El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Entrevista a Esteban HErnandez, analista político y autor de "El tiempo pervertido"
https://www.elconfidencial.com/cultura/ ... a_1640502/
Es un poco larga pero me ha parecido un análisis de la realidad política actual muy interesante
Es fácil desorientarse en el tiempo líquido que anunció Bauman. Ni la realidad política ni la económica encajan fácilmente con nuestras referencias filosóficas y conceptuales del siglo XX. Pero, después de un tiempo en el que las ideologías parecían obsoletas, hemos pasado a otro donde los viejos monstruos eligen nuevos disfraces. Las reglas del juego son diferentes y no sabemos cómo afrontar una nueva partida que parece definitiva. Esteban Hernández, analista político de El Confidencial, publica un nuevo libro donde trata de clarificar el caos del presente con la táctica filosófica de replantear los conceptos. Tras 'El fin de la clase media' y 'Los límites del deseo', centrados en los nuevos laberintos de la economía capitalista contemporánea, el autor publica 'El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI' (Akal, 2018), donde analiza la batalla ideológica.
PREGUNTA. Fukuyama se equivocaba. El fin de la historia parece lejano. ¿Por qué volvemos a hablar de ideologías?
RESPUESTA. Estamos en un momento muy poco ideológico si lo entendemos desde el pasado. Hoy el capitalismo reina sin discusión. Pero eso no quiere decir que no existan nuevas ideologías. En Occidente, las dominantes son: 1) la de las democracias liberales, con su internacionalismo, multiculturalidad y multilateralidad, y 2) el populismo de derechas, un movimiento neoliberal en lo económico, pero nacionalista, que promete solucionar los problemas de los perdedores de la globalización desde una nación más fuerte. Ya no es la lucha del comunismo o el fascismo contra la democracia liberal, sino algo diferente. Tiene mucho más que ver con lo que describía Marx en 'La lucha de clases en Francia' o con la situación de los populistas estadounidenses en el XIX. Fuera de Occidente está China, con ese régimen híbrido entre economía capitalista y estructura comunista, y muchos regímenes con democracias formales pero en realidad regidos por líderes fuertes, como Rusia o Turquía, además de las dictaduras que aún perduran.
P. ¿Cuál es hoy la ideología dominante?
R. La ideología dominante en Occidente es la tecnológica, que es una estafa para la mayoría de la gente. Sustituye la promesa de futuro de las viejas ideologías o de las religiones por un remedo, con ribetes muy religiosos también, según el cual los adelantos técnicos nos llevarán hacia avances enormes que nos cambiarán radicalmente. Estar a la altura de los cambios nos obliga a actualizarnos, a estar siempre aumentando nuestro conocimiento, pero también mejorando nuestros cuerpos y adoptando actitudes mentales mucho más positivas. El resultado final es muy decepcionante: por más posibilidades que el cambio tecnológico pueda tener en la teoría, su aplicación práctica está recomponiendo las sociedades de una forma desfavorable para la mayoría de la gente. Es una nueva fase del capitalismo que pretende acabar con muchas de las instituciones en las que se apoyó durante la segunda mitad del siglo XX.
P. ¿A quién pertenece el mañana según esta ideología?
R. El futuro pertenece a quien sepa adaptarse y los demás caerán, por méritos propios, en el pozo de la historia. Así lo explican desde la mirada ideológica dominante, que es básicamente el capitalismo tecnológico de la IV Revolución Industrial. Pero esto encubre también luchas de poder entre las élites, y los nuevos movimientos políticos, como el repliegue de EEUU con Trump, son parte de ellas.
P. En el retrato del mundo del futuro que realiza Klaus Schwab, presidente del Foro de Davos, al que citas en la segunda parte del libro, encuentro una apelación constante a la capacidad de improvisar.
R: En su caso, la improvisación tiene que ver con la adaptación. Supone, en realidad, la exhortación a que seamos capaces de ajustarnos siempre a lo que se nos demanda. No tiene que ver con la inventiva o con la genialidad surgida de lo inesperado, sino con someterse acríticamente al ritmo y a las necesidades de los cambios.
P. ¿Lo que se exige a los trabajadores de Glovo, por ejemplo, o a los jóvenes con estudios superiores que tienen que emigrar?
R. Sí, o a los periodistas y sus clicks, a los directivos y su necesidad de dar rentabilidad al accionista, o a los teleoperadores, o a los turnos cambiantes en el sector servicios, o a los empleados anglosajones con contratos de cero horas a los que se les pide que vayan a trabajar solo en los días y horas que decida la empresa. Están reescribiendo las reglas del mundo del trabajo.
P. La obligación de evolucionar y ponerse al día me recuerda también a la exigencia de la izquierda posmoderna: hemos de cambiar urgentemente nuestra mentalidad y deconstruirnos o quedaremos atropellados por la historia. ¿Hay un patrón o es coincidencia?
R. No, no es coincidencia. Muchos de los patrones que han utilizado desde arriba se han repetido abajo. La izquierda posmoderna adoptó un marco de pensamiento similar al de esta reacción conservadora, aunque trate de llevarlo a su terreno. Por ejemplo, conservadores e izquierdistas piensan que la tecnología es una gran solución; y buena parte de la izquierda dice: “ok, las máquinas harán el trabajo, solucionemos el problema con la renta básica” o “no importa que las grandes empresas tecnológicas sean monopolios, porque después se nacionalizan”. Pero esa mirada hacia el futuro impide que se cuestionen las consecuencias que está produciendo ya un cambio tecnológico que es puro taylorismo elevado a una potencia mucho mayor.
P. ¿Qué panorama deja este cambio acelerado?
R. Los cambios estructurales de las últimas décadas son claros. Si nos atenemos a los efectos, y dejamos de lado las ideas con las que se están justificando, lo único cierto es que la parte más favorecida de la sociedad, ese 10% superior, ha ganado muchos más recursos y poder, mientras que el resto hemos perdido opciones vitales, ingresos y capacidad de acción. El estado liberal y el estado de bienestar fueron útiles mientras existió el comunismo, pero han empezado a pensar que ya no los necesitan para nada. Por eso aparecen Trump y otros como él: quieren deshacerse de las instituciones del estado liberal porque les estorban, ya sean las laborales, las jurídicas o las políticas. Todas ellas están sometidas a un proceso de corrosión gradual que no avanza mediante grandes saltos, pero que genera efectos radicales.
P. De nuevo señalas un tipo de acción donde coinciden las nuevas izquierdas y nuevas derechas populistas: el descrédito permanente de las instituciones del estado liberal. Esta semana, muchos políticos claman contra la opinión de la fiscalía en el juicio del Procés, como lo hicieron con el voto discrepante de la sentencia de La Manada. ¿Estamos jugando con fuego al atacar estas instituciones?
R. Estamos metidos en el fuego mismo. Las instituciones, para que sean efectivas y generen legitimidad, no pueden estirarse para que cumplan únicamente las reglas de una parte, de un partido o de un colectivo. En el caso de los jueces en España está claro: la mirada del ciudadano común ya los contempla como si estuvieran totalmente atravesados por intereses partidistas en lugar de por las reglas propias del mundo jurídico.
P. Entiendo que un motivo puede ser la desorientación del ciudadano común ante un sistema difícil de entender. Se percibe la injusticia pero no se sabe dónde atacar. En el siglo XVIII podía tomarse la Bastilla, ¿qué se puede hacer hoy?
R. Muchas cosas. Y estamos obligados a hacerlas, o el estado liberal será destruido por el bonapartismo de Trump y los suyos. Hay que tener en cuenta tres factores. Primero, en las luchas de poder se requiere una fuerza que te respalde, y hoy las opciones progresistas están perdiendo la batalla electoral. Hay que dejar de perder espacio social y comenzar a ganarlo y para esto hay que cambiar el mensaje y el enfoque radicalmente. En segundo lugar, podemos aprender de experiencias del pasado. Muchas de las medidas económicas que promovió el populismo estadounidense del siglo XIX, por citar un ejemplo, eran medidas de control del poder real, del económico. Algunas de ellas son igual de válidas en el mundo actual. Y en tercer lugar, hemos de analizar la situación desde un punto de vista estratégico, porque los cambios internacionales que están produciéndose traerán consecuencias, y eso obligará a España a tomar posiciones.
P. ¿Se puede pensar en frentes internacionales de izquierdas tras el fracaso de Syriza?
R. El caso de Tsipras se produce en un momento muy distinto del actual, porque era un pequeño país sin apoyo internacional tratando de cambiar la dirección de la UE. Aquella experiencia no sirve para el presente, porque la situación es muy distinta: ahora son Salvini, Le Pen y Orbán quienes quieren romper la UE, y lo cierto es que las democracias liberales no están sabiendo combatirlos. Hasta ahora, cuando había que plantar cara a los Trump de turno colocaban sucesivos jóvenes y bellos líderes impolutos, estilo Renzi, Trudeau o Macron y eso ya no les vale, porque las poblaciones apuestan por un cambio y porque quienes les desafían tienen de su parte a un Trump que mira con buenos ojos la debilidad de la UE dada su gran rivalidad comercial. Las democracias liberales, si quieren subsistir en lugar de convertirse en meros simulacros tienen que ganarse el respaldo de la población y para eso no pueden desoír lo que les decían Tsipras y Varoufakis en aquel entonces. Si lo hacen, serán los populismos de derechas quienes les doblarán el brazo. Esto la UE tiene que entenderlo claramente: el cambio ya está aquí, y lo único que queda es saber hacia dónde nos moveremos.
Las democracias liberales, si quieren subsistir en lugar de convertirse en simulacros tienen que ganarse a la población
P. La pelea en el plano simbólico contra los machismos, racismos, etc., da preponderancia mediática a la izquierda, pero la limita en el terreno electoral. Sin embargo, la línea "de clase social" fue la muerte electoral de las izquierdas obreras de los 70. ¿Qué discurso le queda a la izquierda para ganar terreno?
R. La izquierda necesita abandonar los marcos tan rígidos en los que se mueve e identificar bien quiénes pueden estar de su parte.
P. Si tachan a Daniel Bernabé de enemigo por su libro 'La trampa de la diversidad', parece que la puntería no la tienen demasiado bien afinada.
R. (Se ríe) Desde luego. La reacción al libro de Bernabé fue muy cutre, pero formaba parte de ese intento del 'establishment' de la izquierda de conservar su posición en un momento en el que la ven peligrar muy seriamente. Pero más allá de estas anécdotas nacionales, ligadas a nuestra pobreza de miras y a la pelea por los pequeños espacios, lo que está ocurriendo, al contrario de la izquierda, la derecha populista no se ha dirigido a un sector prefijado (la clase obrera, las mujeres, los jóvenes) sino a un colectivo amplio, heterogéneo, y 'transversal', como son los perdedores de la globalización, a los que han llevado a su terreno.
P. Parecen hábiles para acercar masas de población, y la izquierda para expulsarlas.
R. El nacionalpopulismo avanza porque ha examinado la situación con acierto y ha buscado y encontrado los aliados que necesitaba. Y les han convencido, como hicieron Reagan o Bush antes, de votar a quienes les van a perjudicar económicamente. La izquierda sigue pensando en grupos, en colectivos, en sus fantasías, porque no son capaces de pensar estratégicamente y porque les ha cegado su mirada teórica. Han querido encajar la realidad en su marco, y obviamente no les ha salido bien.
P. Monereo, un izquierdista histórico, ha sido tachado poco menos que de fascista por hacer un diagnóstico parecido al tuyo.
R. Cuando Monereo sale con su postura, quienes mandan ahora en la izquierda corren a llamarle fascista para cerrar el debate e impedir que crezca, porque saben que su dominio es muy precario y que no puede resistir muchos embates ya.
P. La izquierda suele definir a la derecha con trazo gordo, parece verla en bloque sin apreciar sus diferencias. Tú haces lo contrario en el libro. ¿Cuántas derechas hay en lucha?
R. Hay una derecha sistémica y una antisistema, por así decir, y ambas se enfrentan. En España, como no hay derecha antisistema, salvo la de Puigdemont, que sigue la mecánica del populismo, hay varias que intentan repartirse lo que se ha dejado el PP por el camino. Pero la única derecha que cuenta, que es la de la revolución conservadora, sigue consiguiendo que los recursos y el poder vayan a parar a una minoría social. Insisto, si eliminamos las ideas, las justificaciones y nos quedamos con lo desnudo, lo que está haciendo Trump es favorecer a esas élites.
P. Favorecer a élites de la globalización replegándose en la nacionalidad. ¿Cómo lo hace?
R. Está llevando a su territorio parte de los capitales que andaban por paraísos fiscales, está promoviendo nuevos tratados que le favorezcan todavía más, está deshaciéndose de socios que entiende gravosos, como Europa. Y trata de expandir sus empresas y liderar el cambio tecnológico con firmas como Google, Facebook, Uber, Tesla, Apple, Microsoft, Amazon o Palantir, además de situarse los primeros en la carrera por la inteligencia artificial. Amazon, Uber o Airbnb están reescribiendo el reparto de los ingresos mundiales a través de operaciones de concentración de los sectores más diversos, que lideran firmas que gozan de condiciones muy ventajosas demasiado ventajosas. Son empresas estadounidenses, que no se olvide.
P. El excedente de mano de obra que supone la IV Revolución Industrial, unido a la superpoblación, ¿supone algún riesgo de que las tensiones terminen aliviándose con la receta de la I Guerra Mundial?
R. Hay gente convencida de que a medio plazo será inevitable una guerra entre la potencia hegemónica y la aspirante, como ha ocurrido a menudo a lo largo de la historia. Muchas incógnitas se asoman por el horizonte, con la población de África creciendo a un enorme ritmo, el crecimiento generalizado de la desigualdad y el ascenso chino. Esas tensiones podrían derivar en algún tipo de confrontación bélica. Esto es cierto, pero sólo si hacemos proyecciones. El futuro se construye, no está escrito, y dependerá de lo que hagamos ahora.
P. Para definir el presente, me parece muy preciso el título de tu libro: el tiempo pervertido. Internet nos da infinita información y prolifera la mentira. Abre el discurso a todos y prolifera la propaganda. Estamos a un paso de la cura del sida mientras vivimos el auge de la homeopatía. En el plano político, parece que ocurre lo mismo. Las ideas más avanzadas corren en paralelo a los impulsos más primarios. ¿Dejó la democracia de ser el mejor sistema imaginable?
R. No, no lo creo. La democracia debería asegurar un balance de fuerzas, una limitación clara a los que mandan, porque en todas las sociedades, como bien decía Maquiavelo, están los de arriba y los de abajo. Este balance es necesario en cualquier tipo de sistema. El problema de la democracia es que a menudo quienes tienen más poder no se encuentran cómodos con las limitaciones que les impone y tratan de corromperla y debilitarla, o de acabar con ella. Estamos en uno de esos momentos.
P. Otro problema. Pero a los que mandan ¿ni se les vota ni se les puede echar?
R. Efectivamente, porque han logrado separar la política de la realidad. Hablábamos antes de la debilidad de la izquierda, pero existe por encima de todo la debilidad de la política. También la derecha es muy simbólica, no solo la izquierda. Estaba leyendo el programa económico que Daniel Lacalle le propone a Pablo Casado para el PP, y es de risa. No cumpliría ni la décima parte si llegase a gobernar, porque la política cada vez tiene menos fuerza para limitar al poder financiero y lograr que se sometan a las reglas comunes. Si el PP estuviera hoy en el gobierno no podría bajar los impuestos (como ya ocurrió) porque tiene que ingresar para pagar la deuda y sus intereses. Por eso cada vez nos movemos más en el terreno de las apariencias y de lo simbólico: lo real se puede tocar poco.
P. Parece que la política está en todas partes menos donde tiene que estar. En las relaciones amorosas, en el cine, en las series... En todas partes menos en una esfera financiera. Esta renuncia, ¿cómo puede invertirse?
R. Primero, debemos entender que este sistema funciona a partir de la búsqueda del poder y de los recursos. Una vez que sabes cuál es su estructura y cómo funciona, sabes qué límites le puedes poner.
P. ¿El Marx del siglo XXI tendrá que aprender a jugar a la bolsa?
R. 'El capital' sería hoy algo diferente, sí. Occidente hoy no es las fábricas de Manchester, nuestra situación es otra, y por lo tanto los mecanismos de extracción de riqueza que utiliza el capital no son los mismos. Pero de esto era consciente Marx. Si se lee 'Las luchas de clases en Francia' aparece de una forma diáfana que sabía leer muy bien el momento social, entender las fuerzas en juego, cuáles eran las debilidades y las fortalezas del sistema y de las clases sociales de la época. Y este tipo de pensador es el que, en general, escasea más hoy día.
https://www.elconfidencial.com/cultura/ ... a_1640502/
Es un poco larga pero me ha parecido un análisis de la realidad política actual muy interesante
Es fácil desorientarse en el tiempo líquido que anunció Bauman. Ni la realidad política ni la económica encajan fácilmente con nuestras referencias filosóficas y conceptuales del siglo XX. Pero, después de un tiempo en el que las ideologías parecían obsoletas, hemos pasado a otro donde los viejos monstruos eligen nuevos disfraces. Las reglas del juego son diferentes y no sabemos cómo afrontar una nueva partida que parece definitiva. Esteban Hernández, analista político de El Confidencial, publica un nuevo libro donde trata de clarificar el caos del presente con la táctica filosófica de replantear los conceptos. Tras 'El fin de la clase media' y 'Los límites del deseo', centrados en los nuevos laberintos de la economía capitalista contemporánea, el autor publica 'El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI' (Akal, 2018), donde analiza la batalla ideológica.
PREGUNTA. Fukuyama se equivocaba. El fin de la historia parece lejano. ¿Por qué volvemos a hablar de ideologías?
RESPUESTA. Estamos en un momento muy poco ideológico si lo entendemos desde el pasado. Hoy el capitalismo reina sin discusión. Pero eso no quiere decir que no existan nuevas ideologías. En Occidente, las dominantes son: 1) la de las democracias liberales, con su internacionalismo, multiculturalidad y multilateralidad, y 2) el populismo de derechas, un movimiento neoliberal en lo económico, pero nacionalista, que promete solucionar los problemas de los perdedores de la globalización desde una nación más fuerte. Ya no es la lucha del comunismo o el fascismo contra la democracia liberal, sino algo diferente. Tiene mucho más que ver con lo que describía Marx en 'La lucha de clases en Francia' o con la situación de los populistas estadounidenses en el XIX. Fuera de Occidente está China, con ese régimen híbrido entre economía capitalista y estructura comunista, y muchos regímenes con democracias formales pero en realidad regidos por líderes fuertes, como Rusia o Turquía, además de las dictaduras que aún perduran.
P. ¿Cuál es hoy la ideología dominante?
R. La ideología dominante en Occidente es la tecnológica, que es una estafa para la mayoría de la gente. Sustituye la promesa de futuro de las viejas ideologías o de las religiones por un remedo, con ribetes muy religiosos también, según el cual los adelantos técnicos nos llevarán hacia avances enormes que nos cambiarán radicalmente. Estar a la altura de los cambios nos obliga a actualizarnos, a estar siempre aumentando nuestro conocimiento, pero también mejorando nuestros cuerpos y adoptando actitudes mentales mucho más positivas. El resultado final es muy decepcionante: por más posibilidades que el cambio tecnológico pueda tener en la teoría, su aplicación práctica está recomponiendo las sociedades de una forma desfavorable para la mayoría de la gente. Es una nueva fase del capitalismo que pretende acabar con muchas de las instituciones en las que se apoyó durante la segunda mitad del siglo XX.
P. ¿A quién pertenece el mañana según esta ideología?
R. El futuro pertenece a quien sepa adaptarse y los demás caerán, por méritos propios, en el pozo de la historia. Así lo explican desde la mirada ideológica dominante, que es básicamente el capitalismo tecnológico de la IV Revolución Industrial. Pero esto encubre también luchas de poder entre las élites, y los nuevos movimientos políticos, como el repliegue de EEUU con Trump, son parte de ellas.
P. En el retrato del mundo del futuro que realiza Klaus Schwab, presidente del Foro de Davos, al que citas en la segunda parte del libro, encuentro una apelación constante a la capacidad de improvisar.
R: En su caso, la improvisación tiene que ver con la adaptación. Supone, en realidad, la exhortación a que seamos capaces de ajustarnos siempre a lo que se nos demanda. No tiene que ver con la inventiva o con la genialidad surgida de lo inesperado, sino con someterse acríticamente al ritmo y a las necesidades de los cambios.
P. ¿Lo que se exige a los trabajadores de Glovo, por ejemplo, o a los jóvenes con estudios superiores que tienen que emigrar?
R. Sí, o a los periodistas y sus clicks, a los directivos y su necesidad de dar rentabilidad al accionista, o a los teleoperadores, o a los turnos cambiantes en el sector servicios, o a los empleados anglosajones con contratos de cero horas a los que se les pide que vayan a trabajar solo en los días y horas que decida la empresa. Están reescribiendo las reglas del mundo del trabajo.
P. La obligación de evolucionar y ponerse al día me recuerda también a la exigencia de la izquierda posmoderna: hemos de cambiar urgentemente nuestra mentalidad y deconstruirnos o quedaremos atropellados por la historia. ¿Hay un patrón o es coincidencia?
R. No, no es coincidencia. Muchos de los patrones que han utilizado desde arriba se han repetido abajo. La izquierda posmoderna adoptó un marco de pensamiento similar al de esta reacción conservadora, aunque trate de llevarlo a su terreno. Por ejemplo, conservadores e izquierdistas piensan que la tecnología es una gran solución; y buena parte de la izquierda dice: “ok, las máquinas harán el trabajo, solucionemos el problema con la renta básica” o “no importa que las grandes empresas tecnológicas sean monopolios, porque después se nacionalizan”. Pero esa mirada hacia el futuro impide que se cuestionen las consecuencias que está produciendo ya un cambio tecnológico que es puro taylorismo elevado a una potencia mucho mayor.
P. ¿Qué panorama deja este cambio acelerado?
R. Los cambios estructurales de las últimas décadas son claros. Si nos atenemos a los efectos, y dejamos de lado las ideas con las que se están justificando, lo único cierto es que la parte más favorecida de la sociedad, ese 10% superior, ha ganado muchos más recursos y poder, mientras que el resto hemos perdido opciones vitales, ingresos y capacidad de acción. El estado liberal y el estado de bienestar fueron útiles mientras existió el comunismo, pero han empezado a pensar que ya no los necesitan para nada. Por eso aparecen Trump y otros como él: quieren deshacerse de las instituciones del estado liberal porque les estorban, ya sean las laborales, las jurídicas o las políticas. Todas ellas están sometidas a un proceso de corrosión gradual que no avanza mediante grandes saltos, pero que genera efectos radicales.
P. De nuevo señalas un tipo de acción donde coinciden las nuevas izquierdas y nuevas derechas populistas: el descrédito permanente de las instituciones del estado liberal. Esta semana, muchos políticos claman contra la opinión de la fiscalía en el juicio del Procés, como lo hicieron con el voto discrepante de la sentencia de La Manada. ¿Estamos jugando con fuego al atacar estas instituciones?
R. Estamos metidos en el fuego mismo. Las instituciones, para que sean efectivas y generen legitimidad, no pueden estirarse para que cumplan únicamente las reglas de una parte, de un partido o de un colectivo. En el caso de los jueces en España está claro: la mirada del ciudadano común ya los contempla como si estuvieran totalmente atravesados por intereses partidistas en lugar de por las reglas propias del mundo jurídico.
P. Entiendo que un motivo puede ser la desorientación del ciudadano común ante un sistema difícil de entender. Se percibe la injusticia pero no se sabe dónde atacar. En el siglo XVIII podía tomarse la Bastilla, ¿qué se puede hacer hoy?
R. Muchas cosas. Y estamos obligados a hacerlas, o el estado liberal será destruido por el bonapartismo de Trump y los suyos. Hay que tener en cuenta tres factores. Primero, en las luchas de poder se requiere una fuerza que te respalde, y hoy las opciones progresistas están perdiendo la batalla electoral. Hay que dejar de perder espacio social y comenzar a ganarlo y para esto hay que cambiar el mensaje y el enfoque radicalmente. En segundo lugar, podemos aprender de experiencias del pasado. Muchas de las medidas económicas que promovió el populismo estadounidense del siglo XIX, por citar un ejemplo, eran medidas de control del poder real, del económico. Algunas de ellas son igual de válidas en el mundo actual. Y en tercer lugar, hemos de analizar la situación desde un punto de vista estratégico, porque los cambios internacionales que están produciéndose traerán consecuencias, y eso obligará a España a tomar posiciones.
P. ¿Se puede pensar en frentes internacionales de izquierdas tras el fracaso de Syriza?
R. El caso de Tsipras se produce en un momento muy distinto del actual, porque era un pequeño país sin apoyo internacional tratando de cambiar la dirección de la UE. Aquella experiencia no sirve para el presente, porque la situación es muy distinta: ahora son Salvini, Le Pen y Orbán quienes quieren romper la UE, y lo cierto es que las democracias liberales no están sabiendo combatirlos. Hasta ahora, cuando había que plantar cara a los Trump de turno colocaban sucesivos jóvenes y bellos líderes impolutos, estilo Renzi, Trudeau o Macron y eso ya no les vale, porque las poblaciones apuestan por un cambio y porque quienes les desafían tienen de su parte a un Trump que mira con buenos ojos la debilidad de la UE dada su gran rivalidad comercial. Las democracias liberales, si quieren subsistir en lugar de convertirse en meros simulacros tienen que ganarse el respaldo de la población y para eso no pueden desoír lo que les decían Tsipras y Varoufakis en aquel entonces. Si lo hacen, serán los populismos de derechas quienes les doblarán el brazo. Esto la UE tiene que entenderlo claramente: el cambio ya está aquí, y lo único que queda es saber hacia dónde nos moveremos.
Las democracias liberales, si quieren subsistir en lugar de convertirse en simulacros tienen que ganarse a la población
P. La pelea en el plano simbólico contra los machismos, racismos, etc., da preponderancia mediática a la izquierda, pero la limita en el terreno electoral. Sin embargo, la línea "de clase social" fue la muerte electoral de las izquierdas obreras de los 70. ¿Qué discurso le queda a la izquierda para ganar terreno?
R. La izquierda necesita abandonar los marcos tan rígidos en los que se mueve e identificar bien quiénes pueden estar de su parte.
P. Si tachan a Daniel Bernabé de enemigo por su libro 'La trampa de la diversidad', parece que la puntería no la tienen demasiado bien afinada.
R. (Se ríe) Desde luego. La reacción al libro de Bernabé fue muy cutre, pero formaba parte de ese intento del 'establishment' de la izquierda de conservar su posición en un momento en el que la ven peligrar muy seriamente. Pero más allá de estas anécdotas nacionales, ligadas a nuestra pobreza de miras y a la pelea por los pequeños espacios, lo que está ocurriendo, al contrario de la izquierda, la derecha populista no se ha dirigido a un sector prefijado (la clase obrera, las mujeres, los jóvenes) sino a un colectivo amplio, heterogéneo, y 'transversal', como son los perdedores de la globalización, a los que han llevado a su terreno.
P. Parecen hábiles para acercar masas de población, y la izquierda para expulsarlas.
R. El nacionalpopulismo avanza porque ha examinado la situación con acierto y ha buscado y encontrado los aliados que necesitaba. Y les han convencido, como hicieron Reagan o Bush antes, de votar a quienes les van a perjudicar económicamente. La izquierda sigue pensando en grupos, en colectivos, en sus fantasías, porque no son capaces de pensar estratégicamente y porque les ha cegado su mirada teórica. Han querido encajar la realidad en su marco, y obviamente no les ha salido bien.
P. Monereo, un izquierdista histórico, ha sido tachado poco menos que de fascista por hacer un diagnóstico parecido al tuyo.
R. Cuando Monereo sale con su postura, quienes mandan ahora en la izquierda corren a llamarle fascista para cerrar el debate e impedir que crezca, porque saben que su dominio es muy precario y que no puede resistir muchos embates ya.
P. La izquierda suele definir a la derecha con trazo gordo, parece verla en bloque sin apreciar sus diferencias. Tú haces lo contrario en el libro. ¿Cuántas derechas hay en lucha?
R. Hay una derecha sistémica y una antisistema, por así decir, y ambas se enfrentan. En España, como no hay derecha antisistema, salvo la de Puigdemont, que sigue la mecánica del populismo, hay varias que intentan repartirse lo que se ha dejado el PP por el camino. Pero la única derecha que cuenta, que es la de la revolución conservadora, sigue consiguiendo que los recursos y el poder vayan a parar a una minoría social. Insisto, si eliminamos las ideas, las justificaciones y nos quedamos con lo desnudo, lo que está haciendo Trump es favorecer a esas élites.
P. Favorecer a élites de la globalización replegándose en la nacionalidad. ¿Cómo lo hace?
R. Está llevando a su territorio parte de los capitales que andaban por paraísos fiscales, está promoviendo nuevos tratados que le favorezcan todavía más, está deshaciéndose de socios que entiende gravosos, como Europa. Y trata de expandir sus empresas y liderar el cambio tecnológico con firmas como Google, Facebook, Uber, Tesla, Apple, Microsoft, Amazon o Palantir, además de situarse los primeros en la carrera por la inteligencia artificial. Amazon, Uber o Airbnb están reescribiendo el reparto de los ingresos mundiales a través de operaciones de concentración de los sectores más diversos, que lideran firmas que gozan de condiciones muy ventajosas demasiado ventajosas. Son empresas estadounidenses, que no se olvide.
P. El excedente de mano de obra que supone la IV Revolución Industrial, unido a la superpoblación, ¿supone algún riesgo de que las tensiones terminen aliviándose con la receta de la I Guerra Mundial?
R. Hay gente convencida de que a medio plazo será inevitable una guerra entre la potencia hegemónica y la aspirante, como ha ocurrido a menudo a lo largo de la historia. Muchas incógnitas se asoman por el horizonte, con la población de África creciendo a un enorme ritmo, el crecimiento generalizado de la desigualdad y el ascenso chino. Esas tensiones podrían derivar en algún tipo de confrontación bélica. Esto es cierto, pero sólo si hacemos proyecciones. El futuro se construye, no está escrito, y dependerá de lo que hagamos ahora.
P. Para definir el presente, me parece muy preciso el título de tu libro: el tiempo pervertido. Internet nos da infinita información y prolifera la mentira. Abre el discurso a todos y prolifera la propaganda. Estamos a un paso de la cura del sida mientras vivimos el auge de la homeopatía. En el plano político, parece que ocurre lo mismo. Las ideas más avanzadas corren en paralelo a los impulsos más primarios. ¿Dejó la democracia de ser el mejor sistema imaginable?
R. No, no lo creo. La democracia debería asegurar un balance de fuerzas, una limitación clara a los que mandan, porque en todas las sociedades, como bien decía Maquiavelo, están los de arriba y los de abajo. Este balance es necesario en cualquier tipo de sistema. El problema de la democracia es que a menudo quienes tienen más poder no se encuentran cómodos con las limitaciones que les impone y tratan de corromperla y debilitarla, o de acabar con ella. Estamos en uno de esos momentos.
P. Otro problema. Pero a los que mandan ¿ni se les vota ni se les puede echar?
R. Efectivamente, porque han logrado separar la política de la realidad. Hablábamos antes de la debilidad de la izquierda, pero existe por encima de todo la debilidad de la política. También la derecha es muy simbólica, no solo la izquierda. Estaba leyendo el programa económico que Daniel Lacalle le propone a Pablo Casado para el PP, y es de risa. No cumpliría ni la décima parte si llegase a gobernar, porque la política cada vez tiene menos fuerza para limitar al poder financiero y lograr que se sometan a las reglas comunes. Si el PP estuviera hoy en el gobierno no podría bajar los impuestos (como ya ocurrió) porque tiene que ingresar para pagar la deuda y sus intereses. Por eso cada vez nos movemos más en el terreno de las apariencias y de lo simbólico: lo real se puede tocar poco.
P. Parece que la política está en todas partes menos donde tiene que estar. En las relaciones amorosas, en el cine, en las series... En todas partes menos en una esfera financiera. Esta renuncia, ¿cómo puede invertirse?
R. Primero, debemos entender que este sistema funciona a partir de la búsqueda del poder y de los recursos. Una vez que sabes cuál es su estructura y cómo funciona, sabes qué límites le puedes poner.
P. ¿El Marx del siglo XXI tendrá que aprender a jugar a la bolsa?
R. 'El capital' sería hoy algo diferente, sí. Occidente hoy no es las fábricas de Manchester, nuestra situación es otra, y por lo tanto los mecanismos de extracción de riqueza que utiliza el capital no son los mismos. Pero de esto era consciente Marx. Si se lee 'Las luchas de clases en Francia' aparece de una forma diáfana que sabía leer muy bien el momento social, entender las fuerzas en juego, cuáles eran las debilidades y las fortalezas del sistema y de las clases sociales de la época. Y este tipo de pensador es el que, en general, escasea más hoy día.
El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
La izquierda vive de fantasías y se pone de uñas cuando les piden actuar según lo que predican. Como si el delito o las malasnconductas no fueran con ellos. Ejemplo caso carmena y sus reiteradas caidas; pablete y su casoplón, la concejala de Zaragoza y su dedazo en el Ayuntamiento.
Me guardaré el enlace para luego.
Me guardaré el enlace para luego.
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
La politica desde luego ha decaído una barbaridad, no existe un debate de nivel. Pero es q parece q la izquierda se ha quedado completamente k.o. aunque la derecha tampoco es q esté mucho mejor.
Los que no saben llorar con todo su corazón, tampoco saben reír
Quien destruye un alma destruye un mundo entero. Y quien salva una vida, salva un mundo entero.
No uses la conducta de un loco como un precedente.
Quien destruye un alma destruye un mundo entero. Y quien salva una vida, salva un mundo entero.
No uses la conducta de un loco como un precedente.
Re: El tiempo pervertido.
Es q la politica performance cansa.Ver citas anterioresxmigoll escribió:La izquierda vive de fantasías y se pone de uñas cuando les piden actuar según lo que predican. Como si el delito o las malasnconductas no fueran con ellos. Ejemplo caso carmena y sus reiteradas caidas; pablete y su casoplón, la concejala de Zaragoza y su dedazo en el Ayuntamiento.
Me guardaré el enlace para luego.
Los que no saben llorar con todo su corazón, tampoco saben reír
Quien destruye un alma destruye un mundo entero. Y quien salva una vida, salva un mundo entero.
No uses la conducta de un loco como un precedente.
Quien destruye un alma destruye un mundo entero. Y quien salva una vida, salva un mundo entero.
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Re: El tiempo pervertido.
Después se quejan que los populismo crezcan. Si estamos hasta los cojones de inventos que nos llevan a situaciones peores que las existentes anteriormente. Si a mi me dan ganas de votar al pp o a ciudadanos imagina gente más enfadada que yo.Ver citas anterioresLady_Sith escribió:Es q la politica performance cansa.Ver citas anterioresxmigoll escribió:La izquierda vive de fantasías y se pone de uñas cuando les piden actuar según lo que predican. Como si el delito o las malasnconductas no fueran con ellos. Ejemplo caso carmena y sus reiteradas caidas; pablete y su casoplón, la concejala de Zaragoza y su dedazo en el Ayuntamiento.
Me guardaré el enlace para luego.
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Si yo fuese empresario estaría encantado con los miembros y las miembras de la izquierda actual. En otros tiempos eran unos tocapelotas que se pasaban el dia pidiendo reducciones de jornada, aumento de salarios, derechos laborales, fomentaban huelgas, etc etc etc un incordio, vamos
Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades

Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades



Jordi "el catalán":
-Los jueces no deben actuar de forma libre e independiente
-Los políticos están para legislar, no para cumplir las leyes
Así lo dijo, lo juro :)
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Así lo dijo, lo juro :)
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
No te falta razón pero eso siempre han sido migajas, te recuerdo que el SMI va a subir y la clase empresarial y sus lacayos se han puesto en pie de guerra. El asunto es que si la izquierda retoma su dialéctica de nacionalización de sectores estratégicos y demás se les tacha de "izquierda trasnochada" y la gente no responde positivamente a ese tipo de políticas, por ejemplo, las últimas privatizaciones apenas tuvieron respuesta social, creo que el límite en nuestra sociedad es la sanidad y las pensiones (recordar que se nos ha intentado colar que hay que hacerse planes de pensiones)Ver citas anterioresGanímedes escribió:Si yo fuese empresario estaría encantado con los miembros y las miembras de la izquierda actual. En otros tiempos eran unos tocapelotas que se pasaban el dia pidiendo reducciones de jornada, aumento de salarios, derechos laborales, fomentaban huelgas, etc etc etc un incordio, vamos
Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades
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El problema de la izquierda es de enfoque, no que haya perdido su esencia
Homo homini lupus
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Sí, eso han dicho, que el smi va a subir, y también que eso va a generar más paro, y si eso es cierto, no entiendo lo de la solidaridad, para que unos cobren más otros se van a la puta calle.Ver citas anterioresEnxebre escribió:No te falta razón pero eso siempre han sido migajas, te recuerdo que el SMI va a subir y la clase empresarial y sus lacayos se han puesto en pie de guerra. El asunto es que si la izquierda retoma su dialéctica de nacionalización de sectores estratégicos y demás se les tacha de "izquierda trasnochada" y la gente no responde positivamente a ese tipo de políticas, por ejemplo, las últimas privatizaciones apenas tuvieron respuesta social, creo que el límite en nuestra sociedad es la sanidad y las pensiones (recordar que se nos ha intentado colar que hay que hacerse planes de pensiones)Ver citas anterioresGanímedes escribió:Si yo fuese empresario estaría encantado con los miembros y las miembras de la izquierda actual. En otros tiempos eran unos tocapelotas que se pasaban el dia pidiendo reducciones de jornada, aumento de salarios, derechos laborales, fomentaban huelgas, etc etc etc un incordio, vamos
Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades
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El problema de la izquierda es de enfoque, no que haya perdido su esencia
Perdón, otros y otras.
Y no he dicho que hayan perdido su esencia, lo que vine a decir es precisamente eso, que han perdido el enfoque, se han obsesionado con las tonterías de nosotros y nosotras y de lo demás apenas hablan
Por cierto ¿dónde están los sindicatos?, ¿aún existen?, los de siempre me refiero
Jordi "el catalán":
-Los jueces no deben actuar de forma libre e independiente
-Los políticos están para legislar, no para cumplir las leyes
Así lo dijo, lo juro :)
-Los jueces no deben actuar de forma libre e independiente
-Los políticos están para legislar, no para cumplir las leyes
Así lo dijo, lo juro :)
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Lo que va a subir el paro es un dogma, que va a aumentar el consumo es una ley de mercado, vamos a ver ¿cuántos parados crearon las últimas subidas del SMI? Además creo que eras tú el que me decía que era humo que ya se había acordado con el PP y los sindicatos esa subida en el futuroVer citas anterioresGanímedes escribió:Sí, eso han dicho, que el smi va a subir, y también que eso va a generar más paro, y si eso es cierto, no entiendo lo de la solidaridad, para que unos cobren más otros se van a la puta calle.
Perdón, otros y otras.
Y no he dicho que hayan perdido su esencia, lo que vine a decir es precisamente eso, que han perdido el enfoque, se han obsesionado con las tonterías de nosotros y nosotras y de lo demás apenas hablan
Por cierto ¿dónde están los sindicatos?, ¿aún existen?, los de siempre me refiero
Los sindicatos siguen existiendo, pero han dejado de tener relevancia por dos razones, primero por el bombardeo mediático en la época de crisis para desacreditarlos y desactivarlos y segundo, porque le cortaron la financiación pública...el modelo español es único, ahora se sostienen por las cuotas de los afiliados pero tienen que dar cobertura a todos los trabajadores...
Homo homini lupus
Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Ver citas anterioresGanímedes escribió:Si yo fuese empresario estaría encantado con los miembros y las miembras de la izquierda actual. En otros tiempos eran unos tocapelotas que se pasaban el dia pidiendo reducciones de jornada, aumento de salarios, derechos laborales, fomentaban huelgas, etc etc etc un incordio, vamos
Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades
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y además son unos aprovechados
la sociedad ha avanzado en medios, en casa y en el trabajo, la mujer se iba a incorporar al trabajo de todas todas, y con el tiempo a puestos directivos y mandos para las más capacitadas. ellos se han aprovechado para ponerse las medallas en nombre de las mujeres trabajadoras que lo iban a conseguir y además sin tener que aguantar prejuicios sobre cuotas y mierdas del estilo.
yo si fuera mujer estaría muy cabreada con la utilización que se les ha hecho como colectivo, poniéndoles representantes en instituciones por la cara que ellos mismos se autoproclaman representantes de todo el colectivo. como pasa en cataluña con los políticos indepes que hablan en nombre de todos los catalanes por toda la cara.
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El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Ver citas anterioresGanímedes escribió:Si yo fuese empresario estaría encantado con los miembros y las miembras de la izquierda actual. En otros tiempos eran unos tocapelotas que se pasaban el dia pidiendo reducciones de jornada, aumento de salarios, derechos laborales, fomentaban huelgas, etc etc etc un incordio, vamos
Ahora es una delicia, se pasan todo el dia feminizando palabras y hablando de paridades
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Pues sí . Mientras la izquierda se centra en discursos feministas, sacar a Franco de Cuelgamuros y el wellcome refugees, los empresarios disfrutan viendo como de eliminar la reforma laboral, nada de nada y del resto de medidas sociales, tampoco.
Ni Renta Básica Universal, ni leyes antidesahucios, ni auditorías de la deuda, ni pollas.
Solo feminismo,, Franco y wellcome refugees.
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El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Lo único, el smi, pero eso solo afecta al millón y medio de autónomos y sus familias. Las grandes empresas pagan más que el smi .
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Re: El tiempo pervertido. "El nacionalpopulismo avanza mientras la izquierda vive fantasías"
Heraldo de Aragón.Ver citas anterioresHistorias de futuro
La historia avanza pero no siempre progresa, es el empeño de la sociedad –de los políticos y también de los ciudadanos– el que puede construir un futuro mejor, con menos exclusiones, en el que los derechos de todos se vean amparados.
Dicen que en la vida corriente, ahora mismo, aquí cerca o más lejos, hay mucha historia. En unos casos su presencia se escribe con mayúscula, cuando se habla de monumentos, gestas o personas célebres, símbolos o banderas, venerados todos para engrandecer la patria. Aseguran que es una forma de reafirmar las raíces de la gente en el territorio. Sin embargo, la historia es en buena parte la realidad posible, mucho más próxima y con minúscula; está formada por retazos de las personas. Estas van dejando una serie de deseos y afectividades en su círculo social, en las cosas y en el territorio.
Para algunos, la historia del pasado cuenta, pero poco; vale mucho más la que se hace en el presente, armado por lazos de relaciones diversas, sin duda menos rigurosas que antaño, cuando iban de arriba hacia abajo (ahora son más espontáneas y libres, y por consiguiente más difíciles de formalizar con acomodo). Entre todas encaminan hacia un porvenir, manifiestamente imperfecto porque toda eventualidad por definición lo es, y más cuando no hay acuerdo en cómo gestionar las relaciones tanto entre los políticos –para algunos el destino es el pasado que lleva a ninguna parte– como entre los ciudadanos que se quieren ver reflejados en ellos, en sus historietas o en sus programas.
Además, en ese limbo del futuro se observa también una identificación entre los bienes que el sujeto y la sociedad poseen –crecimiento y desarrollo lo llaman algunos– y lo que quieren ser. Este patrón creciente modifica usos o costumbres que, a falta de un análisis reposado y crítico, no se quedan en lo material sino que impregnan la esfera de lo emotivo y particular. El presente, si se adorna solo de territorio y posesiones, escribe veladas historias del mañana porque el primero se torna inconcreto y las segundas pueden faltar.
Pero la vida no es tan insulsa como a veces parece, o nos quieren hacer ver. Si las personas miran hacia la posterioridad, difícilmente programable, se dan cuenta de que en el presente también hay desfavorecidos por la historia, gente que tiene muy limitados sus derechos. Por cualquier lado –mire a España o a Europa– se muestran diversas deudas sociales que hay que reparar. En esa intención transita gente que ve lo que hay que hacer o que supo percibir que la vida es una encomienda social. Si cualquiera de nosotros siente la necesidad del obrar colectivo, se añade a propuestas bienhechoras –incluso algunas de holgura universal– empujadas por la buena fe y en cierto sentido autocomplacientes. Son esas que plantean la duda de si no se podría haber hecho más por los otros, aquellos que aparecen en nuestras pantallas de forma efímera, llámense pobres severos, emigrantes que se hunden en el mar, infancia en riesgo de exclusión, mujeres maltratadas o explotadas, o sectores como quienes cobran un mísero salario; todos abandonados por la probatura política y también olvidados por quienes trabajan para vivir y capean como pueden la vorágine diaria, bastante materialista.
Si dudan de que las historias del pasado son utilizadas para imaginar futuros y atraer a la gente, lean los periódicos o escuchen la radio, asómense a los medios nacionales o internacionales. No tardarán en comprobar que se utiliza lo glorioso que se fue –ahora en forma de nacionalismos fronterizos y de verdades inventadas– y lo que se posee en el presente para construir lo que se quiere ser, por más que mucha gente quede al margen. Hay que asegurar historias de futuro multidiversas entre todos. Para ello será necesario, además de políticas públicas con recursos suficientes, la participación ciudadana en espacios de encuentro, en diálogos constructivos, en proyectos de lucha contra las desigualdades avivados por los agentes sociales, en la continuada mirada solidaria hacia los menos favorecidos, etc.
Se dice que la historia avanza pero no siempre progresa; si lo hiciese traería un poco más de felicidad colectiva, ayudaría a los más vulnerables a salir de sus penurias. Puede que exagere, que nada de lo aquí escrito sea cierto. Pero cabe pensar que la sociedad –ya sean dirigentes o simples ciudadanos– que no está ocupada en vivir el presente hacia un futuro colectivo menos desigual está abocada a dejar morir su verdadera historia, que se asienta más en las personas que en la patria.