Iñaki Rekarte, tabernero, exmiembro de ETA.
"Que nadie les diga a mis hijos que su padre era un héroe"
Tengo 43 años. Nací en Irun y vivo Navarra. Estoy casado con Mónica y tenemos dos hijos: Iñaki (7) y Hegoa (3). Tenemos una taberna, yo cocino. Todavía hay gente que defiende que ETA tiene sentido y no me hablan. Creo en mi abuela, que me ayuda un montón no se sabe dónde. Algo hay
A finales de los ochenta para muchos jóvenes ser de ETA era algo atractivo, los veíamos como héroes.
En casa, ¿eran simpatizantes?
Nadie. Y yo era un chico feliz y majo, pero a los 17 años empecé a tontear con las drogas, quería probarlo todo y lo hice de forma alocada. Mi amigo Juanra me sacó de las drogas chivándose a mi padre, un año después me propuso entrar en ETA y por fidelidad le dije que sí pensando que haríamos algún encargo menor.
¿Y la ideología?
No teníamos ni idea de dónde nos metíamos, ni ninguna conciencia del abertzalismo.
¿Cuándo dejó de ser algo atractivo?
Enseguida, porque es un tema que te supera, pero sigues haciendo daño, de perdidos al río. Yo no tenía ninguna personalidad, ni valor para dejarlo. En la misma plaza en que nací cometí mi primer atentado.
Los hermanos Gil Mendoza.
Habíamos recibido la consigna de atacar objetivos policiales, guardias civiles y traficantes de droga. Uno murió, y así pasé del amor por la aventura a ser un asesino.
¿Se arrepintió, sintió miedo?
No asumes que has hecho daño, eso viene después, cuando maduras, cuando hablas con otras personas, cuando te enteras de lo que es ETA. Al principio asumes su ideario, en la cárcel vas a las charlas que organizan cada semana los jefecillos de ETA sobre el marxismo, la autodeterminación. A mí todo eso me importaba un bledo.
Con un coche bomba mató a un matrimonio y a un estudiante que pasaban por allí. ¿Le asustó lo que hizo?
En menos de un año ya estaba en la cárcel, conviviendo con otros etarras, gente que considera que está librando una batalla justa y que esos muertos son sólo daños colaterales, y a ti te conviene creerlo y te conviertes en un abertzale, pero por dentro lo que has hecho te corroe y lo que sientes es rabia.
¿Contra España?
Necesitas un enemigo, volcarla en algo. Vas siempre con tu careta, un personaje que han creado otros. La gente que conoces, incluso tus novias, perteneces a ese mundo, así que vives fingiendo que eres un tipo duro.
Todo muy endogámico.
No dices lo que piensas porque no tienes valor. ETA es como una secta, y tienen tan metida la palabra traidor que un arrepentido es una cucaracha, y nadie quiere ser eso. Pese a ello, en la cárcel nos odiábamos todos, los jefes se peleaban porque todos querían mandar, era muy exagerado. Así pasé 22 años.
¿Cuándo empezó a desencantarse?
Tras el primer atentado, cuando escapé a Francia y conocí ETA por dentro, sus rencillas, las amenazas de unos a otros, los chivatos…, violencia gratuita en estado puro.
Pero siguió atentando.
Sí, y lo que le cuento no justifica nada de lo que hice. Después de cometer aquel salvaje atentado con coche bomba en Santander (que debía activar cuando pasara el furgón de la policía), lo que nos decepcionó no fue la muerte de tres civiles, fue no haber matado a los policías.
¿Cómo reaccionó su familia?
Salvo mis padres, el resto me repudió. Luego estás tantos años en la cárcel que acabas metiendo a tus padres en la manifestación con el cartelito por los derechos de los presos de ETA.
Menuda losa les ha dejado a sus hijos.
Por eso el libro, ahí lo explico todo, que nadie les diga que su padre era un héroe o que asesiné por convicciones ideológicas. Fui un estúpido.
¿Cómo fue lo suyo con Mónica?
Ella era educadora social, hacía talleres en la cárcel de Cádiz, a los que obviamente no iba ningún preso de ETA, pero yo me apunté, desobedecí. Lo nuestro fue un escándalo, imagine sus padres: “¡Mi hija liada con un etarra!”, y me mandaron lejos, pero Mónica ya estaba embarazada. En gran parte fue mi amor por ella y su fe en mí lo que me abrió la mente y el corazón.
¿Ya se había arrepentido?
Estaba separado del grupo, pero no había dicho ni pío. Me llevaron a la cárcel de Salamanca para romper nuestra relación, pero no se rompió. Y allí, en la cárcel de Topas, tuve mi primer amigo, un funcionario con el que hablé en profundidad durante un año, y junté el valor para escribir al Ministerio del Interior y a la Iglesia.
¿Cuántos años de noviazgo carcelario?
Siete, y con una gaditana, ¡una española!, es decir: con el enemigo; y encima mi hijo nació en Cádiz, menudo disgusto, ja, ja, ja.
Le está bien empleado.
Cuando vi a mi hijo me hice todavía más consciente de lo que había hecho, pensé en los dos hijos que dejaron el matrimonio que maté. Y cuando nos casamos no pude dejar de pensar que aquel estudiante que pasaba por ahí se iba a casar en breve. Jamás me perdonaré.
Se ha reunido con víctimas de ETA.
Sí, gente generosa, capaz de perdonar, sin odio. No dejo de preguntarme qué hemos hecho con su vida, con qué derecho. Y lo único que les puedo decir es que yo era un loco y que lo que hice me acompañará hasta la muerte.
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A veces me pregunto sí toda la cantidad de gente en el mundo que mata, legal o ilegalmente, lo vivirá con esta angustia.
¿Qué cree?
Yo creo que sí.
Sin reservas
Entró en ETA a los 18 años con un amigo. Su primer objetivo fueron dos traficantes de drogas. Mataron a uno. A los 19 años, en 1992, preparó e hizo detonar un coche bomba en el centro de Santander. Murieron tres civiles: un matrimonio, Julia Ríos y Eutimio Gómez, y un estudiante, Antonio Ricondo. Fue detenido pocos meses después y condenado a 203 años de cárcel, que posteriormente fueron reducidos a 30 por la doctrina Parot. Rekarte se ha arrepentido públicamente de su pasado violento y ha participado en el programa de encuentros restaurativos con víctimas de la banda. Ha publicado Lo difícil es personarse a uno mismo (Península). Él y su mujer, Mónica, recorren España para explicar sin reservas su caso.
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20 ... karte.html
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