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Las cuatro putas solas
Pedro Sánchez entrando en el Liceo a ver sus nuevos amigos, los empresarios catalanes; y el independentismo rabioso, violento, inframental y sobre todo folklorizado, amontonado como las viejas putas que siempre ha habido en las Ramblas. Fue el resumen de la Cataluña de siempre. Los que cuentan, los que mandan y los ricos, entrando en el Gran Teatro; y la chusma mirando con resentimiento, gritando más o menos, y confirmando en cada uno de sus actos que no es que sus vidas estén escritas de antemano, sino que Dios opinó sobre ellos al crearlos.
Hay algo que a los dos bandos de enfadados les cuesta dramáticamente de entender, y es que Pedro Sánchez no sólo quiere los votos de ERC en el Congreso (que es obvio que los quiere, y los necesita), sino que pretende ganarse el voto de los catalanes de cara a las elecciones del 2023. El presidente que concede la gracia de los indultos, que cita Martí i Pol y que habla de reencuentro no sólo quiere unos presupuestos. Quiere una centralidad construida desde la periferia. Quiere una España articulada contra Madrid. Quiere estos dos años que le quedan y quiere otra legislatura.
Iván Redondo y su cliente saben que las dos personas más odiadas en Madrid son Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Saben que en aquella demarcación no tienen nada que hacer. Saben, y lo han entendido con todas sus consecuencias, que Ayuso no sólo ha ganado con los empresarios y la clase media-alta, es decir, con los votantes más tradicionalmente propios del PP-, sino que los ha arrasado con el entusiástico apoyo de camareros, obreros, taxistas y el barrio de Vallecas. La izquierda cool hacía burla de la presidenta y la presidenta los ha aplastado robándoles la cartera.
En Cataluña, el Partido Socialista continúa obteniendo magníficos resultados en el área metropolitana, y el voto obrero es mayoritariamente suyo. Pero el lunes en el Liceo y hace unas semanas en Fomento no le esperaban los habituales de la Feria de Abril en Montgat o de la Fiesta de la Rosa. Le esperaban Javier Moll y Javier Godó, Antoni Brufau y Ángel Simón. Le esperaba Miquel Roca y le esperaba Josep Sánchez-Llibre. Le esperaba CiU, viuda incluida de Llibert Cuatrecasas, que al final hizo el ridículo, muy desorientada. Quiero decir que el PSOE de Sánchez no ha perdido su votante habitual y obrero y además se ha abierto al corazón de la centralidad política y social catalana. Pablo Casado recogiendo firmas contra los indultos -firmas que no sirven para nada- y los independentistas haciendo de putas zarrapastrosas y trasnochadas son el mismo folclore alrededor de un presidente comediante, farsante, mentiroso, tramposo y empalagosament grandilocuente pero que ha entendido por donde fluye Cataluña y ha sabido cómo dirigirse a una mayoría transversal de la sociedad catalana.
No fue casualidad que Puigdemont perdiera las primarias de Junts y que Laura Borràs fuera elegida candidata contra su expresa voluntad. No es casualidad que el PDeCAT se escindiera y se presentara contra Puigdemont a las elecciones, y no es casualidad que Puigdemont perdiera las elecciones incluso contra Pere Aragonés. Hay una decadencia de los iracundos, los que han quedado fuera de órbita, cada día más folklorizados, sin rumbo ni proyecto, y conscientes de que no sólo han perdido, sino que ellos mismos se han humillado ante el espejo y ante la Historia porque cada vez que ha llegado la hora de pagar el precio de su supuesta hazaña no han sido lo suficientemente valientes ni han tenido suficiente dinero. Las cuatro putas solas saludan la mañana, mientras el fondo de sus ojos se apaga la luz que las ha llevado hasta aquí.
Por otra parte, tampoco es casualidad que Salvador Illa ganara las pasadas elecciones al Parlamento, ni por supuesto lo es que el primer gran acto de distensión entre Sánchez y Aragonés fuera en la sede de Fomento y para homenajear a Javier Godó, conde de Godó , grande de España y editor de La Vanguardia. Por si ese día quedó alguien despistado, que despistados siempre los hay en esta tierra mía, el lunes en el Liceu, en primera fila, asiento 3, estaba Javier Godó y cuando Sánchez llegó no saludó a nadie, y se sentó a su lado, asiento 1. A dos sillas de distancia social, por si contagiaba, estaba Ada Colau. Es un mensaje clarísimo: Javier Godó es mi aliado, y no es que se siente a mi lado, sino que yo me siento a su lado; y tu, alcaldesa, ni sé quién eres y pronto no estarás.
Los votos de ERC en el Congreso están bien, gobernar con Colau en el Ayuntamiento también, pero Sánchez no quiere entenderse con los representantes, sino hacer suyos los catalanes, y obtener en Cataluña un resultado como el que Zapatero / Chacón obtuvieron en 2008, con el 45% de los votos y 25 diputados sobre 47 (ahora aportamos 48). Los indultos, el aeropuerto, los fondos europeos, el corredor del mediterráneo serán sus argumentos, y el griterío de alrededor será cada vez más grotesco y absurdo. El principal enemigo de Pedro Sánchez es él mismo: su cinismo, su oportunismo, su pegajosa insinceridad, su vacío que tanto se le nota, como en su retórico discurso del Liceo, en el que jugó a grandezas que estaban muy por encima de sus posibilidades: pirotecnia afectada y escocida, en ciertos momentos repulsiva, que revuelve el votante moderado y pragmático que entiende que hay que pactar con la realidad, pero que si puede elegir, prefiere que no le insulten.
Y también, al fondo, aunque no tan al fondo, habrá que ver si ERC se sigue comportando como un partido palestino, no perdiendo ninguna oportunidad de perder una oportunidad, o decide hacerse mayor, ocupar un espacio razonable en la política catalana y dejar de ser el partido tóxico y venenoso que (siempre) ha sido en su larga y lamentable historia.
Ahora sí puede decirse, a la manera de la señora Ferrusola, que los socialistas nos han entrado en casa. Pero hasta el fondo. Se nos ha hecho la mujer y nuestros propios hijos le llaman «papá».