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Cataluña, finalmente líder
Albert Soler 07/17/2020 | 01:00
Amnistía Internacional es esa cosa que en Cataluña cae muy biena cuando habla de las carencias de la administración española, que pasa desapercibida cuando habla de los negritos de África, y que se convierte en poco menos que fascista cuando muestra las vergüenzas del gobiernito. En su último informe, por ejemplo, explica que en los últimos diez años Cataluña ha recortado un 24% los recursos destinados a la atención primaria sanitaria, más que ninguna otra región española, líder absoluta. Será casualidad que ahora sea Cataluña la comunidad más castigada con rebrotes. O, como dice la Moliner, será que España nos envía temporeros infectados porque sí, para hacernos daño. Porque seguro que la poca inversión en sanidad no tiene nada que ver. Segurísimo.
Sin embargo, uno se pregunta qué habrá pasado en los últimos diez años en Cataluña, que haya obligado a recortar en sanidad, poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos. ¿A alguien se le ocurre? ¿A alguien le viene a la cabeza en qué ha empleado el gobiernito recursos y esfuerzos en los últimos diez años? Habrá habido en la última década alguna emergencia impostergable que ha obligado a destinar dinero y personal que se habrían podido dedicar a sanidad. Que ha exigido a nuestros gobernantes sacrificar la salud y vida de los gobernados, porque la causa lo merecía. Seguro que cuando Presidentorra, el Vivales y Presidentmás cogían dinero que habría ido a los centros de atención primaria, era para meterlo en lugares más trascendentales que la salud de los catalanes. A mí no se me ocurre qué puede ser más importante que la salud, pero solo soy un periodista, seguro que estos grandes estadistas tenían una razón de peso, una Ítaca, llamémosla así. ¿Qué ha pasado en Cataluña los últimos diez años, que se haya llevado el dinero?
Hace una semana llevé al médico, precisamente a la atención primaria, a mi señora madre. Como a la precariedad de recursos se ha añadido la pandemia, los enfermos no esperan el turno de visita dentro del CAP, sentados. Ahora hay que esperar en el exterior, en fila y distancia de seguridad. Aquí tienen a mi madre, 83 años, prótesis de cadera, prótesis de rodilla, diabética, triple bypass, a pie firme bajo el implacable sol de julio, y menos mal que hay alguna sombra donde refugiarse, porque asientos, ni uno. Con ella, una decena más de enfermos, cada uno con sus patologías encima, esperando que les llamen para entrar, de uno en uno. Enfermeras y médicos hacen lo que pueden, atrapados entre las normas de la pandemia y la creciente falta de recursos a que los tiene condenados el gobiernito.
Cuando fui a recoger mi madre, echaba chispas explicándome la situación, la mujer es mayor y no entiende que el gobiernito, como tal, debe mirar más allá de las simples molestias de cuatro viejos enfermos que quieren ser atendidos con rapidez y comodidad y que no tienen, por tanto, visión de país. Mi madre, como el resto de usuarios de la sanidad pública catalana, debería entender que hay otras prioridades, que hace diez años que la prioridad es otra y sólo otra. Se lo intenté explicar después, en casa, aprovechando que salían por televisión el Vivales y Presidentorra, los líderes emblemáticos que saben a qué debe destinarse realmente el dinero público. Me pareció que la mujer finalmente lo entendía:
- A la madre que los parió a ellos, la mandaba yo a hacer cola en el ambulatorio.