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Discriminación: minorías étnicas y religiosas
El nombramiento de un asesor especial sobre minorías étnicas y religiosas por parte del presidente Ruhaní no contribuyó a reducir la discriminación generalizada de las minorías étnicas de Irán, como la árabe ahwazí, la azerbaiyana, la baluchi, la kurda y la turcomana, y de las minorías religiosas, como la comunidad Ahl-e Haq, los bahaíes, los conversos al cristianismo, los sufíes y los musulmanes suníes.
La discriminación de las minorías étnicas afectaba a su acceso a servicios básicos como vivienda, agua y saneamiento, empleo y educación. No se les permitía utilizar su lengua minoritaria como herramienta de instrucción en la educación, y se les negaban oportunidades adecuadas para aprenderla.
Los miembros de minorías étnicas también corrían un gran riesgo de ser enjuiciados por cargos imprecisos como “enemistad con Dios” y “corrupción en la tierra”, que se castigaban con la pena de muerte. Las autoridades ejecutaron en secreto al menos a ocho árabes ahwazíes tras declararlos culpables de “enemistad con Dios”, entre otros cargos, en juicios manifiestamente injustos, y se negaron a entregar los cuerpos a las familias. En octubre, las autoridades mantenían recluidos al menos a 33 condenados a muerte suníes, miembros principalmente de la minoría kurda. Habían sido declarados culpables de “concentración y colusión contra la seguridad nacional”, “propaganda contra el sistema”, “pertenencia a grupos salafistas”, “corrupción en la tierra” y “enemistad con Dios”. Se intensificó la persecución de los conversos del islam chií al suní.4
En diciembre, las autoridades se valieron de amenazas de ejecución inmediata y otras medidas punitivas para intentar disuadir a 24 reclusos kurdos que se habían declarado en huelga de hambre como protesta por las condiciones de reclusión en la sección 12 de la prisión central de Urmía, provincia de Azerbaiyán Occidental, donde se hallaban encarcelados junto con otros presos políticos.5
Las autoridades intensificaron la persecución de los bahaíes mediante la clausura de sus negocios y la destrucción de sus cementerios. Había decenas de bahaíes encarcelados.
En septiembre, las autoridades detuvieron a más de 800 derviches gonabadi en una manifestación pacífica celebrada en Teherán en solidaridad con nueve miembros de su comunidad encarcelados que se habían declarado en huelga de hambre. Los huelguistas exigían que las autoridades respetaran los derechos civiles de los derviches gonabadi y los trataran en pie de igualdad con el resto de la sociedad.6
Los clérigos chiíes disidentes y otras personas que expresaban alternativas a la interpretación oficial del islam chií, así como los ateos, seguían corriendo riesgo de persecución, e incluso de detención, encarcelamiento y posible ejecución.