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Quim Torra tiene mucho trabajo, si quiere hacerlo
jordi Xargayó 03/29/2020 | 06:00
Día 9 de marzo, cuatro días antes de que Pedro Sánchez anunciara el estado de alarma, el máximo responsable político de Salud Pública de la Generalitat, Joan Guix, negaba el cierre de escuelas y universidades. Mantenía que «nos preocupa más la gripe que el coronavirus».
Día 10 de marzo, la consejera de Salud, Alba Vergés, sostenía que el Salón de la Enseñanza no se suspendería, e iba más allá: «Si en Semana Santa voy de Igualada a Vilanova y la Geltrú o donde sea, no estoy comportando ningún riesgo ». Dos días después, precisamente Igualada, su municipio, quedaba confinado por el brote local más dramático que ha sufrido hasta ahora Cataluña, donde ya suman 57 muertos.
El miércoles 11, Quim Torra aunque priorizaba la Mesa de Negociación: «La podemos hacer telemáticamente la próxima semana», argumentaba, alejado de la realidad.
El jueves 12 de marzo, la misma Alba Vergés aseguraba que «no hay confinamiento de los niños en casa. Pueden salir e ir al parque tomando precauciones ». El mismo día, la consejera de Empresa, Ángeles Chacón, sostenía que «las medidas que se tomen deben ir en la línea de garantizar la supervivencia de las empresas y proteger los puestos de trabajo».
He citado sólo algunas valoraciones de los días previos al confinamiento. Podría ir más allá, y recordar que Joan Guix había asegurado que en Cataluña no podía pasar lo mismo que en Italia. Pero entonces, finales de febrero / principios de marzo, todos los sabios de ahora eran unos profundos ignorantes. La crisis del coronavirus ha cogido a todos desprevenidos. La reacción ha llegado tarde. Sobre todo en Europa. La diferencia con España es que la mayoría de dirigentes políticos intentan buscar soluciones, muchas improvisadas y sin casuística, en lugar de dar lecciones chulescas como hace la mayoría de los miembros del Gobierno catalán con su líder espiritual, Quim Torra, al frente.
El giro repentino de la Generalitat no es casual, ni tampoco fruto de haberse concienciado de la gravedad de la crisis. Es, como siempre, para sacar rédito político. Y se produce la noche del viernes día 13, horas después de que Pedro Sánchez anunciara que al día siguiente el Consejo de Ministros aprobaría el Estado de Alarma. El Gobierno catalán es consciente de que el Estado decretará un mando único. Primera propuesta de Torra, seguramente ingeniada desde la factoría de ideas de Waterloo: cerrar fronteras en Cataluña, o sea poder dirigir una Republiquita durante unos días. Caducada esta propuesta, comienza el mantra del «confinamiento total». Una táctica vieja: la mejor defensa es un buen ataque.
Desde 2012, tanto el Gobierno catalán como el Parlamento han dedicado toda su actividad a tomar decisiones sobre competencias que no tienen y eludir todas las responsabilidades de las competencias que sí tienen, que son muchas. Torra y su gobierno tienen un amplio margen para tomar decisiones. Desde el estado de alarma, han adoptado poco más de un par: 1. Establecer una indemnización de 7,5 millones de euros a los trabajadores autónomos perjudicados. Agua de borrajas, como siempre. Perjudicados lo son la inmensa mayoría de los autónomos. Tocaría a 14 euros por cabeza; 2. Colgar en la web de Interior un documento para circular. Según muchos expertos, no tiene ninguna validez jurídica. También han reducido un 50% el canon del agua. Eso sí, lanza muchas propuestas que no son de su competencia.
No recordaré ahora que el Gobierno de Quim Torra, y antes el de Carles Puigdemont, ha tenido tiempo más que suficiente para dotar de más recursos la Sanidad catalana, porque ya es tarde, pero sí tiene competencias para reducir el tramo autonómico del IRPF, el más elevado de España, en un momento de emergencia, para detener las obras públicas dependientes de la Generalitat (lo han hecho después de quince días), para controlar y actuar en las residencias de la tercera edad (vamos por 150 muertos en estos centros), para levantar hospitales de campaña como Madrid y Valencia, para obligar a todas las clínicas privadas a ponerse al servicio de la lucha contra el coronavirus, o para empezar a anunciar, aunque no sea de efecto inmediato , que los próximos Presupuestos de la Generalitat servirán para suprimir organismos inútiles y adelgazar la costosa estructura burocrática del sistema político catalán. También podría anunciar que prescinde de parásitos en nómina de la Generalitat como Josep Lluís Alay. Cuando cientos de miles de catalanes deberán percibir la prestación de dsempleo, este personaje cobra 105.676 euros anuales de dinero público para dedicar su jornada laboral a hacer tuits como «vuelve Falange con Sánchez Castejón» o «alcaldesa de Barcelona a los pies de la Ejército español como en el franquismo ».
Sé que Torra y los suyos no cambiarán. Y, dentro de unas semanas, cuando las cifras de infectados y muertos sean terribles, atribuirán la responsabilidad en España, y cientos de miles de catalanes se lo tragarán. Como siempre. Es lo que pasa cuando elaboras un ejecutivo para hacer activismo. No se puede esperar que gobierne.