Suicidios juveniles, cómo reconocer las señales.
"Mi hija Ariadna se suicidó hace dos años y ocho meses. Acababa de cumplir los 18. En las semanas previas nos decía que estaba de bajón, que le costaba estudiar. Acudió a un psicólogo que no supo ver el peligro, como tampoco nosotros, porque ningún padre está preparado para interpretar la gravedad de los síntomas. Y eso que la relación que tenía con su madre y conmigo era maravillosa, de mucha confianza y cariño. En la carta que nos dejó, llena de amor, nos explicaba sus problemas de autoestima, su tristeza por no sentirse querida por sus amigos, aunque eso no era así, y reconocía que nos había ocultado todo ese dolor para no hacernos daño. Se despidió pidiendo que la perdonáramos".
José Carlos Soto (editor, 58 años) narra así la tragedia que hizo jirones su existencia y la de su mujer, Olga Ramos (informática, 52). No pretende liberar su aflicción sino ayudar con su testimonio a que otros jóvenes encuentren la manera de escapar de sus abismos. En el funeral de Ariadna se enteró de que en los años anteriores otros cinco chicos de su instituto se habían quitado la vida o lo habían intentado. Sus padres tampoco sospecharon el drama que atormentaba a sus hijos y después nunca quisieron hablar de ello. "El suicidio sigue siendo tabú. Provoca miedo y vergüenza. Pero es una realidad entre los jóvenes que es imprescindible abordar abiertamente para que las familias y los amigos sepan interpretar los síntomas y prevenir el desenlace", dice José Carlos.
Efectivamente se trata de un gran tabú del que se habla muy poco. Cada año en Españase quitan la vida más de 300 jóvenes menores de 30 años, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), una cifra que va aumentando de manera lenta pero constante, hasta el punto de que se ha convertido en la primera causa de muerte en esa franja de edad. De cada tres suicidios, dos son cometidos por chicos. Pero de cada tres intentos, dos por chicas. Esto demuestra que no hay diferencias de género en la incidencia de este drama, sino solo en la efectividad de los propósitos. Como explica Javier Jiménez, psicólogo clínico y presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS; redaipis.org), "ellos suelen elegir métodos más letales, también se percibe que, por motivos culturales, tienden a ocultar más sus angustias y, por tanto, buscan menos el apoyo psicológico externo".
Desgraciadamente, contar con ese apoyo no siempre es suficiente. La glamurosa máscara de la bloguera de moda Celia Fuentes (27 años) servía para disimular un infierno de depresiones, fracasos amorosos y abuso de psicofármacos. Su entorno la había salvado en dos ocasiones de poner fin a una vida de escaparate que sus cientos de miles de seguidores envidiaban. El 19 de septiembre,en su tercer intento, tuvo éxito.
"La gran mayoría de los suicidas son enfermos mentales en tratamiento o que no han sido tratados", apunta el doctor Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, "no hay duda de que contar con más recursos serviría para reducir drásticamente estos casos. Pero es que ni siquiera contamos con un Plan Nacional de Prevención de Suicidios, un compromiso de la administración sanitaria que no acaba de cumplirse".
Precariedad de medios
La angustia de una pareja que acudió en busca de ayuda a AIPIS ilustra esta precariedad de medios. La suerte hizo que el padre de Miguel (nombre supuesto), un chico de 16 años que había hecho de su cuarto un búnker frente al mundo, decidiera transgredir esa privacidad para darle un beso antes de irse al trabajo. Lo encontró con la venas del antebrazo abiertas,desangrándose en su cama. Los médicos lograron salvarle la vida y una vez que se repuso físicamente intentaron trasladarlo a uno de los hospitales de Madrid con unidad psiquiátrica para menores. No había camas, de manera que la familia no tuvo más alternativa que pedir cita con una asistente social y, mientras, regresar a casa con Miguel, que solo se mostraba arrepentido de no haber muerto. Sus padres tuvieron que solicitar permisos en sus empleos para vigilar a su hijo día y noche, esperando una ayuda profesional que tardó semanas en llegar.
"El 80% de los jóvenes con problemas de salud mental serios no acude a los especialistas, y cuando lo hace a menudo no son tratados como deberían porque los terapeutas no han sido formados sobre cómo actuar ante conductas suicidas. Quienes tienen esos conocimientos los han adquirido por propio interés al atender a este tipo de pacientes. Si se carece de la formación adecuada es posible confundir esos trastornos con los típicos conflictos de la adolescencia o atribuirlos a una falta de madurez que impide afrontar los problemas cotidianos", denuncia Javier Jiménez.
Después de más de dos años volcado en la tarea de información y apoyo a familiares a través de AIPIS, José Carlos Soto está convencido de que la mejor prevención es estar atento a las conductas de los jóvenes, buscar la forma de hablar con ellos y saber escucharlos: "Muchas veces es complicado, sobre todo si son adolescentes, porque se encierran en su mundo. Por eso hay que dar una enorme importancia a lo que te cuenten. Los problemas que a nosotros nos pueden parecer menores, como una ruptura con la pareja o una pelea con sus amigos, para ellos lo son todo y les pueden llevar a una profunda depresión".
'Tenía problemas en el colegio'
Patricia (nombre supuesto) tiene 17 años. Desde los 15 está en tratamiento psiquiátrico por un intento de suicidio. Ahora por fin se siente con fuerzas para retomar su vida escolar y contar su experiencia: "Tenía problemas en el colegio. Un grupo de chicas me acosaba y me hacía sentir muy mal. Al menos contaba con un par de amigas con las que salía, y juntas empezamos a fumar porros. Al principio era divertido y me relajaba, pero poco después comencé a sentir una angustia terrible. Era como si todo se me cayera encima y no me dejara respirar. Empecé a autolesionarme para aliviar ese dolor. Luego ya no me bastaba y quise acabar con todo".
Pocas veces el deseo de morir responde a una sola causa, aunque los expertos señalan que suele haber un desencadenante de las crisis. Según el doctor Bobes, el consumo de drogas, sin ser un factor determinante, cada vez está más presente en estos casos. Javier Jiménez advierte también sobre el efecto nocivo que las redes sociales pueden tener sobre los jóvenes: "Antes el acoso se restringía al ámbito escolar. Ahora la víctima no puede desconectar. Las críticas, las imágenes dañinas, las bromas... Todo está siempre ahí, y en la red no se ve el sufrimiento que eso llega a provocar. Además en ese universo digital se intercambian ideas sobre autolesiones y suicidio como si fueran soluciones a los problemas y angustias".
La prevención solo es posible si somos conscientes de que cualquiera puede ser víctima de estas situaciones y de que nadie está a salvo de sufrir una patología psíquica. Por eso, insisten desde AIPIS, es imprescindible enseñar a los profesionales y a los padres a detectar el riesgo de suicidio y estar atentos a las amenazas que suelen adelantar sus intenciones. "Queremos desmontar ese mito que dice que quien de verdad desea matarse nunca habla de ello", explica la doctora Ana Montes, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y experta en prevención del suicidio. "Hay estudios que sugieren que más del 70% de las personas que lo intentan se lo han comentado a un médico o a alguien de su entorno. Por eso, a los familiares de quienes hacen este tipo de amenazas siempre les decimos que se las tomen en serio. Hay mucha tendencia a creer que es una manipulación, pero es muy raro que alguien se suicide sin haber advertido antes de que lo va a hacer".
Los expertos y las asociaciones de prevención y apoyo a las familias insisten en que no se podrá reducir el número de muertes sin antes comprender que lo que aún se percibe como un estigma social es un problema de salud que cuesta la vida a unos 4.000 españoles cada año. "Hablemos de ello. Saquemos este drama a la luz y busquemos soluciones. Yo no quiero ningún otro hijo muerto", concluye José Carlos Soto, "ha sido terrible comenzar una vida a los 56 años. Iniciar otras amistades y proyectos, generar nuevos recuerdos porque vivir con los de antes me hubiera hundido. No quiero que ningún padre pase por ese tormento".
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