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Juan Eslava Galán escribió:Se explica porque la masa de la población, los campesinos paupérrimos y abrumados por los impuestos, no movieron un dedo en favor del orden godo. Total, peor de lo que estaban no podían estar con nuevos amos. Se explica, también, porque los invasores pactaron con los witizianos, con los obispos y con otros magnates, a los que permitieron conservar sus haciendas y privilegios. Era un gran consuelo por la pérdida de España porque los condes y los obispos continuaron al frente de sus provincias y de sus diócesis, y la organización jurídica y eclesiástica del Estado godo se mantuvo intacta. Aquellos musulmanes de la primera hornada respetaban a «las gentes del Libro», como llamaban a los cristianos y a los judíos, y se contentaban con imponerles un tributo especial. Por eso, tampoco estaban especialmente interesados en imponer su religión a los pueblos sometidos.
Este cuadro se modifica algo, pero no se descompone, si aceptamos las tesis de Ignacio Olagüe. Según él, los musulmanes no conquistaron España, sino que les fue pacíficamente entregada porque sus habitantes abrazaron masivamente el islam (lo que explicaría la sospechosa ausencia de noticias de la conquista en las crónicas musulmanas). Tenga en cuenta el escéptico lector que faltaba mucho para Trento, y el cristianismo no estaba tan sistematizado como ahora. Era, más bien, un conjunto de confusas creencias, de las que sobresalía la certeza de un Dios único y todopoderoso, absoluto y excluyente. Esa esquemática visión se adaptaba, también, al Dios del islam, con la diferencia de que éste era más permisivo con los apetitos carnales de sus devotos y no los abrumaba con las exigencias de un clero abusón.
La verdad es que, al pasarse al islam, la explotada plebe hispanogoda salía ganando. También ganaban dos importantes minorías oprimidas: los siervos y los judíos. Los primeros porque estaban atados a la tierra casi como esclavos y, con el cambio, al abrazar el islam, ascendían a la categoría de libertos. Los judíos porque, aunque no se convirtieran al islam, alcanzaban los mismos derechos que cualquier cristiano, es decir, los respetaban y sólo los obligaban a satisfacer el impuesto religioso.
Muchos cristianos se mantuvieron en su fe, con sus iglesias y sus ritos, aunque los alfaquíes (equivalente musulmán del clero cristiano y tan aguafiestas como él) refunfuñaban porque los musulmanes consumían vino en ciertos monasterios cristianos que mantenían taberna y bodega.
El lector no ignora que la ley de Mahoma abomina del cerdo y del vino. No obstante, muchos musulmanes españoles desconocían la prohibición coránica. De hecho, en Córdoba existió un floreciente mercado de vino, hasta que Abd al-Rahman II lo destruyó para contentar a los alfaquíes. Con la Iglesia hemos topado.