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INSISTO:
En un hipotético país, el gobierno de turno aprovecha unas elecciones periódicas para preguntar a la ciudadanía sobre un proyecto chachi piruli que quiere poner en práctica. Contados los votos, resulta que sólo le apoya el 48% de los votantes. Sin embargo, este gobierno, ni corto ni perezoso, y amparándose en su mayoría parlamentaria, decide seguir adelante con su proyecto pasándose por la entrepierna la voluntad popular.
Expuesto el supuesto, ahí va la pregunta: ¿habría que calificar a dicho gobierno como fascista imponer a su ciudadanía algo que ésta ya ha manifestado que no quería?
Compañeros separatas, ¿por qué no contestáis? Os da miedo reconocer la verdad.
¡Uy, uy, uy, a ver si al final los fascistas ultranacionalistas vais a ser vosotros!
Bueno, en vista de que ninguno de nuestros compañeros separatas se atreve a contestar con un sí o un no a la cuestión que planteo (ellos sabrán por qué), con la venia voy a responder en su nombre. Allá va (amigos separatas, si alguno de vosotros no entiende alguna palabra o expresión, siempre podéis preguntarles a los hijos de Artur Mas, que seguro que os la saben explicar a la perfección):
Compañeros fachas ultranacionalistas españoles, unionistas para resumir, nuestra respuesta es no, porque como dijo el emérito Agustí Colomines, el rollo ése del derecho a decidir es una chorrada que nos hemos inventado para no llamarlo derecho a la autodeterminación, que es lo que en realidad queremos.
Y como buenos ultranacionalistas que somos, no pensamos subordinar los derechos inalienables de nuestra patria a leyes, la Historia o la voluble voluntad popular. Y punto pelota.
Si la plebe respalda en las urnas nuestras aspiraciones políticas, miel sobre hojuelas, si no, suspendidos por no haber dado la respuesta correcta.
¿Pero qué esperabais viendo los precedentes? Los de la CUP son los herederos de la poderosa organización anarquista catalana de antes de la Guerra Civil, y fiel a sus principios, no creen en las urnas (¿os acordáis del jocoso empate a 1.515 votos de la asamblea aquélla?), y por tanto fueron los primeros en pasarse por la entrepierna la derrota en su plebiscito, y sí en la acción directa; en la misma dialéctica de los puños y las pistolas que predicaba José Antonio Primo de Rivera. Por eso un día impidieron acceder al Parlament a los representantes electos del pueblo catalán, y por eso de vez en cuando montan broncas por Can Vies y demás.
¿Y qué decir de ERC, si su referente político, Lluís Companys, intentó derribar por la fuerza al gobierno elegido democrática y constitucionalmente? Dicho en román paladino, ejecutó un intento de golpe de estado contra el gobierno legítimo de la Segunda República, tras acusarlo de monarquizante y fascista. ¡Ole respeto a la Democracia!
Y eso por no hablar de los escamots, su organización paramilitar, todos bien uniformados. ¿Desde cuándo un partido político democrático encuadra a parte de sus militantes como si fuera un ejército, al estilo de los camisas negras italianos o los camisas pardas nazis?
¿Y qué pasa con CD3%? Pues que a buena parte de sus dirigentes, en particular al Mesías Jordi Pujol y su hijo Oriol, les vendría muy bien la independencia para que todas las causas que tiene abiertas por corrupción en el Estado Español se desvanezcan en la nada. Y también al partido en sí, imputado en el Caso Palau.
Poderosas razones para mover voluntades y acallar conciencias.