Ver citas anteriores
El absurdo mundillo de las oposiciones
Leyendo el artículo del País sobre opositores no deja de sorprenderme lo increíblemente absurdo del sistema de contratación pública español. La idea de tener a cientos de miles de universitarios en la flor de la vida estudiando durante años para presentarse a unos exámenes larguísimos, básicamente arbitrarios y excesivamente legalistas puede que fuera buena idea en el s.XIX, pero a estas alturas es un engendro absurdo.
No nos engañemos, tener un cuerpo de funcionarios imparcial, competente y eficaz es importante. La introducción de pruebas de selección objetivas e imparciales es uno de los grandes avances de los sistemas de gobierno occidentales, expulsando a la vieja aristocracia nobiliaria de poca monta del gobierno del estado. Lo que no tiene demasiado sentido, sin embargo, es que el método que utilizamos para escoger burócratas sea tan increíblemente ineficiente, y más cuando la calidad media de la administración pública resultante no es para tirar cohetes.
Aunque parezca mentira, hay sistemas más simples, más eficaces y más útiles en la selección de personal, utilizados en otras grandes organizaciones burocráticas del planeta. Empezaremos por una radical: pedir un currículum vitae y una carta de presentación, escoger las mejores, y hacer entrevistas (varias) a los mejores candidatos. Es lo que se hace en la empresa privada, y lo que hace el gobierno federal americano para reclutar trabajadores.
Si somos un poco más sofisticados y queremos hacer más preguntas, siempre podemos hacer pruebas de aptitud, incluyendo redacción, comprensión lectora, aptitud matemática o incluso dar respuestas lógicas a e-mails complejos – básicamente lo que hace el Reino Unido en muchas pruebas de selección. Tradicionalmente el civil service intenta reclutar gente completa y despierta, no especialistas que llevan meses sin dormir suficiente. En los viejos tiempos del Imperio, los funcionarios debían saber latín y griego clásico – no porque fuera útil, sino porque querían gente culta.
Ambos países tienen una administración pública más competente, imparcial y efectiva que la española. El gobierno federal americano es de lejos el ejecutivo más eficiente del país (los estados, en general, están bastante mal gobernados), y aunque la efectividad de muchas agencias depende en gran medida de sus líderes, en general trabajan relativamente bien (con algunas excepciones). El Reino Unido tiene probablemente la mejor burocracia de los cinco grandes países de la UE, y no está demasiado lejos de los siempre pluscuamperfectos países escandinavos.
En España, mientras tanto, tenemos una caricatura de los ya de por sí absurdos exámenes franceses (y en vista de la calidad media de la clase política francesa, plagada de ENArques, no les va bien ni a ellos), y seguimos sin ser capaces de escoger a los mejores candidatos. Ya me diréis que tipo con inteligencia, capacidad de liderazgo y ganas de cambiar el mundo va a tirarse siete años para trabajar de administrativo.
Dos meses antes de acabar el curso académico, los estudiantes de políticas de Yale (con pasaporte americano) son invitados a unas jornadas organizadas por varias agencias federales. El departamento de Estado, la CIA, el FBI, Defensa, etcétera vienen a hacer la pelota a los estudiantes de una de las mejores universidades del mundo. En España, en vez de explotar el hecho que la administración pública es uno de los sitios más atractivos para trabajar del país, reclutando a placer lo mejor de cada casa, tenemos una especie de prueba de masoquismo plurianual que premia a los que son capaces de memorizar mejor cosas realmente absurdas. No tiene puñetero sentido.
Por cierto, un detalle: despedir un funcionario en el Reino Unido o Estados Unidos no es demasiado difícil. No es trivial (tienen ciertas protecciones), pero es mucho más sencillo que en España o Francia. Si quieres reclutar de forma ágil, también debes poder despedir cuando te equivocas. No queremos tirar dinero.
En fin, otro pequeño detalle (y van…) que hace que España funcione peor de lo que debería. Estos detalles (sistema judicial, función pública, millones de opositores), igual que la mala regulación que tenemos a muchos niveles, parecen triviales (aquí un ejemplo impagable, por cierto), pero en agregado suman, y mucho. Hasta 3-4% del PIB, de hecho, puede volatilizarse en costes regulatorios idiotas. Hay muchas reformas estructurales pendientes.