Re: ¿Pueden los musulmanes integrarse en las sociedades occidentales?
Publicado: 06 Jul 2015 12:19
Buen artículo pero no indaga en lo que denomina "injerencias extranjeras" que es la financiación del salafismo y es quizás lo más importanteVer citas anterioresjordi escribió:http://www.webislam.com/articulos/34091 ... _auge.htmlVer citas anterioresEl salafismo está en auge
Ser salafí en Europa es como pertenecer a una tribu urbana, con sus códigos y mecanismos de grupo
29/07/2008 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: El Periódico
Desde hace años los musulmanes asistimos al auge imparable del salafismo, especialmente en Catalunya. A pesar de implicar una ruptura radical con el islam tradicional, el salafismo adquiere cada día más adeptos, hasta el punto de que amenaza con constituirse en el principal movimiento islámico en España. Sin caer en la demonización acrítica del salafismo, considero este fenómeno sumamente preocupante.
Para comprender sus causas es necesario tener en cuenta la problemática social de las comunidades musulmanas, caracterizada a grandes rasgos por la precariedad social, el incumplimiento de sus derechos religiosos, la desigualdad respecto a la religión mayoritaria, la islamofobia y la persistencia del nacionalcatolicismo. Y desde un punto de vista interno, por la fragmentación, la poca preparación de la mayoría de los dirigentes religiosos e imames, las rivalidades ideológicas y las injerencias extranjeras.
Esta situación genera dinámicas de resentimiento: la ruptura del vínculo social, la desafección hacia la sociedad y el rechazo de la cultura occidental. En este contexto, el salafismo ofrece a muchos jóvenes inmigrantes una respuesta al desarraigo, una contraidentidad fuerte ante una sociedad que --según consideran-- los rechaza. Todo ello se multiplica a causa de la situación internacional: Palestina, Irak, Chechenia, Cachemira...
Este discurso es construido en oposición a los valores de la sociedad occidental, considerada como corrupta y enemiga del islam. Se trata de un islam rígido y dogmático, que reivindica el modelo de "los antepasados piadosos", los salaf. Es un islam descontextualizado, que ofrece un modelo unívoco de comportamiento, cuyo seguimiento lo sitúa en los márgenes de la sociedad. Ser un salafí en un suburbio de Europa es como pertenecer a una tribu urbana, con sus códigos y sus mecanismos de grupo, entre los cuales destaca la estricta segregación de la mujer.
En este punto hay que evitar confusiones: el salafismo implica una ruptura con el islam tradicional, al cual considera una desviación. No es un literalismo, pues su apego al Corán es selectivo, y no pasa por la lectura personal del Corán, sino por la aceptación ciega de las interpretaciones realizadas por determinadas autoridades religiosas, la mayoría saudís. La paradoja del salafismo es que toma como "islam de los antepasados" la herencia del reformismo musulmán de las primeras décadas del siglo XX, con su ruptura con la tradición para adaptar el islam a nuestro tiempo, y hacerlo competitivo frente a la amenaza de Occidente. Al mismo tiempo, denuncia todo intento de reforma como una innovación del único modelo válido de entender el islam, el suyo.
Lo que llaman "el islam puro de los antepasados" no es sino una construcción moderna, una invención que sus forjadores sitúan en una edad dorada mítica, en una sociedad imaginada que sirve de inspiración y de guía. Los antropólogos recurren a categorías como "la invención de la tradición" (Hobsbawm) o "las comunidades imaginadas" (Benedikt Anderson) para describir estos procesos de mistificación que sitúan los orígenes míticos de la ummah --comunidad-- musulmana, un mito a la altura de las alegorías políticas pergeñadas por los ideólogos nacionalistas del siglo XIX.
Se trata de un discurso muy simple, propagado a través de predicadores y cintas audiovisuales, que permiten a muchos jóvenes desarraigados sentirse integrados en una comunidad virtual de creyentes.
Nos adentramos en un círculo vicioso. Cuanto más fuertes son los discursos identitarios nacionales que llaman a los musulmanes a asimilarse, más fuerte es la atracción que el salafismo tiene para muchos de estos colectivos, como ideología de resistencia. El salafismo no es violento, pero en casos extremos puede llegar a la violencia. El propio modelo neoliberal y el discurso antiislámico dominante genera estas dinámicas, las hace inevitables y al mismo tiempo saca partido de ellas, con la explotación de los trabajadores sin papeles, el aumento de las dotaciones para seguridad y la instauración de un clima generalizado de sospecha en torno a los musulmanes.
Ante esta situación, debemos explorar las posibilidades que nos ofrecen la democracia y el Estado de derecho para conseguir el predominio de un islam alejado de cualquier forma de extremismo, al mismo tiempo que se combate la islamofobia, se desarrollan el laicismo y la libertad religiosa y se promueve una lectura de la historia de España inclusiva de la diversidad.
La democracia ofrece un marco idóneo para el desarrollo de las potencialidades internas de la espiritualidad islámica, y nos aboca al surgimiento de un islam de progreso, comprometido con el pluralismo religioso, con la igualdad de género y con la justicia social. Un islam democrático e igualitario que, si fuese suficientemente apoyado, sin duda llegaría a ser el dominante, pues responde a las necesidades vitales de la mayoría de los musulmanes en España.
Por desgracia, esta no es la tendencia general, y tanto el auge del salafismo como el apoyo de las instituciones al islam reaccionario son una realidad entre nosotros.
De hace 7 años, pero actual.