tal como se describe en la Biblia, el sitio de Jerícó estuvo acompañado de desfiles ceremoniales en torno a la ciudad a cargo de hombres armados, mientras los sacerdotes también la rodeaban llevando el arca de la alianza y haciendo sonar trompetas. Eso se repitió durante seis días, y al séptimo la ciudad fue rodeada siete veces (una indicación del pequeño tamaño de la ciudad según los cánones modernos). Cuando hubo concluido esto,
Josué 6.20. ...el pueblo ... se puso a gritar clamorosamente, las murallas de la ciudad se derrumbaron...
Si tomamos el relato bíblico al pie de la letra, se trata de un milagro, pero los que buscan explicaciones naturales suelen sugerir que el desmoronamiento se debió a un terremoto. Si eso es cierto, fue un terremoto que afortunadamente se produjo muy a tiempo.
En realidad, es fácil suponer que las vueltas en torno a la Ciudad tenían un propósito táctico cuidadosamente calculado. En primer lugar, servirían para desanimar aún más a los defensores de la ciudad, porque el pueblo de Jericó se pondría realmente nervioso ante los hilos sombríos y majestuosos de una red sobrenatural que envolvía la ciudad. Para los devotos religiosos de aquellos días, los invasores invocaban a un Dios muy poderoso del que casi podría esperarse cualquier, cosa. Los dirigentes de la ciudad debieron tener muchas dificultades para que el populacho no se rindiera inmediatamente.
En segundo lugar, mientras los defensores contemplaban fascinados el lento desfile en torno a la ciudad y escuchaban el sonido pavoroso de las trompetas, quizá no tuvieran tiempo de ver y oír la muy terrenal actividad de los zapadores de Josué, que poco a poco socavaban las murallas de la ciudad.
Así cayó Jerícó. La ciudad fue saqueada y destruida para siempre tal como se pretendía.
Josué 6.26. Entonces juró Josué ...: «Maldito ... quien se ponga a reedificar esta ciudad de Jericó...
Muchas veces ha ocurrido que, tras ser destruidas, algunas ciudades han recibido maldiciones de enemigos inveterados. Fuera de la Biblia, el caso más famoso es el de Cartago, la ciudad cananea más grande y fuerte de la historia (era una colonia fenicia). Cartago libró tres guerras colosales con Roma, separadas por más de un siglo, y en una ocasión estuvo a punto de derrotar a Roma. Cuando Roma tomó finalmente Cartago, en el 146 aC, destruyó por completo la ciudad y tomó medidas para que no la volvieran a edificar jamás.
Sin embargo, las ciudades no se construyen sin motivo; suelen situarse en el emplazamiento de un puerto de mar, en el vado de un río o en algún sitio que domine las rutas comerciales. Los habitantes de una ciudad convenientemente situada alcanzan prosperidad y, por mucha que sea la maldición lanzada contra su emplazamiento, no es probable que siga vacío para siempre.
Así, poco más de un siglo después de su destrucción, Cartago volvió a construirse. La Cartago romana floreció durante seis siglos, casi en el mismo sitio del emplazamiento maldito. En el reinado del rey Acab, tres siglos después de Josué, se levantó una nueva Jerícó israelita que sobrevivió y prosperó a lo largo de la época del Nuevo Testamento. Esa nueva Jericó fue destruida durante las invasiones de persas y árabes en el siglo séptimo dC, y los cruzados construyeron otra Jericó cuatro siglos después.
La última Jericó sigue existiendo en nuestros días; su nombre árabe es Erija, bastante reconocible, y tiene una población de unos 2.000 habitantes.*